Un millón de camas, ¿burbuja turística?

La libreta del director ·

Alcaldes andaluces defienden la necesidad de abrir el debate de la tasa para poder costear los servicios en los municipios turísticos. Aquí, algunas claves para la reflexión

Quico Chirino

Granada

Sábado, 30 de marzo 2024, 23:59

Anoto en la libreta los datos que me aporta Rafael Barba, secretario general de la Federación Andaluza de Hoteles. Me resultan tan abultados que me suenan a disparate, pero me envía Rafael los documentos con las estadísticas oficiales. Andalucía tiene 448.672 plazas en establecimientos ... hoteleros y otras 640.070 en pisos turísticos; que ya han superado al negocio tradicional. En Granada todavía no se ha traspasado ese rubicón; aunque hay 48.647 plazas en hoteles y 40.773 en pisos.

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La suma arroja más de un millón de camas para el turismo; en una comunidad en la que hay cuatro millones y medio de viviendas. Para una región de ocho millones de habitantes es como meter un 10% más cada fin de semana. Quien viva del mercado tiene que someterse a sus normas; y todas las burbujas explotan si se inflan en exceso. ¿De verdad es un modelo sostenible?

Granada es una capital tradicionalmente rentista, donde tener un piso turístico es una meta aspiracional; una forma cómoda de ganarse la vida o completar la renta. Tomo café con una de las cabezas pensantes de esta provincia, Gregorio Jiménez, que me deja una reflexión que explica el devenir de los días: «El granadino sabe que, sin levantarse de la cama, esta ciudad recibe tres millones de turistas». Esa suerte –casi regalada– probablemente haya condicionado la mentalidad y el emprendimiento en esta tierra.

Comparto estas notas con varios profesionales del sector en Granada en animada tertulia el Martes Santo, cuando la lluvia deja a las cofradías encerradas en sus templos y a los conspiradores resguardados en los bares. Pertenezco a los segundos. Uno de mis contertulios es de los que mejor conoce el negocio a nivel internacional; pero por su discreción pasa desapercibido en una ciudad que tiende a darle voz a quienes más desentonan; cuando cualquiera monta una asociación consigo mismo y ya se cree con derecho a intervenir en el debate público y hasta condicionarlo. Por eso se sobredimensionan a menudo los problemas y se infravaloran las oportunidades. Tendríamos más autoestima si escucháramos a las personas oportunas. Pero este es otro debate.

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Mi contertulio me advierte: «Esta ciudad empieza a tener un problema de gentrificación grave del que nadie habla»

Mi contertulio me advierte: «Esta ciudad empieza a tener un problema de gentrificación grave del que nadie habla». En definitiva, que hay más visitantes de los que los barrios pueden absorber y hay que buscar un turismo de calidad, que es la forma eufemística de referirse al que se gasta los jurdeles.

Y los ayuntamientos, cada vez más endeudados, tienen dificultades para sufragar los servicios. Recientemente fue el alcalde de Sevilla el que abrió la posibilidad de cobrar por acceder a la plaza de España. No es tan descabellado, en Granada cuesta dos euros entrar al Cuarto Real. José Luis Sanz erró porque se trata de un espacio de competencia estatal, pero detrás del aparente estrambote se escondía un problema serio: cuánto cuesta mantener el patrimonio en una ciudad histórica.

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El PP maneja ahora la posibilidad de la tasa turística, a la que era tan reacio en tiempos no tan pretéritos –antes de las elecciones municipales, sin ir más lejos–. Y Juanma Moreno se ha mostrado dispuesto a abordarla junto al sector, aunque la Junta ha matizado sobre la marcha y habla ahora de revisar la financiación municipal. Esto significa que el Estado transfiera más dinero a los municipios turísticos.

Cuando el sistema de financiación de las comunidades lleva una década pendiente de revisión, suena hasta ingenuo pensar que el Gobierno abra a corto plazo la caja de los ayuntamientos. El más reticente dentro del Gobierno andaluz es, precisamente, el consejero de Turismo, Arturo Bernal. Sin la participación de la Junta, no es posible la tasa. Es quien tiene que autorizarla, quien recauda y después transfiere a los ayuntamientos la cantidad que se pacte. Que tampoco tendría que ser del 100%.

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EN QUÉ SE GASTA

El sector turístico está, de entrada, en contra de la tasa. Pero ese es el posicionamiento de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Sottovoce, los profesionales granadinos no son tan tajantes.

Barcelona cobra un recargo a los turistas desde 2012 y sigue en el podio de las ciudades más visitadas. La diatriba no es tanto si se ahuyenta a los viajeros, sino en qué se invierte después y quién gestiona lo recaudado; que en Granada rondaría los tres millones de euros anuales. En esa línea se han situado en las últimas semanas, por ejemplo, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, y la alcaldesa de Granada, Marifrán Carazo. Ambos defienden que se abra el debate, se tome una decisión de consenso con el sector y las cantidades sean finalistas; es decir, que no se usen para pagar nóminas y repercutan en el turismo. No se trata únicamente de campañas de promoción, también de reforzar servicios de limpieza o de la Policía Local. La desconfianza surge de los antecedentes y los antecesores. Que el ciudadano no se fía del uso que hagan del dinero quienes les administran. Que pase con la tasa turística como sucedió con el canon en el recibo del agua; que se cobró pero no se invirtieron 700 millones de euros en las infraestructuras necesarias para combatir la actual sequía. Pero este también es otro debate.

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Uno de mis contertulios me deja otra frase tan realista y contundente que es difícil asumirla públicamente: «No esperemos que el colectivo empresarial granadino este por una evolución». Abrir el capítulo de la tasa turística no implica en sí mismo tener que implantarla; también se puede concluir lo contrario. Se trata de abordar sus ventajas e inconvenientes, costes y oportunidades; y hacerlo en el foro oportuno y con el sosiego necesario. Superar la argumentación simplista de que vendrán menos viajeros si se les cobra una tasa y afrontar de una vez qué tipo de turismo queremos y cómo se financian los servicios necesarios para conservar el destino y atender a los visitantes.

Si el modelo que perseguimos es, simplemente, el del millón de camas y cuantas más, mejor.

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