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Inés Gallastegui
Granada
Lunes, 15 de julio 2024, 23:30
La rivalidad amorosa de las ranas macho, expresada con un estridente croar que se prolonga toda la noche, le va a salir cara a la colonia anfibia de una charca de Güéjar Sierra. Los vecinos del edificio contiguo al parque donde se encuentra la alberca no pueden dormir y han pedido socorro al Ayuntamiento, que ha decidido 'expulsar' a los responsables de la serenata. Eso sí, lo hará con todas las garantías para que las ranitas, que pertenecen a una especie muy común y no amenazada, encuentren un nuevo hogar todas juntas.
Hace cinco años, el área de Turismo del municipio serrano llevó a cabo un proyecto de renaturalización de la charca ornamental del parque ubicado a la entrada del pueblo, en Las Olivillas, que incluye una réplica del Puente de las Veguetas, por el que circulaba el antiguo tranvía de Sierra Nevada. Para ello, se limpió e impermeabilizó el vaso y se eliminaron las especies invasoras, como las carpas que enturbiaban el estanque y la enea que crecía sin control. En su lugar se plantaron nenúfares, cola de caballo y lirios amarillos. La idea era que el nuevo hábitat atrajese especies animales autóctonas.
Y fue todo un éxito. A la llamada acudieron pájaros, mariposas y ranas. Con los años, estas últimasse han convertido en un problema para los vecinos cuyas casas dan directamente sobre el parque, a muy pocos metros del 'concierto' que, cada noche de finales de primavera y verano, organizan los machos en su afán por atraer a las hembras.
«Oír croar a las ranas, de primeras, es bonito. Pero tantas y durante toda la noche resulta insufrible. La gente no puede dormir», explica el concejal de Medio Ambiente, Francisco Gervilla. El edil recuerda que la época de apareamiento coincide con la época más calurosa del año, en la que muchas familias abren las ventanas por la noche para refrescar las casas tras un día de calor.
«Las personas son nuestra prioridad», argumenta Gervilla, quien admite que las quejas vecinales suelen versar sobre farolas fundidas y socavones en las aceras, y que la reproducción de la rana verde fue una novedad refrescante. De manera que el Ayuntamiento ha tomado la decisión de encontrar a esta colonia un hábitat alternativo donde sus coros nocturnos sean más apreciados.
Para ello ha contratado al biólogo Juan Ramón Fernández Cardenete, responsable de la regeneración de la alberca en 2019, que esta misma semana efectuará el traslado. Fernández tiene una amplia experiencia en estos menesteres: a través de la Asociación Herpetológica de Granada colabora desde hace años con el gobierno local en un proyecto de recuperación de fuentes, lagunas y manantiales para proteger a especies de anfibios amenazadas, como el tritón pigmeo y el sapo partero, Además, trabaja con el Patronato de la Alhambra en el cuidado de los estanques y una de sus tareas es sacar a los machos ruidosos del entorno del Parador de San Francisco y reubicarlos en zonas no habitadas del recinto monumental.
El experto subraya que la rana verde común, 'Pelophylax perezi', es un anfibio bastante abundante, tanto en el campo como en parques y jardines, por lo que la colonización de la charca debió de producirse de forma natural: «Con que haya una acequia cercana, con lluvia o a través de los huertos tienden a dispersarse y ocupar charcas, albercas e incluso piscinas, cualquier sitio donde se mantenga el agua permanentemente».
El biólogo recuerda que el croar de las ranas, como el canto de los búhos o de los grillos, «forma parte del paisaje sonoro natural de los pueblos». Pero admite que, si hay demasiadas, su presencia puede ser irritante. En la época de apareamiento, entre mayo y agosto, los machos «organizan coros de día y de noche. Es su forma de definir el territorio donde están atrayendo a las hembras e informar a los otros machos de que están allí».
La operación comenzará este viernes por la noche con el desbroce de las plantas invasoras. El procedimiento para capturar a las ranas consiste en deslumbrarlas con una linterna, cazarlas una a una con una red húmeda e introducirlas en transportines oscuros para que no se asusten, con algo de agua para evitar que se golpeen y una cámara de aire que les permita respirar. «Es un ejercicio de paciencia», explica.
El biólogo calcula que necesitarán tres noches para completar la 'mudanza' a la cola del embalse de Quéntar, donde reside la colonia más cercana de sus congéneres. «Allí no van a molestar ni competir con otros anfibios», asegura.
Por la intensidad de los coros, Fernández estima que en la charca –de reducidas dimensiones– viven alrededor de una treintena de machos y hembras y varios cientos de renacuajos. La traslocación afectará solo a la población adulta y, como la alberca no se va a vaciar, las larvas sobrevivirán y es posible que haya que repetir el procedimiento cada año. La llamada de la naturaleza no cesa.
La rana verde común vive en entornos húmedos, tanto rurales como urbanos, y es la única especie de anfibio con una clara actividad tanto diurna como nocturna, explica el biólogo Juan Ramón Fernández Cardenete.
Mide unos 12 centímetros –hasta 20 con las ancas extendidas– y puede vivir más de 10 años.
Los adultos se alimentan de insectos –como moscas, mosquitos o libélulas–, que capturan gracias a su excelente vista y a una lengua proyectable acabada en ventosa, y son depredados por garzas, rapaces, culebras de agua, tejones, turones y nutrias, entre otros.
Los renacuajos también son beneficiosos porque comen algas microscópicas, lo que ayuda a mantener limpios sus hábitats.
«Las ranas cantan tan alto porque tienen unas cajas de resonancia al lado de la boca, llamadas sacos vocales, que magnifican el sonido y forman esas notas tan vibrantes». Dado que su supervivencia no está amenazada, es una especie pescable y en Castilla-León siguen siendo muy apreciadas por sus ancas. Y, mal que le pese a la sabiduría popular, sapo no es el masculino de rana: hay sapos hembra y ranas macho. «Son especies e incluso familias diferentes. No se pueden cruzar», puntualiza el biólogo.
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