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El 24 de junio de 2006, la entonces ministra de Fomento, la malagueña Magdalena Álvarez, descorrió la cortina de la placa que servía para inaugurar ... el flamante aeropuerto Granada-Jaén. Nunca hubo una obra tan rápida ni tan económica. Si el aeropuerto de Castellón fue el símbolo del derroche, el de Chauchina supuso un dos por uno. El artífice de esta simbiosis fue el otrora todopoderoso Gaspar Zarrías –jiennense–, que le concedió a su provincia un aeródromo a 90 kilómetros de distancia; y tan contentos.
Ahora hay una corriente que plantea aprovechar para Granada las conexiones del aeropuerto de Málaga. De paso, ya tendría Jaén aeropuerto internacional. Más allá del chascarrillo, a la idea convendría darle una vuelta.
Gaspar Zarrías fue el mismo que, un buen día del Fitur de 2006, se paseó por el stand de Granada y –sin esperarlo– anunció que la Junta contemplaba en sus planes el tren Granada-Jaén-Motril; una reivindicación que data del siglo XIX. Se encargó un estudio de viabilidad en 2009 por 480.000 euros del que nunca se ha sabido nada. O está guardado en un cajón o se pagó y no se hizo. [Lo escribo de vez en cuando por si acaso a alguien le diera por buscarlo].
El lunes acudo en el Auditorio Manuel de Falla a la gala de los Big Gourmand de Michelin. Son aquellos restaurantes que no tienen estrella –todavía– pero tampoco son para tiesos. Al acto en sí mismo convendría darle una vuelta. He visto sorteos de la Lotería más entretenidos. Pero es, sin duda, una gran oportunidad para Granada, que aspira a colocarse en el mapa de la gastronomía más allá de la tapa. [Cada vez que la cerveza sube diez céntimos quedan menos granadinos defensores a ultranza de la tapa 'gratis'].
Después de la entrega de placas –dejé de contar pasadas las cuarenta–, acudimos al cóctel. La economía de un país va bien cuando hasta te cuesta convocar a la gente para que acuda a una cuchipanda gratis. No es del todo el caso. Y empezamos a conversar sobre la gastronomía granadina y sus pretensiones.
Granada está llena de cocineros que podrían tener una estrella y nunca la han tenido. Lo que media entre una cosa y la otra es tenerla.
La primera que concedieron fue para el restaurante del hotel de cinco estrellas en La Bobadilla, en Loja. Me encuentro con alguien que lo conoce bien y me comenta la posibilidad –o no– de que pierda la distinción tras el cambio de dueños. Y me insiste en lo que ya sabíamos, que el hotel se promociona de un tiempo a esta parte por la provincia de Málaga. Entro en su web y así lo confirmo. Me apunta que hasta se presenta el teléfono fijo de tal manera que parezca de la Costa del Sol.
Estrella Michelin Granada-Málaga. Como el aeropuerto.
Esa distinción nunca compensó la deuda que existe con la gastronomía de esta tierra. Uno de los responsables de la guía advierte que no va solo de tener una buena propuesta; es una cuestión de estrategia. Sin ir más lejos, la que tiene Jaén, que ha reunido cuatro estrellas en 300 metros. Alguien que sabe de este sector me cuenta que coincidió en uno de estos restaurantes con esquiadores madrileños que se desvían –pongamos que a Bagá– en lugar de comer en Granada.
Las administraciones han captado la idea y se empiezan a plantear las cosas de otra manera. Por ejemplo, disputar la sede de una gala Michelin. De las de primer nivel.
CAPITAL EUROPEA
El lunes por la tarde participo en un encuentro convocado por el Ateneo sobre la Capitalidad Cultural. En algún momento tendremos que dejar de hablar para empezar a hacer. «Hay que dejar de darle vueltas al pollo», dice Antonio Lara.
