Obituario en Granada
«Yo no quiero vivir en la calle»Obituario en Granada
«Yo no quiero vivir en la calle»Carmen dormía bajo las estrellas en las calles de Granada y ahora descansa entre ellas, brillando como sus dicharacheros ojos brillaban cuando desayunaba en Calor y Café, reconfortada entre esas cuatro paredes de amor y compromiso. Nos conocimos en el verano del año 2023 y lo pasamos de alguna manera juntos. Quedábamos semanalmente y tras saludarnos en las mesas de esta asociación nos íbamos a pasear por la Granada desértica en el tórrido ferragosto.
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Carmen era una persona encantadora, amigable, cariñosa, combativa, luchadora y también triste, sola, desesperada, arruinada, con muy mala suerte, huidiza y vacía. Los únicos amores que le quedaban eran sus tres perros. De ellos, 'Tuercas' le hacía especial tilín, quizá porque era el más joven de los tres. Murió atropellado recientemente. El destino perseguía a Carmen. Los otros dos, 'Cala' y 'Tron', muy mayores, esperan ser adoptados en un refugio.
Pasear con Carmen era vivir en su reino de calles y plazas. Amable infinita, era la marquesa de los saludos y la condesa de los piropos. Le encantaba pararse a charlar con todo el mundo mientras deambulábamos sin rumbo porque cada esquina de la ciudad. era su reino, y en él dormía y, simplemente, sobrevivía.
Su vida fue, directamente, una mierda. Siento escribirlo así. A cambio, me guardaré todas las desgracias que tuvo que sufrir y que la persiguieron desde Jerez a Granada; desde el Cortijo de los Cipreses hasta Cartuja, algunos de los lugares donde malvivió y donde, justo cuando empezaba a ser feliz, las enfermedades, los accidentes y los hideputas lo impidieron. Tal cual.
Prefiero recordar a Carmen abriendo la verja del antiguo solar del Butano del Camino de Ronda para enseñarme su 'casa', entre unos arbolillos y pegados a uno de los muros, tenía todos sus bártulos y sus tres perros. Yo, me moría de pena. Para ella, era su vida sin hogar, sin familia, sin pareja, sin amigos.
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Por eso preguntaba tanto. Preguntaba mucho más que yo, que ya es decir. Y se sorprendía, y se le marcaba una sonrisa en su carilla morenita con unos hoyuelos. Y era todo candor. Entonces, lo celebrábamos. Nos íbamos a algún barecillo de la zona y nos tomábamos un aperitivo, unas cañicas. Y esperábamos con cierto nerviosismo la tapa. Cuando aparecía y era de jamón asado era como una Nochevieja con dieciocho años.
Así recuerdo a Carmen. Así quiero recordarla para reivindicar justicia social, compromiso de las administraciones y gratitud hacia las asociaciones que trabajan con las personas sin hogar. Pondré una frase más, que tenía guardada en el texto que iba a escribir sobre Carmen pero que al final nunca vio la luz. «Yo no quiero vivir en la calle», me decía mirándome a los ojos. Sabía perfectamente por qué. En esa calle en la que no quería vivir ha muerto.
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