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La mejor manera de que no se malinterpreten tus opiniones es evitar opinar sobre todo. Es complicado, en un tiempo donde cualquier asunto se traslada ... a la confrontación política. Podemos elegir las palabras, pero no controlamos su interpretación. En contra del acervo popular, tampoco somos dueños de nuestros silencios. También los silencios tienen un sentido y un significado.
Resulta curioso, pero a menudo, aquellos que defienden que cualquier decisión es criticable tienen la piel muy sensible cuando los criticados son ellos.
La vicepresidenta María Jesús Montero se ha enredado esta semana en la telaraña del relato. Es difícil desdoblarse de miembro del Gobierno a candidata de la oposición. Del atril institucional, a la tribuna del mitin. Porque aquello que en un escenario es asumible, en el otro resulta improcedente.
Hay puntos en la cronología de lo sucedido que han pasado desapercibidos, pero que ayudan a comprenderlo todo mucho mejor.
El viernes por la mañana, la decisión del Tribunal Superior de Cataluña de revocar –por unanimidad– la condena a Dani Alves cogió a María Jesús Montero –en el rol de vicepresidenta– precisamente en Granada, en el acto de homenaje de los 50 años de 'España en libertad'. «Me van a permitir ser prudente, porque no he leído el auto, no sé exactamente en qué lo fundamenta», declaró.
24 horas después, ahora como secretaria del PSOE de Andalucía, Montero acudió al congreso del partido en Jaén. Ya habría leído los argumentos de las magistradas María Ángeles Vivas, Roser Bach y María Jesús Manzano y el magistrado Manuel Álvarez. «Qué vergüenza la sentencia de Dani Alves [aplausos]. Qué vergüenza que después de todo lo que nosotras hemos recorrido para luchar contra la violencia de género, (...) que vergüenza que todavía se cuestione el testimonio de una víctima y se diga que la presunción de inocencia está por delante del testimonio de mujeres jóvenes valientes que deciden denunciar a los poderosos, a los grandes, a los famosos».
No fue por tanto una reacción improvisada, llevada por el fragor de un mitin. Se trató de algo meditado y reposado. Compartido y aplaudido. De hecho, aún hoy los socialistas en privado defienden el fondo del argumento. «Hay que estar con la víctima». El problema está en la «literalidad».
Las frases literales son una encerrona
Aquella manifestación del sábado por la mañana fue respondida por la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, que afeó a Montero sus «intervenciones populistas» y sus «ataques a los jueces», obviando «los principios democráticos más básicos».
La misma tarde del sábado, María Jesús Montero cerró también el congreso del PSOE en Granada. Pero, esta vez, en 41 minutos de intervención no hizo ninguna alusión al 'caso Alves'. Aunque, como ella misma recordó, estaba presente la secretaria de Igualdad de su ejecutiva, la granadina Olga Manzano. Hubiese sido oportuno. Abundó en los argumentos de la batalla cultural, la defensa de la sanidad y la educación pública… Pero el titular ya estaba colocado.
El domingo la polémica aún transitaba por el terreno político. Montero advirtió al PP que no iba a admitir lecciones y precisó entre tanto ruido: «Lo que quise decir y mantengo es que la presunción de inocencia no debe impedir que podamos expresar nuestro rechazo a que de manera sistemática se cuestione a las mujeres que son víctimas de agresiones y del machismo». Más cerca de una ratificación que de una rectificación.
La dirección del PSOE y sus ministros respaldaron a Montero pese al inusual comunicado conjunto de las asociaciones de jueces y fiscales. El ministro –y magistrado– Grande-Marlaska introdujo un matiz que no se interpretó bien pero que resulta oportuno: los jueces, cuando redactan sentencias de tanta trascendencia, también deben ser pedagógicos y explicar sus argumentos.
No hubo ningún giro en la posición de María Jesús Montero hasta que se sumó a las críticas el renovado CGPJ, presidido por la progresista Isabel Perelló.
«Si de la literalidad de la expresión se puede entender que pongo en cuestión la presunción de inocencia, la retiro y pido disculpas. Pero quiero ir al fondo del asunto. La presunción de inocencia no puede ser incompatible con la credibilidad y la fiabilidad del testimonio de las víctimas. Creo que esta sentencia es un retroceso con esos avances y se tiene que generar el debate social que permita ver de qué manera podemos no revictimizar a las víctimas». Debate, desde luego, se ha generado.
