Leticia Martín
Martes, 27 de agosto 2024, 00:01
Entre las ruinas que esconden los Tajos de Alhama de Granada, aún queda un halo de luz que pervive. Desde arriba, los árboles dejan entrever una estructura que todavía sigue en pie. Sus paredes blancas resaltan entre los escombros y a cada paso, la historia ... de su pasado se siente más cercana. Solo queda él. El único superviviente capacitado para contar el relato que sus compañeros dejaron a medias. 'La Purísima Fábrica de Harinas', el único molino 'vivo' de los 22 que existían en la comarca.
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La infancia de Samuel Castro se ha desarrollado en el molino de su bisabuelo. Recuerda cómo con tan solo siete años iba con su familia a hacer algunos «arreglos» y aunque pareciera que su implicación era prescindible o tan solo un juego de niños, el amor que ha mamado desde pequeño ha marcado las pautas del amor que siente a día de hoy. Tan solo tiene 16 años y guarda gran cantidad de innovaciones para seguir escribiendo la historia del molino. «Lo hago por mi padre y por el deseo que tenía mi abuelo antes de morir», explica.
Su padre, Pepe Castro, cuenta con orgullo la implicación de su hijo porque a pesar de ser muy joven, tanto él como sus primos Juan, de 16 años, y Luis, de 13 años, sienten pasión por la herencia que dejó su bisabuelo. «Los fines de semana bajamos a limpiar y mejorarlo», comenta Samuel. Y es que si no hubiese sido por el amor que se ha transmitido generación tras generación sería inexistente. «Este molino es de la familia desde hace más de 80 años y si no ha caído como los demás es porque lo hemos cuidado mucho», explica Pepe mientras señala la única estructura que queda en pie.
Acceder al molino es como adentrarse en una cápsula del tiempo. Tras pasar la puerta de entrada, a su izquierda queda la recreación de un antiguo despacho, en cuya mesa aún descansa el libro de cuentas. «Es real, eh, es el libro de cuentas que utilizaban antes, con todas las anotaciones», cuenta Pepe mientras hojea el pasado de la fábrica de harinas. Al salir de allí, una serie de máquinas en su mejor conservación quedan ya en mera exposición.
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«Mira lo que hizo mi hijo», dice Pepe mientras coge una pequeña caja con diferentes botes de cristal. Esta última generación de la familia Castro ha creado recursos interactivos para que las visitas turísticas puedan contemplar con exactitud el proceso que seguía el trigo y cómo quedaba tras pasar por cada máquina. Además, pequeños carteles explicativos se reparten por todas las salas, a los que Samuel y sus primos le han añadido un código QR. «Los visitantes lo escanean y pueden ver la función que realizaba cada máquina a través de un video», añade Pepe.
Juan Castro, el segundo molinero de la familia, tuvo el deseo de dejar esta historia por escrito. Su padre, Manuel Castro, había comprado el molino y podía sentir que con su muerte, la historia quedaría en el olvido, por eso, la tercera generación encabezada por la iniciativa de Pepe Castro creó una web. «Escribí la historia con lo que recordaba de mi padre, preguntando a mis tías y buscando información», cuenta Pepe. Ahora, su hijo y sus sobrinos son los encargados de darle un toque más renovado a este gran legado.
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«Hemos limpiado las acequias, hemos recreado las habitaciones y estamos teniendo nuevas iniciativas», añade Samuel. Las visitas turísticas corren a su cargo y a la de su primo Juan, que tras bajar un día a realizar una restauración se lanzaron improvisadamente a explicar el molino a unos turistas que andaban por la zona. «La gente nos anima a seguir, ellos perciben el amor que sentimos por el molino», resalta Samuel.
Un libro de firmas o el apadrinamiento de las máquinas son nuevas iniciativas que llevan a cabo estos jóvenes. «La Universidad de Granada va a colaborar con nosotros para la limpieza de las acequias», explica mientras añade entre risas que anteriormente se encargaba su primo Luis porque «cabía mejor». También cuentan que han recibido ayuda de un molinero francés que aprovechó sus vacaciones en Marbella para ir a Alhama de Granada a verlo. «Nos ha enviado muchas cosas para que las pongamos aquí», cuenta Pepe.
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Los demás molinos ahora miran a 'La Purísima Fábrica de Harinas' con recelo. Santa Teresa, San Francisco, San Pedro o San Antonio han ido cayendo con el paso del tiempo. Sus familias los han abandonado y solo queda el recuerdo de lo que fue. Mientras, la familia Castro sigue demostrando que con mucho cuidado y mucho amor se puede conservar la historia del único molino del tajo. Una historia que seguirán contando los pequeños restauradores del último superviviente.
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