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Las calles de la localidad de Calicasas se encuentran vacías. Alfredo Aguilar

Pandemia: la resaca de Calicasas

Desescalada. Ha sido dulce al principio, pero se ha convertido en un dolor de cabeza al tener que volver atrás a las 48 horas

Miércoles, 3 de febrero 2021

La imagen de Calicasas en Granada es un vermú en las míticas Bodegas Castañeda, junto a la Plaza Nueva. Ese combinado granaíno misterioso y zumbón que al menos lleva ocho ingredientes: vino dulce, vino seco, un chispazo de ron, otro de ginebra, uno más de coñac, vermut (ya era hora), licor de naranja y un golpe de agua de seltz desde un sifón bien apañao. Cuenta quien lo ha probado que «es dulce, amargo, cítrico; perfecto para abrir apetitos y sentidos. Entra ligero y pega fuerte».

Es decir, el Calicasas es un aperitivo contundente que, sin moderación, deja una buena resaca. Es lo que sucede en el municipio del mismo nombre, Calicasas, a escasos veinte kilómetros de las Bodegas Castañeda, donde el pueblo se ha hecho famoso gracias a este vermú tan particular. Resulta que el fin de semana pasado se anunció que se levantaban las vigentes medidas contra la pandemia, las más restrictivas. Calicasas desescalaba. Todo fue felicidad. Como cuando se prueba el aperitivo que lleva orgulloso el nombre de la localidad.

Ha durado poco. Este pasado martes se anunció que el miércoles, ayer mismo, se volvía a la fase anterior. Tan solo dos días de felicidad y vuelta al dolor de cabeza que causa la pandemia. Es la resaca de Calicasas, una localidad donde la desescalada ha durado 48 horas, las que median entre el lunes y el martes.

Todo empezó el 15 de enero, cuando se anunciaron las nuevas medidas. Calicasas estaba entre los municipios con más de 1.000 casos de covid-19 por cada 100.000 habitantes, por lo que desde el 17 de enero se ordenó el confinamiento perimetral y el cierre de la hostelería y el comercio no esencial.

Dos semanas después, el 31 de enero, llegaron las buenas nuevas. Calicasas había mejorado el número de casos de covid por 100.000 habitantes, por lo que a partir de las 00.00 horas del día 1 de febrero –es decir, este lunes pasado–, pasaron de nivel de alerta 4 grado 2 a nivel de alerta 4 grado 1. Las consecuencias fueron que se mantenía el confinamiento perimetral del municipio, pero ahora se podían retomar las actividades de la hostelería con las limitaciones horarias.

Han sido tan solo 48 horas. El mismo martes se anunció que Calicasas volvía a tener más de mil casos. Exactamente, 1.410. Vuelta al principio, y ayer miércoles se volvía a cerrar comercios no esenciales y la hostelería.

Todo, por peliagudo que parezca, tiene su medida explicación. Calicasas es un municipio cuya página oficial del Ayuntamiento en Facebook tiene más amigos que vecinos censados el propio municipio: 720 son los amigos registrados en la conocida red social y 638, los vecinos, según el último censo, con fecha del año pasado.

Marina, Teresa, Paco y su nieta Elena, este miércoles en Calicasas, su municipio. Alfredo Aguilar
Imagen principal - Marina, Teresa, Paco y su nieta Elena, este miércoles en Calicasas, su municipio.
Imagen secundaria 1 - Marina, Teresa, Paco y su nieta Elena, este miércoles en Calicasas, su municipio.
Imagen secundaria 2 - Marina, Teresa, Paco y su nieta Elena, este miércoles en Calicasas, su municipio.

Conocidos o familiares

Esto quiere decir que, en la práctica, todos son conocidos o familiares. «Y si cae uno, vamos todos detrás, por mucho que nos estemos cuidando», explica bien Marina, de 22 años, limpiadora del Ayuntamiento de Calicasas, un edificio polivalente que alberga también multitud de servicios, como el consultorio o la biblioteca municipal.

El recorrido por el pueblo es corto. Te cruzas con los vecinos, como Teresa, que a sus más de ochenta años sale de casa para dar una vuelta por la plazuela y tomar el aire. «Salgo solo por aquí para distraerme un poco. Todo es muy aburrido y la pandemia ya la llevamos fatal». El mismo testimonio ofrece José Manuel, que mata el rato en el quicio de la puerta de su vivienda. Tiene 55 años y está sin trabajo. «Estoy harto. Ahora no hago nada y solamente me quedo aquí, viendo pasar el tiempo».

Más adelante se encuentra el Covirán. Josefa, al volante de un robusto 4x4, charla con una vecina. Su historia tiene bemoles. Ella es de Calicasas pero vive en la localidad malagueña de Alhaurín de la Torre. Cuando estalló la pandemia, Alhaurín tenía un nivel máximo de contagios, así que Josefa, su marido y sus dos hijas de 23 y 18 años decidieron instalarse en Calicasas.

«Pensábamos que aquí estaríamos más protegidos del virus. Pero resulta que aquí en Calicasas nos hemos contagiado todos. Primero yo misma, con el primer día del año. Luego mi marido y posteriormente mis dos hijas».

No han sido las únicas en su familia. «También se han contagiado mis cuatro hermanas. Lo curioso es que llevamos confinados desde marzo. Así que no tenemos ni idea cómo hemos podido contagiarnos. Supongo que será a través de casos asintomáticos. No tiene otra explicación».

La situación, pese a todo, les preocupa a Josefa y los suyos, porque no termina de aclararse. Comenta el contexto, que el pueblo es pequeño y que estamos en invierno. «Pese a todo, el pueblo está raro, está solitario. No puedes hablar con la gente y tenemos la vida social suspendida. Mi plan de hoy es subir aquí al 'súper' a por lentejas…».

Respecto a los bares, Los Pedros está cerrado por cuarentena de los dueños. El bar de Encarni sí abrió 48 horas y ya estaba cerrado ayer mismo. Ambos son de dos hermanos. Y los abrió su padre, Paco, que pasea del brazo de su nieta, Elena. «La pandemia es un mal negocio. Mis hijos tiene que cerrar y seguir pagando gastos e impuestos». Así es Calicasas. El Covirán, la farmacia y la panadería permanecen abiertos. No hay más comercios. Así que las desescaladas importan poco. Lo que importa es protegerse de la pandemia.

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