Detención y libertad provisional del sospechoso del tiroteo

Reabre el campo del Inacua de Granada y los niños vuelven a entrenar: «Tenemos un ojo puesto en las ventanas»

Las tardes en la avenida Federico García Lorca de Granada han recuperado su color. Los padres, con prisa, buscan aparcamiento, o paran unos segundos en segunda fila. Los niños del club We Are Football bajan de los coches con una sonrisa de oreja a oreja y echan a correr hasta la entrada lateral del centro deportivo Inacua. Allí se encuentran con sus compañeros. Se abrazan. Había ganas de volver a entrenar. El campo de fútbol fue clausurado hace un mes tras producirse unos disparos y los niños han tenido que entrenar y jugar en otras ubicaciones. Las balas hirieron a dos familiares que veían desde la grada un partido infantil. Aquel episodio dio paso a un nerviosismo colectivo y a una ardua investigación que terminó con la detención del presunto autor el pasado jueves por la mañana, por lo que el campo de fútbol fue reabierto esa misma tarde. Al día siguiente, el juzgado ordenó la puestaen libertad provisional del sospechoso.

En la grada hay una veintena de padres. Otros, sin embargo, han decidido no llevar a sus hijos por miedo a que el presunto tiroteador pueda actuar de nuevo, según han comentado a este periódico, pero son los menos. La mayoría de chavales regresaron a los terrenos de juego el pasado fin de semana, cuando ya se celebraron partidos. Esta semana por la tarde, tras el puente, varios equipos entrenaban de forma simultánea en el campo. El club ha asegurado a este periódico que la actividad está ya al 100% y están «centrados» en volver a la normalidad.

Los padres que acuden de nuevo cada tarde a disfrutar del entrenamiento comentan la noticia, adelantada por IDEAL, de que el individuo ha quedado en libertad provisional. «Tenemos un ojo puesto en las ventanas, no vaya a ser que vuelva a disparar», asegura un hombre mientras observa a su niño entrenar. «Y el chaleco antibalas puesto debajo», bromea su compañero. Pese a las risas, propias de un ambiente de confianza, están preocupados. La palabra que define lo que sienten es «inquietud»; no entienden por qué no sigue entre rejas la persona que les ha mantenido en vilo durante un mes. «Me da miedo pensar que no se ha encontrado el arma», asegura una madre, sentada junto a su hijo pequeño en la misma grada donde se produjeron los disparos.

Unos metros a la izquierda, un amplio grupo de padres y madres debaten sobre el tema. «Mira aquel edificio, desde allí creemos que disparó. No son pisos precisamente baratos, ni para comprar ni alquilar», comenta un padre. Una imagen del sospechoso corrió como la pólvora por grupos de WhatsApp. «Sabemos quién es», sentencian. Como suele ocurrir en estos casos, tienen varias hipótesis sobre por qué lo hizo, que de momento no han sido confirmadas por la Policía Nacional, encargada de la investigación.

«Después del trabajazo de la Policía, la tranquilidad viene cuando sabes que está donde tiene que estar, preso, y que salga si hay una sentencia a su favor. No estamos tranquilos, pero ahora lo importante son los niños. Bastante han pasado ya, ahora que piensen en lo suyo», manifiesta otro familiar. Ese es el comentario más repetido: los más de 600 chavales que forman parte del club merecen volver a su rutina.

«Han estado un día entrenando en Chauchina, otro en Láchar, otro en Cájar... No es lo mismo, ellos están acostumbrados a su campo de siempre. Ha sido un cambio muy grande para ellos y un trastorno para nosotros», apostillan los progenitores. Frente a ellos, los jugadores dan lo mejor de sí. «¡Un zigzag y rodeamos la portería, todos atentos!», exclama uno de los entrenadores. Sobre el terreno, ajenos a disparos, detenciones y debates, los chicos hacen lo que mejor saben hacer. Disfrutar del deporte en su campo de siempre.

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