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El Aula Magna de la Facultad de Ciencias se llenó para escuchar a Irene Villa y Emilio Calatayud.

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El Aula Magna de la Facultad de Ciencias se llenó para escuchar a Irene Villa y Emilio Calatayud. RAMÓN L. PÉREZ

«Se puede ser feliz sin piernas»

El juez Emilio Calatayud destacó que Irene Villa, víctima de ETA, es un ejemplo «en estos momentos de extremos y fracasos». Irene Villa derrochó positivismo en la última charla de este año en la Escuela de Padres de IDEAL

Jorge Pastor

Granada

Jueves, 29 de noviembre 2018, 01:47

Uno de los ejercicios más complicados en periodismo es titular una crónica como ésta. Pero hay circunstancias, como las que concurrieron ayer en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias, donde se celebró la última sesión del año de la Escuela de Padres de IDEAL, que simplifican bastante esta tarea de resumir en siete u ocho palabras una charla de hora y media. ¿Qué sucedió? Pues básicamente que en el mismo estrado se juntaron, en una conversación distendida, una persona como Emilio Calatayud, juez de Menores, e Irene Villa, periodista, psicóloga, deportista, madre preocupada y víctima de un terrible atentado de ETA que la dejó sin piernas y casi sin vida. Entonces lo complejo es elegir un titular entre quince o veinte posibles.

Mucha expectación para escuchar a Irene Villa y Emilio Calatayud. Tanta que esta última entrega de 2018 de la Escuela de Padres, una iniciativa de IDEAL con el patrocinio de la Fundación Unicaja, colgó el cartel de completo -la entrada a la sala estaba supeditada a un registro telemático obligatorio-. Hubo emoción. Hubo aplausos. Hubo respeto. Hubo risas. Hubo buen rollo. El cóctel perfecto para una noche que alguien definió como emotiva. Especialmente cuando una señora, que se encontraba entre el público, tomó la palabra para decir que ella estaba en Madrid aquel 17 de octubre de 1991 en que ocurrió todo y que fue testigo de la explosión.

Emilio Calatayud presentó a Irene Villa como alguien que «deja huella». Y enmarcó su presencia en un «momento importante en la vida española». «Irene es un ejemplo en esta etapa en la que todo son extremos y fracasos», aseguró Calatayud, quien agregó que «ahora mismo estamos necesitados de gente positiva». Y eso fue precisamente lo que hizo Irene Villa desde que inició su alocución hasta que la finalizó: derrochar optimismo. «Estoy feliz de estar en Granada, uno de mis lugares favoritos del mundo», comentó. Una felicidad inferida por el hecho de que Sierra Nevada fue pionera en el esquí adaptado, una de sus grandes pasiones.

Irene Villa empezó hablando de educación y de las tres erres. En primer lugar, de la resilencia. O sea de la capacidad de los seres humanos para levantarnos una y mil veces. Segundo, respeto. Hacia los demás, pero sobre todo hacia uno mismo. Y tercero, responsabilidad. «Yo estas tres erres se las meto a mis tres hijos en vena», espetó. «No es robarles la infancia, como dicen algunos, sino ponerlos a currar en cosas productivas». Limpiando, barriendo, metiendo la ropa en la lavadora o «quitando las hojas para que a la abuela, a la que le falta una pierna, no se caiga». Y es que la madre de Irene, María Jesús González, también resultó amputada en aquel fatídico atentado etarra del 17 de octubre de 1991, cuando Irene tan sólo tenía doce años -cumplió los cuarenta el pasado 21 de noviembre-. «El éxito en mi familia -la que forma ella con su marido argentino Juan Pablo y sus tres vástagos- es el esfuerzo, la disciplina y los valores», resumió la conferenciante.

