![Las vivencias del pastor de 'Los Cerecillos' de Cástaras](https://s3.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202010/20/media/cortadas/Rafael%20Vilchez%20Sale%20Ricardo%20Salas%20de%20Castaras-kvSD-U1205133777892dH-1248x770@Ideal.jpg)
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Antiguamente los animales formaban parte del paisaje de la comarca de La Alpujarra. En la mayoría de las casas había una o varias cabras para obtener leche todas las mañanas. En los cortijos, principalmente, no faltaban las vacas, ovejas, cerdos, pavos, gallinas, conejos, mulos, burras y palomas. En el cortijo de Ricardo Salas, situado en el término del municipio alpujarreño de Cástaras, hubo muchos animales y mucho trabajo para sacar la casa adelante. Ahora solo vive en este lugar Ricardo y como distracción se dedica a guardar unas cuantas cabras y ovejas. La madre de Ricardo se llamaba Concepción y el padre Francisco. Este matrimonio tuvo tres hijos y ya solo vive Francisco, el mayor de la casa que sigue soltero y que desea encontrar una mujer para que le haga compañía. El cortijo de Ricardo tuvo en otros tiempos un horno para cocer pan. La ropa era lavada a mano y se alumbraban con candiles y velas. Ahora el cortijo de Francisco está provisto de agua y placas solares.
Ricardo Salas, de 61 años de edad, solo estuvo en la escuela muy poco tiempo porque tuvo que empezar a trabajar en el campo sembrando habichuelas, papas, maiz, etcétera, a los siete años de edad. El servicio militar lo realizó en Infantería de Marina, en San Fernando (Cádiz). Sirvió a la Patria 18 meses. Cuando se licenció volvió a trabajar con sus padres en el cortijo 'Los Cerecillos'. Ricardo también trabajó por la noche durante casi tres años recogiendo las bolsas de basura de los vecinos del cercano pueblo de Juviles. Su caballo negro 'Lucero' se encargaba de transportar la basura a un lugar apartado del pueblo. Después cuando se mecanizó la recogida de la basura hace más de dos décadas, Ricardo se dedicó al pastoreo.
En la casa de Ricardo hubo también una vaca que le aportaba leche y un becerrillo todos los años que era vendido a un marchante. La vaca fue vendida también a los 21 años de edad. Antes los becerros valían dinero pero ahora no tanto. Ricardo nunca ha tenido vacaciones. Siempre ha estado pegado a su terruño. Desde pequeño se acostumbró a trabajar de sol a sol. Él asegura que nunca ha estado enfermo. En su cortijo nunca ha faltado comida ni trabajo. Todos los años se sacrificaba tres cerdos en su cortijo para el gasto de su casa.
Ricardo ha conocido nevazos tremendos. Disfruta en su terruño viendo comer a su ganado, escuchando el sonido de los campanillos y observando a veces los vuelos de águilas reales y admirando bellos parajes rurales, y en días claros, el mar Mediterráneo. Marranos jabalíes y cabras monteses no faltan en este lugar. A Ricardo le hacen compañía y se encargan de conducir y proteger el ganado dos astutos perros. La madre de Ricardo falleció en 2004 y su padre hace 40 años. Ricardo conoce pocos pueblos. A Trevélez, Cástaras, Órgiva, Juviles y pocos más si ha ido. Otros pueblos los conoce de paso cuando viaja a Órgiva en bus. Ricardo asegura que Granada capital la ha pisado una vez, cuando fue a la mili. El pan que consume Ricardo se le lleva en panadero de Almegíjar. Él se prepara la comida muy casera y nutritiva.
En La Alpujarra hubo muchos pastores pero ahora van quedando pocos. Los animales en esta comarca se están acabando. La vida en el campo es muy sacrificada y durísima. Los hombres y las mujeres trabajan en actividades que les requieren toda la fuerza de que son capaces durante todas las horas del día y parte de la noche. Personas como Ricardo Salas comenzaron a trabajar a muy corta edad, llegando algunos a sentirse exhaustos y en ocasiones para recibir muy poco a cambio. Las mujeres trabajaban a la par que los hombres. En ocasiones la naturaleza, las sequías y los vientos, les hacían perder las cosechas. A pesar de todo, personas como, por ejemplo, Ricardo, sienten añoranzas de aquellos tiempos. Antiguamente las formas de vida dependían en La Alpujarra y otras zonas del campo y la ganadería. Escuchar lo que dice pausadamente Ricardo es sentirse parte de una vida que va desapareciendo. Ricardo disfruta ver a su rebaño pacer libres en la sierra, a sus anchas. Con Ricardo y sus cabras, ovejas y perros se pasa el tiempo sin darse cuenta. Personas como Ricardo, no pudieron aprender en la escuela, pero están doctoradas en la 'universidad' de la vida rural, que eso ya es mucho.
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