![¡Por qué te quiero tanto, Almería!](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/201907/14/media/cortadas/Imagen%20JGD-AlmerIa-kDLI-U80755536554GAF-984x608@Ideal.jpg)
¡Por qué te quiero tanto, Almería!
Crónicas granadinas ·
Mi cuerpo ya no es mi cuerpo, pero mi alma, que aún está entera a pesar de los alisios de la salud, responde como debe ser, con mi agradecimiento y mi memoriaSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Crónicas granadinas ·
Mi cuerpo ya no es mi cuerpo, pero mi alma, que aún está entera a pesar de los alisios de la salud, responde como debe ser, con mi agradecimiento y mi memoriaTico Medina
Granada
Domingo, 14 de julio 2019, 01:45
Como todos los años por estas fechas, recibo la invitación de 'La Voz de Almería' y su director para asistir a sus premios del verano en esa guapa y luminosa geografía de Vera, donde uno estuvo hace ya tantos años, tantas veces. No me va a ser posible asistir como sería mi deseo. Mi cuerpo ya no es mi cuerpo. Pero mi alma, que aún está entera a pesar de los alisios de la salud, responde como debe ser, con mi agradecimiento y mi memoria.
¡Ay la memoria, mi recuerdo de Almería! Aquel libro que publiqué con la ayuda de la Diputación, reuniendo mis crónicas del diario Pueblo hace más de medio siglo. Se llamó como la serie, 'Almería al sol', y en la portada había una vajilla de Níjar espléndida, volcánica, picassiana, bellísima... Ya no queda ningún plato, pero sigue entera en la memoria. Como aquel genio que se llamó Jesús de Perceval, pintor de las mojaqueras con el cántaro de barro a la cabeza. Su hija a veces me invita a estar cerca de ella en los medios...
Y Pepe Richoli, el maestro de la guitarra que hizo redención de penas en la cárcel de Valladolid después de la guerra. Gitano de ojos grises que enamoró a Brigitte Bardot cuando Almería era Hollywood, a la que vi rodar desnuda en la película 'Los joyeros del claro de luna'. Lo recordé con ella hace algún tiempo en su casa de París, cuando me dijo. «Ya sabe que he puesto a Hola una condición: no hablar de mis amores». Entonces pensé: «Pero es que señora mía, yo estoy enamorado de usted como un asno...»
Y otro recordatorio: Ayer se nos murió a todos un poco Eduardo Fajardo, que fue galán de cine y amigo mío...
No puede olvidar tampoco a John Lennon, al que entrevisté cuando rodaba en Almería aquella película con Richard Lester de director. La titulé: 'El último profeta'. Hoy la titularía igual.
Aguadulce, la torre de la Virgen de la Mar, el perfume azul del tulipán negro de los elegantes hermanos de la Puerta Purchena. ¡Cuántas veces, muchos años después, mientras escribía las memorias de Anthony Quinn, 'Corazón abierto', recordábamos aquellos días con Claudia Cardinale, haciendo 'futing' y, tras ella, el Rolls blanco alquilado por la productora con un chófer negro de Namibia!
Mi como hermano Manolo Luque, que daba como tapa a quien iba a tomar un vino en su Puerto Rico mi último reportaje de Almería que acababa de llegar en el tren de la mañana.
Aquel día, lo he contado muchas veces, me topé con un joven que llevaba una talega en la mano y una maleta atada con una cuerda: «Me llamo Manolo Escobar y me marcho a Cataluña con mis hermanos a ver si tengo una oportunidad».
–«¿Yusted a qué se dedica?»
–«Soy cantante y vengo de ser temporero de los campos de Níjar, donde he estado trabajando en las frutas y las verduras».
Cuando el milagro de la arena, cuando aún no estaban tendidos los plásticos de los primeros invernaderos, Lawrence de Arabia en casa de Pedro, en el primer piso del restaurante, cuando hice de muerto en la película inolvidable.
YManolo del Águila, leyéndome sus versos magníficos, nuestros, 'nuestrísimos', en su casa con fuente y patio de la Almería antigua de la catedral, donde ya se escribía de San Valentín que murió soltero, solterón, aunque era el santo del amor.
