Acequia de careo en las zonas altas del barranco del Poqueira, recuperada recientemente. J. E. GÓMEZ

Siembra de agua en Granada en favor del clima

El proyecto Life Adaptamed recupera usos tradicionales para ayudar a que sobrevivan ecosistemas básicos, desde la alta montaña al mar

JUAN ENRIQUE GÓMEZ | MERCHE S. CALLE

Domingo, 14 de noviembre 2021, 19:30

Con la llegada del otoño, Antonio Ortega, presidente de los acequieros de Bérchules, observa las chorreras de agua de lluvia y restos del deshielo para canalizarlas hacia pequeños prados de alta montaña. «Queremos que empape la tierra de estos borreguiles que llamamos simas, que se desborde de las acequias más altas para que infiltre el sustrato como una esponja». Sabe que el agua caminará durante meses a través de sus ríos y pozas subterráneas para aflorar, en la primavera, en otras acequias, manantiales y arroyos, desde las altas cumbres hasta cotas medias e incluso al mar. Servirá para regar los campos y sus cultivos tradicionales, para generar gradientes húmedos que aplaquen las altas temperaturas y saciar la sed de los pueblos.

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La siembra de agua es uno de los usos tradicionales de territorios como la vertiente sur de Sierra Nevada, una práctica ancestral que es considerada como fundamental para la supervivencia de los ecosistemas clave en el desarrollo sostenible de espacios naturales protegidos. Una antiquísima red de acequias, en su mayoría de careo (que dejan escapar el agua mediante desborde para empapar su entorno y filtrarse en las laderas) que desde el Parque Nacional de las Altas Cumbres, baña el Parque Natural y recorre más de 800 kilómetros lineales, la mayoría de ellos en las zonas más elevadas de la Alpujarra granadina y almeriense, con algunos casos más aislados en la cara norte del macizo nevadense.

Desde hace cinco años, técnicos de los parques de Sierra Nevada, Cabo de Gata y Doñana, la Agencia de Medio Ambiente y Agua de Andalucía, las universidades de Granada y Almería y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza trabajan en el desarrollo de un proyecto europeo que bajo la denominación Life Adaptamed, tiene como objetivo ayudar a los ecosistemas a sobrevivir ante los envites del cambio climático y lograr una simbiosis entre conservación y desarrollo, para la obtención de beneficios ecosistémicos por parte de la sociedad de los municipios donde se encuentran, e incluso reducir el abandono de los pueblos. Un trabajo que ahora llega a sus últimas etapas programadas, que han dotado a sus zonas de influencia, Sierra Nevada, Cabo de Gata y Doñana, de inversiones de 5,5 millones de euros en tareas de adaptación de la naturaleza a los efectos de la alteración del clima, e investigación científica que aporte a los gestores de los parques, las soluciones más acordes con la naturaleza, para su conservación y desarrollo. «Queremos lograr una simbiosis de gestión entre las administraciones y los habitantes como verdaderos usuarios de los espacios protegidos», afirma el director del proyecto, Javier Cano, que junto al coordinador científico, Regino Zamora, y los coordinadores técnicos, Rut Aspizua y José Miguel Barea, consideran que hay que lograr un equilibrio entre conservación y la obtención de beneficios de la naturaleza. «Es la lección que nos aportan los estudios científicos realizados en este tiempo», afirman.

Un paseo por la ruta del cambio climático entre pitas, en Cabo de Gata.

La ruta del clima entre pitas y azufaifos

En el corazón de Parque Natural de Cabo de Gata, los responsables del Life Adaptamed trabajan en la recuperación y mantenimiento de los azufaifares, territorios semiáridos en los que crecen azufaifos, un matorral autóctono que sirve de refugio para numerosas especies de fauna y flora. Un ecosistema que alberga miles de pitas, un símbolo de la provincia. Entre azufaifos y pitas, se ha desarrollado una ruta de educación ambiental denominada del cambio climático. En las antiguas zonas de desarrollo agrario, en su mayoría abandonadas, se han hecho trabajos profesionales y de voluntariado para recuperar los balates de piedra seca como elemento básico de la agricultura tradicional y retención de agua y suelo.

Las enseñanzas del Life Adaptamed han sido claras en cuanto a cambios de concepto. Se relajan los sistemas conservacionistas a ultranza en favor de mejorar las condiciones en la que ya están esos ecosistemas. «No debemos eliminar actuaciones ya realizadas, sino hacer que se adapten a las nuevas necesidades. Si tenemos un bosque de repoblación monoespecífico trabajamos para que haya la mayor diversidad posible, que tenga diferentes especies para hacer frente al cambio de clima y las eventualidades que nos depara el futuro». El Life Adaptamed ha intervenido especialmente en los pinares y robledales de la Alpujarra alta, en todos los casos con mano de obra local.

Ahora continuarán con las investigaciones y el aporte de datos clave para mejorar el futuro del clima, en este caso, desde la montaña al mar.

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