De pronto, se percataron de que el ambiente se había tornado en irrespirable. Ellos –los políticos–, que acudieron a los juzgados para denunciar al contrario hasta en el pueblo más recóndito. Los que compraron aplicaciones ensayadas en países dominados por el populismo para entrar en ... nuestros móviles durante las campañas electorales. Los mismos que redujeron el debate público a una disyuntiva entre buenos y malos. Los que movilizan a sus huestes en redes sociales. Aquellos que acabaron con la evidencia. Los que deslegitiman la crítica para ir sueltos de manos. ¡Qué escándalo! Ahora pretenden cerrar el Ricks's porque han descubierto que aquí se insulta y se juega.
La carta de Pedro Sánchez nos sitúa ante un escenario obvio en el que no habíamos reparado: si los políticos tienen también derecho a ser personas. Quienes se mueven en su entorno aseguran que –esta vez– no hay nada de tacticismo. «Está al límite. Hay que tener en cuenta la soledad de la Moncloa. Cuando pasa el último pasillo, se queda solo, con su familia. Ha explotado», cuenta un diputado. «Ya llevaba meses hablando de su desazón y hartazgo de la vida pública y el ambiente irrespirable que se vive de manera cotidiana, así lo ha manifestado en conversaciones privadas y a personas de confianza. Probablemente, ver a tus hijas y a tu mujer sufrir sin un horizonte de mejora son razones más que suficientes para hacerlo», justifica otro dirigente socialista el –por ahora– amago de dimisión del presidente.
Solo desde el plano personal se entendería la carta y una renuncia inédita en política. Porque el aparente detonante –la denuncia de Manos Limpias– no es nada que no hayan vivido otros dirigentes y de todos los partidos. El exalcalde de Granada Paco Cuenca sufrió un ataque más intenso y sostenido en el tiempo contra su pareja, que quedó judicialmente en nada. Más artificial, incluso, fue la prolongación de unas diligencias que lo mantuvieron bajo sospecha durante trece años por una firma en su etapa de delegado. También José Torres Hurtado se pregunta pasados ocho años por qué lo detuvieron.
¡Qué escándalo! Ahora pretenden cerrar el Ricks's porque han descubierto que aquí se insulta y se juega
Tampoco es nuevo que se tramite una causa a raíz de artículos publicados en prensa. En su momento, la Fiscalía –ahora tan reacia– abría investigaciones de oficio cuando los periódicos destapaban algún escándalo con indicios sólidos. También sucedió en esta provincia y hay un político condenado con sentencia firme del Supremo.
Igualmente contradictoria es la recurrente queja de los políticos por los juicios paralelos y la pena de banquillo de los periódicos y telediarios. Son ellos los que estiran los casos para buscar réditos electorales. ¿O acaso no es un juicio paralelo citar a 134 comparecientes en la comisión de investigación de las mascarillas en el Congreso? Y hacerlo en plena campaña de las catalanas. O los 56 citados por el PP en la comisión de Koldo en el Senado.
Por eso la carta de Pedro Sánchez únicamente puede valorarse desde la perspectiva personal. No lleva ningún membrete ni de Moncloa ni del partido. En el PSOE granadino hay vaticinios en todos los sentidos. «Cuando se serene tendrá que seguir. No veo otra opción», pronostica alguien próximo al secretario general socialista. «El primer día apostaba por la moción de confianza; ahora pienso que dimite», apunta otro cargo del partido. «Comparecer el lunes para anunciar que continúa lo sitúa en un espacio de mayor debilidad y le haría más vulnerable a la presión política de la derecha. Ni acabarían las denuncias a familiares ni tampoco evitaría escuchar de forma reiterada si piensa encerrarse en Moncloa nuevamente cuando vuelvan las críticas», se inclina otro por la dimisión.
Los políticos también lloran. Mañana lunes sabremos si con lágrimas de cocodrilo.
«QUIERO UN NOVIO NARCO»
La anécdota la cuenta el teniente de la Guardia Civil Lucas Barrientos en el debate sobre ciberadicción y menores que organizamos el martes junto a La Rural. Al concluir una de las charlas en un instituto, una profesora le relató lo sucedido con una alumna. «Seño, quiero un novio narco». Socialmente hemos legitimado el cultivo de marihuana. Bloques enganchados a la luz delante de nuestras narices. Ostentación, lujo hortera, dinero negro... Para algunos, ser narco es una opción de vida –la preferente– y para esta chica adolescente su destino aspiracional era tener una pareja que le permita vivir como aquellas otras mujeres que ve en las series de televisión o en las redes sociales.
Anoto también en la libreta la frase que recuerda el psicólogo Buenaventura del Charco: «Cuando algo es gratis, el producto eres tú». Por eso el periodismo es más fiable cuando cuesta dinero. Porque hacer periodismo cuesta. Cosa distinta es la propaganda.
«Cuando algo es gratis, el producto eres tú». Por eso el periodismo es más fiable cuando cuesta dinero. Porque hacer periodismo cuesta
«Los individuos nos vendemos a través de las redes sociales». Nos convertimos en el producto de un patrón desconocido; trabajamos altruistamente. Y, además, lo hacemos con gusto. «¿Por qué los seres humanos somos tan idiotas?», lanza una pregunta retórica la catedrática de Psicología Conductual Francisca López. Solo me atrevería a puntualizar que unos más que otros.
No lo somos –matiza la profesora–; sucede que necesitamos ser escuchados y que nos miren. Y justo esto nos lo aportan las redes sociales.
Para los jóvenes se han convertido en la única métrica para medir si tienen aceptación. Y aquí es donde radica el riesgo real a las adicciones. El director de Proyecto Hombre, Manuel Mingorance, explica que un alcohólico suele pedir ayuda a los veinte años; un consumidor de cocaína, a los quince. Y vaticina que los verdaderos estragos de las ciberadicciones no los empezaremos a calibrar hasta dentro de una década.
Paso después por la celebración de los cuarenta años del Defensor del Pueblo Andaluz. De Jesús Maeztu escribo en la libreta otra frase: «No tengo colores [políticos], tengo causas». Igual entiendo el periodismo.
Y acabo en la entrega de los premios Concapa. Uno de ellos lo recoge la teóloga y pedagoga Carmen Pellicer, de quien tomo la última reflexión del día para mi cuaderno. «No podemos cambiar un país sin cambiar el sistema educativo. Y eso no se consigue los 'hunos' contra los 'hotros'», cita a Miguel de Unamuno.
Y compruebo que todos los mensajes que he escuchado están, en realidad, conectados. Un sistema educativo –el actual– y una sociedad –con sus redes sociales– donde una chiquilla quiere tener un novio narco. Mejorarlo no es una cuestión de color político. Es una causa.
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