Sábado, 17 de julio 2021, 00:08
Los seis kilómetros que separan La Caldera del Alto del Chorrillo pueden ser la diferencia entre la vida o la muerte. Es la afirmación que, en numerosas ocasiones, han hecho los agentes de la Guardia Civil de Montaña, que han tenido que trasladar a pie ... a montañeros heridos hasta llegar a un punto en el que poder disponer de sus vehículos de rescate. Por este motivo, el Espacio Natural de Sierra Nevada, que engloba los parques natural y nacional, estudia la posibilidad de reabrir una parte de la antigua carretera de las altas cumbres, que enlazaba Pradollano con Capileira a través de las laderas del Veleta, los Machos, la Caldera y el Mulhacén, un proyecto que ha hecho saltar las alarmas de los sectores conservacionistas presentes en el Consejo de Participación de Sierra Nevada, que en su reunión de ayer decidió devolver el tema a la comisión de estudio y posponer su aprobación a una reunión especial de este órgano.
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La idea de reabrir una parte de la carretera, la comprendida entre el Alto del Chorrillo y el refugio de La Caldera, surge de una petición oficial realizada por la jefatura del Sereim (Servicio de Rescate e Intervención en Montaña) de la Guardia Civil, que argumenta la necesidad de agilizar las tareas de traslado de heridos en los casos en los que la rapidez es imprescindible para que puedan salvar la vida. En numerosas ocasiones se ven obligados a pasar la noche en el refugio de la Caldera, o incluso al aire libre, con heridos graves para los que es imprescindible llegar a tiempo a un hospital. En algunos casos transportan a pie la camilla a través de la antigua carretera, pero tardan entre cinco y seis horas en hacerlo, cuando con un vehículo de rescate podrían hacerlo en media hora.
Esta cuestión, aparentemente cargada de lógica, choca con la normativa y con el hecho de que esta carretera se cerró para evitar el atentado ambiental que suponía el continuado paso de vehículos por zonas especialmente sensibles del Parque Nacional. Para los miembros de Ecologistas en Acción y la Federación de Montaña, la reapertura de la carretera puede suponer la vuelta del tráfico a esta zona y no se garantiza que solo sea usada por la Guardia Civil. Indican que en el momento en que se retiren los obstáculos que ahora la hacen impracticable (rocas situadas sobre el camino), se convertiría en «un coladero».
La dirección del Parque Nacional, apuesta por acceder a la petición del Sereim. «No podemos permitirnos que alguien muera por no habilitar una vía de acceso y salida que ya existe y que solo necesita retirar unas rocas que fueron depositadas artificialmente sobre el camino», dice Francisco Muñoz, director del Espacio Natural de Sierra Nevada. Las dudas sobre sus posibles otros usos son zanjadas de forma tajante: «Mientras sea mi responsabilidad el uso de esa parte de la vía no se ampliará más allá del servicio urgente de rescate de la Guardia Civil y no habrá otros usos, bajo ningún concepto», asegura.
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Ecologistas en Acción teme que la carretera se abra en su totalidad, lo que supondría un verdadero desastre ecológico. Este temor se contradice con la postura del parque, la petición de la Guardia Civil y la propuesta inicial llevada al Consejo. «Solo son 6 kilómetros y no hay más que la petición del Sereim», dice el director del parque. Un extremo confirmado por el presidente del Consejo de Participación, Manuel Titos.
La actual legislación no permitiría que se reabriese la antigua carretera. Sería necesario un cambio normativo para poder hacerlo, pero habilitar un tramo concreto con fines de salvamento se podría hacer mediante normativas de ámbito superior que avalan actuaciones de rescate. Francisco Muñoz recuerda que también está prohibido que un helicóptero de auxilio sobrevuele el espacio aéreo del Parque Nacional y a nadie se le ocurre impedirlo.
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La carretera de las altas cumbres fue construida en 1935 y se cerró en el año 1999 después de peticiones masivas de personas relacionadas con la montaña que veían cómo el paso de vehículos y la presencia de personas en las altas cumbres se había incrementado con la mejora en las prestaciones de los coches, lo que suponía un grave atentado ecológico. Tras el cierre, se situaron rocas en la vía para evitar el paso de incontrolados y de motos. Ahora, el paso masivo es de ciclistas, que han abierto veredas junto a la antigua calzada de tierra, lo que altera considerablemente el ecosistema.
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