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J. PASTOR
GRANADA
Viernes, 27 de octubre 2017, 11:32
Alamedilla está enclavada en pleno corazón de los Montes Orientales, haciendo frontera prácticamente con la provincia de Jaén. Una comarca que vive de la agricultura. De olivos sedientos que muchos aceituneros no pueden regar desde hace más de un año sencillamente porque no hay agua. Porque el arroyo baja seco. «Esto nunca había sucedido en Alamedilla -espeta el alcalde Cabrerizo-; el subsuelo está lleno de acuíferos».
Pocas precipitaciones El clima de Alamedilla es mediterráneo de influencia continental, con veranos calurosos e inviernos muy fríos. Tiene tendencia a la aridez. Sus precipitaciones medias son tan sólo de 350 litros anuales.
Las pérdidas en la agricultura están siendo cuantiosas. No hay riego, no hay aceituna, no hay dinero. Así lo explica, de forma tan descriptiva, el secretario de la comunidad de regantes de Arroyo de Gante, José María Vílchez, en el cargo desde hace cincuenta años. Desde que se constituyó esta comunidad para organizar los regadíos de la otrora frondosa Vega de Alamedilla. Donde los olivares brotaban. Y el maíz. Y los tomates. Ahora no. Eso era antes. Un panorama desolador para los agricultores, que no pueden cosechar. Y también para los jornaleros, que tendrán que buscar tajo fuera de Alamedilla y de sus campos convertidos en eriales.
«No sembramos en el regadío; el terreno es infértil», lamenta José María mientras pone la rodilla en el suelo y toma entre sus manos un puñado de tierra seca. «En medio siglo no había visto nada así; antes llovía y teníamos caudal en las dos acequias», explica José María, quien estima que este déficit hídrico está afectando a unas cien parcelas en los seis kilómetros, unas doscientas cuerdas de superficie, que separan el molino de Rufino del puentecillo que hay a la entrada de Alamedilla.
José María pide soluciones. Mientras que las lluvias se acuerdan de Alamedilla, de los Montes Orientales y de toda la provincia de Granada -los pantanos se encuentran ya al treinta por ciento de su capacidad-, los campesinos alamedilleros dependen de la solidaridad de los vecinos. De que puedan cargar una cuba de vez en cuando para que las plantaciones no se sequen por completo. Para calmar la sed de sus explotaciones y que, perdida ya gran parte de la producción oleícola de este año, la próxima recolección sea más propicia. Y se repueblen cortijadas como el Hacho, cuyos habitantes se tuvieron que marchar hace más de un año porque de los grifos no salía ni una gota.
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