Irene Villa recordó lo que ocurrió aquel día, cuando ETA puso tres artefactos en otros tantos vehículos en Madrid. Tenía un partido de baloncesto y escuchó la bomba que segó la vida del teniente Francisco Carballar, de 47 años. «Mami ¿y si no vamos?», le preguntó a su progenitora. Pero fueron. Y en la esquina de su cole acaeció todo. A pocos coetáneos se les han olvidado aquellas imágenes del cuerpo de Irene desmembrado. «No me desangré porque mis muñones se quemaron». Irene permaneció siete meses ingresada en el Hospital Militar Gómez Ulla de Madrid. Un mes y medio operándola prácticamente a diario para recomponerla. «Me cosieron como una obra maestra». Del interior de su cuerpo le sacaron de todo. Metralla, restos de una cinta de los Beatles que había en la guantera del coche... pero no lograron sacarle la vida. Es más, lo que ha hecho Irene ha sido darla tres veces. A sus tres hijos. «Se puede ser feliz sin piernas». Irene Villa dedicó la conferencia al médico que la salvó. El que escuchó la voz del ángel de la guarda. El ángel de la guarda de Irene. Estaba allí. Aquel día. En Madrid. En Aluche. En el Gómez Ulla.

Irene Villa explicó que, a pesar del 'shock', su principal preocupación en ese momento fue aprobar octavo de la EGB. Y lo hizo. Después vino el BUP y el COU. Y las carreras de Comunicación Audiovisual y Psicología. Y su primer trabajo en Radio Nacional de España con Nieves Herrero, cuando sólo tenía veintiún años. Y una constante superación estando en contacto con otras personas que habían sufrido experiencias tan traumáticas como la suya. Y sobre todo perdonando. Un «perdón egoísta», como ella misma lo definió. «Un perdón para ser feliz». «¿Para qué vivir odiando?», se preguntó. «El odio es el mayor freno», se respondió. Para Irene Villa, la vida consiste en simplificar y relativizar. En apartarse de las personas tóxicas.

Delito prescrito

Pero esta entrega de la Escuela de Padres con Emilio Calatayud e Irene Villa dio para mucho más. Emilio Calatayud lamentó que los asesinos que intentaron matar a Irene Villa nunca vayan a pagar por lo que hicieron porque sus delitos han prescrito. «Pero yo le hecho la culpa a los políticos, que podrían haber cambiado la ley», refirió Calatayud, quien aplaudió el talante de Irene Villa por perdonar, pero abogó por que no se olvidara ni el reconocimiento del pecado, ni el arrepentimiento, ni la penitencia.

Irene Villa habló de la maternidad y afirmó que «las madres son el espejo en el que se miran los hijos». Irene ha heredado de María Jesús, su progenitora, su sencillez, su sentido del humor, su percepción de que todo el mundo merece la pena... «al final ése es el secreto de la felicidad, prestar atención a quienes merecen la pena, a quienes ponen el acento en los aspectos positivos». Villa apuesta por la transmisión del principio de respeto. En la casa hacia los padres y en el colegio hacia los docentes. «En la escuela manda el maestro; los papás no tienen nada que decir», recalcó.

Respecto a la juventud, Irene Villa lamentó que «la autoestima dependa de cuantos 'likes' se obtengan en las publicaciones en las redes sociales». Respecto a la memoria reciente, también criticó que se haya borrado de un plumazo cincuenta años de barbarie por parte de ETA. Y respecto al resentimiento, Irene Villa habló de lo mucho y bien que se siente en el País Vasco pese a las miradas amenazantes de aquellos abertzales. «Me encanta pasear por la Concha».

A la clase política actual le recriminó su contribución a reabrir el debate «entre las izquierdas y las derechas y las dos españas». «¿Por qué ahora nos fijamos en lo que nos separa y no en lo que nos une?, ¿merece la pena un país que no respeta su identidad, sus banderas, sus lenguas y sus raíces?», se cuestionó Irene Villa, quien arrancó una sonrisa del público al jugar con el doble sentido de que «España es la bomba». Y es que, según Irene Villa, «el auténtico sentido de la vida está en reírse».

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