Sergio tuvo un accidente hace dos años. Ahora usa las gafas como terapia cada semana. PEPE MARÍN

Re-Cognition, innovación granadina

Realidad virtual para cerebros dañados

Dos neuropsicólogos y un ingeniero crean una tecnología que mejora las terapias tradicionales en la rehabilitación de ictus y traumatismos craneoencefálicos

Jueves, 1 de agosto 2024, 00:02

Sergio Cervera, 39 años, se despistó y su vida cambió en un parpadeo. El camión que conducía desde Madrid acabó colgando de un puente, en Jaén. Dos años y dos meses después, todo le cuesta mucho más: andar, hablar, prestar atención... «Es lo que hay. ... Pero al menos puedo contarlo», dice sonriente mientras se coloca unas gafas de realidad virtual en las que se lee 'Re-Cognition'. Al momento, está en un precioso patio granadino, junto a una bandeja de carne y una barbacoa. Con sus propias manos, coge un cuchillo, corta los ingredientes y prepara varios pinchitos. Luego los coloca ordenadamente en la bandeja y espera a que se cocinen. Al lado de Sergio, en el mundo real, la neuropsicóloga Ana Ibáñez asiente orgullosa: «Hemos demostrado que nuestra terapia, la terapia con realidad virtual, funciona mejor que la clásica».

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Top 50

La Junta de Andalucía seleccionó a Re-Cognition como una de las 50 empresas andaluzas más innovadoras de 2024.

Sergio es uno de los 170 pacientes que pasan cada semana por el centro Daño Cerebral Granada, en la Chana. Esta asociación les ayuda a recuperar, en la medida de lo posible, sus capacidades cognitivas y a superar el trauma. «Principalmente, vienen personas que han sufrido ictus o traumatismo craneoencefálico», explica José María Torralba, uno de los cuatro neuropsicólogos que trabajan en el centro.

El ingeniero Luca Mefisto y los neuropsicólogos Ana Ibáñez y José María Torralba, tras una sesión con Sergio. P. M.

Para esta misión tan compleja, existen una serie de terapias en las que se usan objetos de distintos colores para ejercitar la atención, la agilidad y otras habilidades. Sin embargo, estos ejercicios pensados para recuperar la vida normal, están muy alejados de la cotidianidad: pon la caja azul en la tabla amarilla, mueve la flecha verde al lado contrario... «Hay evidencia científica de que las terapias, cuanto más cercanas a la actividad diaria, más rehabilitan», indica Ibáñez.

Las manos de Meta

Hace seis años, Torralba e Ibáñez acudieron a una charla de Luca Mefisto, ingeniero granadino experto en realidad virtual que actualmente trabaja en Meta (la vieja Facebook). Querían pedirle consejo para usar la realidad virtual con sus pacientes. «La realidad virtual y la neurología van de la mano: hacer pensar al cerebro que estás en otro sitio –dice Luca–. Me interesó el tema y, en vez de dar consejos, me puse a trabajar con ellos». Así fue como nació un sistema innovador con el que los pacientes podían hacer terapias 'imposibles'.

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Ana acompaña a Sergio; imágenes de una de los espacios del sistema de realidad virtual.

«El ritmo clínico es frenético –explica Ana Ibáñez–. Si cada vez que acabas una sesión tienes que preparar una mesa, perdíamos mucho tiempo». Además, para los neuropsicólogos era fundamental que la tecnología fuera «lo más natural posible», es decir, que no fuera complicada de entender y que, sobre todo, no necesitara mandos. «Los pacientes tenían que usar sus propias manos y esa es precisamente mi especialidad, en lo que trabajo cada día en Meta», apunta Luca. Y, al ser un sistema digital, se pueden sacar datos de todo. «Si le pido a alguien que recoja cien naranjas, puedo ver cuánto tarda en reaccionar a la orden, en mover la mano, en ir de una naranja a otra, si le cuesta más coger las de abajo o las de arriba... Eso en la vida real es imposible».

«¿Y sabes qué es lo más importante?», pregunta Torralba. «Que los pacientes les gusta y están motivados. Si no estás motivado, no funciona. Mira, lo mejor es que pruebes la experiencia».

Dentro

Con las gafas se ve el mismo despacho en el que estábamos antes. Todo es real. Solo que en la pared aparece una pantalla que nos da la instrucción: «toca el reloj y el teléfono». No hay mandos, nuestras manos se han 'metido' dentro del mundo virtual y la sensación de realidad es brutal. Unos segundos después, sobre la mesa –que podemos tocar– hay una serie de objetos virtuales. Tocamos el reloj y el teléfono y un nuevo reto aparece. «Ahora te llevo al jardín», dice Luca, que desde el ordenador puede seguir la sesión. Tras el parpadeo, aparecemos en un Carmen granadino que casi se puede oler.

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Re-Cognition es fácil para los pacientes pero también para los terepautas. Todo se controla a través de una página web muy intuitiva. «Hace unos meses me tuve que conectar desde Japón para ayudar en una sesión –recuerda Luca–. Y hay pacientes que antes tenían que venir desde Motril y con esto no tienen por qué».

A principios de año, José María, Ana y Luca decidieron convertir el proyecto en una empresa. «Empezamos por la neurociencia y la rehabilitación, pero sería ridículo que no pudiera usarse en otros centros. Así que salimos al mercado tranquilamente». En estos meses ya se han vendido 30 licencias por toda España, aunque el crecimiento, dicen, es exponencial. «Se corre la voz en los congresos. Ya lo usan centros de Parkinson, de Esclerosis Múltiple, en universidades, centros clínicos... Hay siete tesis de la UGR que han usado el sistema y hemos ganado varios premios en congresos. Los datos son buenísimos». Así, la Junta de Andalucía seleccionó Re-Cognition como una de las 50 empresas top en innovación de 2024.

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Durante la sesión. P. MARÍN

«El precio de la licencia, desde 25 euros al mes, es muy accesible porque venimos de una asociación», subraya Ibáñez. A lo que habría que sumar unas gafas Meta Quest, que rondan de los 250 a los 550 euros. «Nuestro sistema crece a diario. Hay gente que se tira ocho meses desarrollando un producto sin probarlo con pacientes. Nosotros hablamos con ellos a diario, les preguntamos qué necesitan y lo hacemos. ¿Tienes problemas para poner la vajilla? Pues hacemos una vajilla».

Sergio se quita las gafas y vuelve a sonreír. «Hago muchas cosas. Esto es bueno, sí. Es bueno. Porque la vida te cambia en un parpadeo. Y ahora puedo contarlo».

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