Almería de la ermita de Federico, donde ocurrió el gran drama que dio lugar a la leyenda del poeta.
Hasta hace poco, tenía conmigo un pedazo del barro barroco de aquella ermita que ya debía ser monumento nacional.
Encarna Sánchez, que empezaba entonces, reina de la radio de España y de América, y que entregó las uvas verdes de aquel premio inolvidable, el Cabo de Gata, antes de que fuera el Cabo de Gata.
La sortija de oro de las minas de Rodalquilar, que aún me acompaña y me sobrevive, y que muestro como un tesoro.
Vicente Ferrer, el enterrador que pintaba en el cementerio cuando tenia ratos libres: «Me permito el lujo de pintar mi modesta cueva todos los años de una manera distinta, con los estilos que me da la gana».
El hotel camino de Aguadulce donde escribí mis últimos capítulos de las memorias de Lola Flores mientras Richoli me tocaba la guitarra. ¿Sería aquel niño que siempre estaba cerca de él el maestro Tomatito, único en su genero y al que el otro día vi en el AVE?
Me entregaron una alcazaba de premio. Busqué a un hermano de Burt Lancaster decían que andaba por las tierras de Almería. Salté al cuello de Goytisolo, que acababa de escribir su gran documento sobre la Chanca. Traté de encontrar lo que había bajo la piel seca y hermosa de Almería, ¡ay mi Almería! Y su hermosa bahía...
Humilde y culta de los años de los dolores y los amores. Y también de los sabores. Aquel paisaje inolvidable donde el océano era un espejo.
Almería eterna, en su profundo mar, los más grandes meros del mundo, azules barcos, aquella taberna donde tanto y tan bien se hablaba de flamenco. Aquella Almería de Roquetas, donde estaba mi tío de comandante de puesto. Los jamones de Serón, a la que llamé, por sus casas colgadas, la Cuenca de Andalucía. ¿Seguirá viva la leyenda de que en la Sierra el pueblo de Los Filabres declaró la guerra a Napoleón Bonaparte? ¿Se habrá arreglado el histórico litigio?
Almería de mi alma, todavía tan cerca y tan lejos de Granada. En Mojácar aún mantienen una calle que lleva mi nombre. Fue el agradecimiento de un alcalde por poner sobre el mapa, según sus propias palabras, la leyenda de que Walt Disney era de padres mojaqueros que habían emigrado a Estados Unidos por el hambre del hombre.
Aún permanece esta Almería de hoy, crecedora, magnífica, solidaria, solitaria, junta, pero no revuelta. Almería de la sal, del sol. Almería puerto de mar, mármol mejor que el de Carrara con el que se han levantado casi todos los palacios de los últimos jeques del desierto.
Almería, aquel encuentro con un cabrero:
–«¿Con quién tengo el gusto de hablar?»
–«Soy dios, ese es mi nombre y mi destino».
–«¿Yqué coño hace tan lejos?»
–«A ver si puedo arreglar el mundo, que buena falta le hace».
No todos los días se encuentra uno con dios de paisano. Acababa de escribir Mihura aquello de: «Míralo por donde viene vestido de revisor. Se vista como se vista, ¡cómo se nota que es dios!».
San José, Cuevas del Almanzora, donde nació el poeta Villaespesa. que fue capaz de escribir una verdad como un templo. «Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada».
Y recuerdo Palomares, donde nació mi amigo Carlos Herrera. Palomares, 24 horas después de que los aviones chocaran cargados de bombas atómicas, me mandan ir a Almería, enviado espacial aquel día, sentado en el motor todavía humeante uno de los aviones que estuvieron a punto de traer el fin del mundo. «Si algún día tengo una hija, le pondré de nombre María del Mar».
La casa blanca de David Lean en aquel pueblo de las puertas celestes... A veces, me falla la memoria, voy camino de los 85, se me olvida alguna cosa... Juan y Medio, tan de Almería hasta el final del alma, que me da el pan y, a la par me enseña.
Que si me pierdo, que puedo perderme, que me busquen en Almería. Cronista oficial de Granada y sus pueblos, tan lejos, pero tan cerca en mi masa de la sangre de Almería, ¡ay mi Almería!
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Inés Gallastegui | Granada
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.