Nos citan a varios periodistas, así que no esperen que salga de aquí ningún mensaje positivo. Si todo estuviera perfecto no harían falta periodistas. Coincido en el diagnóstico con Juan Ignacio Pérez: a día de hoy, nadie sería capaz de concretar cuál es el proyecto que Granada presenta para la efeméride de 2031. Quiero pensar que aún no corresponde con esa fase. Pero ya urge. Desde enero he percibido mayor dinamismo en la candidatura y la alcaldesa la nombra en todas sus intervenciones.
«Llevamos demasiado tiempo en el laboratorio y hay que pasar a los ensayos clínicos», apunta desde el público Paco Álvarez de la Chica. Somos todos muy críticos con el protagonismo –algunos piensan que excesivo– de la Universidad en este proyecto. En cambio, sostengo que es necesario. La UGR es el elemento de equilibrio para esquivar la confrontación política. Y también es la Universidad la que aporta a los profesionales cuando las administraciones no tienen presupuesto. Pero hay que evitar que la Capitalidad Cultural se convierta en algo abstracto y acaparado por las élites intelectuales.
Desde el público, la exdirectora de la Alhambra María del Mar Villafranca hace un apunte interesante. Se trata de una efeméride europea: ¿Qué puede aportar Granada a Europa? Y aquí veo una línea troncal del proyecto en un momento tan relevante como el que habitamos. Mi amigo Paco, que se lee esta libreta hasta la última línea –hay vicios peores, pero más divertidos–, me había escrito en la misma línea: ¿por qué no liderar desde Granada movimientos ciudadanos europeístas como los vividos recientemente en Roma? Esta provincia es punto de encuentro de civilizaciones. En un par de semanas acogeremos otra cumbre de líderes del Mediterráneo.
Hay que pensar a lo grande para no quedarnos pequeños.
CONSENSO Y POLITIQUEO
Asisto el martes a la conferencia de Alfonso Guerra en la Facultad de Ciencias Políticas. Otros, no. Si viniera cualquier ministro actual, probablemente, habría colas en el besamanos. Hay políticos que pasan a la reserva y se convierten en un incordio para algunos de los 'suyos'.
Define Guerra la Constitución de 1978 como un «armisticio». Y cuenta anécdotas sobre su elaboración. No fue la Constitución de los 'manteles', como se ha dicho y pensado. Solo comieron en una ocasión, el 22 de mayo, en un restaurante cerca de un estadio de fútbol; cuando los estadios de fútbol eran simplemente eso –se entiende que se refiere al Bernabéu–. En otra ocasión, reunidos en el Congreso, alguien salió a comprar sándwiches y al ver un fotógrafo apostado regresó con las manos vacías. Nunca más comieron en el transcurso de aquellos encuentros. Noches largas en las que Alfonso Guerra impuso sus criterios; no por ser más listo, sino porque dormía menos.
El periodismo también consiste en eso: tan importante como llegar el primero es marcharse el último.
Se refiere a las pulsiones independentistas y a los párrafos que introdujeron en su momento confiados en que todo sería de otra manera. «No te preocupes, nunca se va a aplicar», ironiza con las actuales pulsiones independentistas.
Apunto en la libreta varias reflexiones. De la nueva política dice que se ha tratado de una «estafa descomunal». La política no es ni vieja ni nueva; cuando hay que ponerle calificativos pierde su sentido y esencia.
Me hace pensar una reflexión: solo uno de los partidos que votaron la Constitución está sentado –con sus mismas siglas– actualmente en el Congreso. Termina con alertas de veterano sobre la actualidad. «Cuando un pueblo pierde la fe en sus instituciones el hundimiento democrático está asegurado». Y apela al consenso, que es tan aburrido como necesario.
[Nota sobre el 'consenso': el jueves, PP y Junts votan en el Congreso en contra de la ley para crear la Agencia de Salud Pública, a la que aspira Granada. Ambos partidos la habían respaldado la semana anterior en comisión. Junts dice que es otro intento del Estado para robarle sus competencias. Pero Junts no gobierna la Generalitat –no administra competencias– y resulta que Barcelona pretende también la sede de la nonata agencia. El PP cambia su voto como revancha por otras argucias anteriores del PSOE para evitar el debate de otras enmiendas.
Ni hay consenso ni política. Politiqueo].
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