Y cuando todo parecía zanjado, el miércoles, Montero incluyó una variable aún más controvertida: «A mí me llama la atención que las asociaciones salgan a criticar mis declaraciones» y no tengan esa misma «contundencia» cuando el PP «dice que van a controlar la sala segunda del Tribunal Supremo, cuando se critica al Tribunal Constitucional o cuando algunos magistrados, puntuales, hacen pronunciamientos o manifestaciones políticas en contra de leyes como la de la amnistía. No veo la misma contundencia».
Pero si lo que se pretende es verdaderamente un debate jurídico, tal vez, convendría que no lo protagonizaran los políticos. Recupero en la libreta las reflexiones del magistrado del TSJA Miguel Pascuau. «Si la prueba principal de una agresión sexual es el testimonio de la denunciante, el tribunal no es que pueda, es que tiene la obligación de plantearse la posibilidad de que ese testimonio no sea creíble o no sea fiable. Tanto en primera instancia como en apelación». «En todo caso, el derecho fundamental a la presunción de inocencia impide todo automatismo en la valoración del testimonio de la persona denunciante. Es importante entender que en ningún juicio penal (tampoco en este) puede partirse de la premisa del 'Yo sí te creo'».
Lo controvertido del caso es que, en una misma sentencia, puedan coexistir una víctima y un 'no culpable'. Un testimonio que, aunque resulte creíble, no sea del todo fiable. Y que, ni aunque la sentencia cuente con unanimidad, se pueda concluir que la «hipótesis verdadera sea la que mantiene la defensa del acusado».
Eso es lo que socialmente resulta complicado digerir. Abunda Pascuau: «Nada impide que se siga considerando como víctima a la denunciante, en la medida en que unos u otros la crean. El TSJC no asegura que no sea víctima. Sólo que no puede condenar penalmente a Alves porque ha entendido que las pruebas no son suficientes».
En una batalla cultural, como en todas las guerras, la primera víctima es la verdad. Después, las palabras.
EL SUR COMO TALENTO Y METÁFORA
Acudo el lunes en Madrid a la entrega de los Premios Talento Andaluz. Solo me doy por aludido en un 50%. Están Juanma Moreno e Isabel Díaz Ayuso; tan diferentes en las formas; a veces, coincidentes en el fondo. Está bien que Andalucía se presente en Madrid sin complejos y acapare los focos durante una tarde. Aunque el objetivo –y no lo eludió el presidente de la Junta– debe ser que el talento andaluz se quede en esta tierra, sin necesidad de salir fuera para triunfar.
Protagonismo granadino con Lola Índigo, que menciona a Huétor Tájar: «En un pueblo uno se cría libre. Si no hubiese crecido allí, no sería artista». Y anoto en la libreta su reflexión: «A veces se me neutraliza el acento y yo no quiero ser nuestra». La neutralidad tiene que ser como la cerveza sin alcohol; aburrida como un día nublado. Solo le ha sacado partido Suiza, hasta que Trump le ha impuesto unos aranceles del 31%. Por neutrales.
Raúl Berdonés –desde la Chana al mundo– recoge otro de los galardones. Pocos ejemplos similares habrá de alguien que lo tenía todo en contra y tomó, a simple vista, todas las decisiones equivocadas. Pero, sin embargo, ganó por la pasión y la entrega. «Granada es una ciudad de luz y pensamiento», defiende desde el atril.
Sube al escenario Emilio 'Caracafé', el 'tito' de la Fundación Alalá, que recoge a niños de las tres mil de Sevilla o de Jerez y les otorga un sentido a través del flamenco. Lo de 'Caracafé' es lo más parecido a bailar con la guitarra y taconear con el pulgar de la mano derecha.
Y entonces recuerdo la teoría del Sur de Luis García Montero, que la almeriense María del Mar Pageo, presidenta de Cruz Roja, esboza al recoger su premio. Vivir en Andalucía implica comprender el valor ético de la lentitud. Si acaso no somos algo que trasciende a una realidad geográfica o política: una metáfora. Una tierra trabajadora, emprendedora y con talento, pero que aprecia la contemplación y la calma. «La falta de prisas resulta imprescindible también para el cuidado de los otros. Cuidar, cuidarse, recibir cuidados, elegir con cuidado, son actos de una vida incompatible con la velocidad».
El sur, talento y metáfora.
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