El 7 de enero de 2020, al terminar el pleno de investidura de Pedro Sánchez, Sandra García se acercó a felicitar al presidente junto a su compañero Javier Aragón, un 'sanchista' de primera generación. Sandra estaba en Madrid porque, en aquel momento, era senadora. Después ... de un paréntesis descolgada tras el cambio político en la Junta, tenía por delante una legislatura de cuatro años en la Cámara Alta pero, el 12 de febrero, se convirtió en delegada del Gobierno en Andalucía por «consenso». No se había postulado para el cargo. Ni era la candidata de los 'sanchistas' andaluces que pilotan entorno al alcalde de Dos Hermanas, Quico Toscano, cuyo hermano, Carlos, es el subdelegado del Gobierno en Sevilla. Sin embargo, Pedro Sánchez y Susana Díaz decidieron aparcar sus diferencias –incluso, intentar llevarse bien– y surgió el nombre de Sandra como una persona sin estridencias y con pocos enemigos internos. Dejó su acta en el Senado, donde la sustituyó el exalcalde de Freila Abelardo Vico; por si alguien lo había olvidado.
El pasado martes, el Consejo de Ministros destituyó a Sandra García, apenas catorce meses después de llegar al cargo. Algo más de lo que duró el armisticio entre Susana y Pedro.
Cuentan que en aquel acuerdo había otros compromisos no escritos. Los 'sanchistas' hablan del relevo del presidente de la Diputación de Sevilla, Fernando Rodríguez Villalobos, persona afín a la expresidenta de la Junta. Una sucesión que –según esta versión– debería de producirse en mayo, al llegar al ecuador del mandato, pero que se ha descartado. Entre otros motivos, porque parecería que dimite por una investigación que tiene abierta en un juzgado sevillano por la concesión de unas subvenciones.
El pasado 15 de enero, el ministro y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, se reunió con Susana Díaz en San Vicente, sede del partido en Andalucía. Le preguntó directamente si había algún cargo que pudiera seducirla y la respuesta fue: «Volver a ser presidenta de la Junta». El 'sanchismo' estaba convencido de que Susana cedería, solo faltaba el momento. Pero ese instante no ha llegado.
Lejos de cruzar un puente de plata, empezó su campaña para las primarias en la primera semana de marzo en Granada y en un mes ha recorrido más de cuarenta pueblos con sus cuarenta agrupaciones. En Granada ha hecho además doble vuelta. En paralelo, Ábalos y Alfonso Rodríguez Gómez de Celis –muñidor histórico de los críticos con Susana– han abrazado la candidatura en ciernes del alcalde de Sevilla, Juan Espadas, al que se han referido como el «mejor activo que tiene el PSOE andaluz».
Y en este contexto se produce el cese de Sandra García, como primera pieza del 'comecocos' de las primarias. La destitución se barruntaba desde febrero y el PSOE granadino se movió para, al menos, mantener la cuota de poder institucional. Pepe Entrena tenía un argumento de peso: no agitar en vísperas de congresos internos la provincia andaluza en apariencia más tranquila y la segunda en número de militantes.
El sector 'sanchista' no tiene elementos para criticar la gestión de Sandra García. Algunas fuentes le reprochan que convirtiera la Delegación del Gobierno en una plataforma 'susanista'; pero es una teoría de la conspiración bastante débil si se tiene en cuenta los recursos y el personal de libre designación con el que cuenta.
No se va por nada que haya hecho mal y comentan que le ofrecerán un puesto en algún ministerio. Probablemente, en el de Ábalos. «Si es un mensaje que querían mandar a Susana para meterle miedo, la llevan clara», cuentan en el entorno de la secretaria general socialista. No se siente incómoda con Pedro Fernández –es miembro de su ejecutiva y hablaron el lunes–, aunque le ha dolido en lo personal el cese de Sandra; que haya sido una víctima colateral de un ajuste de cuentas. En estos días ha escrito una frase que, si no es una indirecta a los suyos, podría extrapolarse: «Mientras otros pierden el tiempo en la pelea política y en los actos protocolarios, yo apuesto por estar con la gente».
Al exalcalde de Baza le han pedido mayor presencia y agresividad con la Junta. Y Sandra creyó que esperaban de ella lo contrario.
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