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Casos. Manuel Martín examina un expedienteen su despacho. Ramón L. Pérez
Las reclamaciones más raras al Defensor del Ciudadano de Granada: desde un bolso falso a un embarazo sorprendente

Las reclamaciones más raras al Defensor del Ciudadano de Granada: desde un bolso falso a un embarazo sorprendente

La gran mayoría de las cuestiones que llegan a Manuel Martín están plenamente justificadas, pero, de cuando en cuando, ha de tramitar asuntos que se mueven en la frontera entre lo cómico y lo dramático

Carlos Morán

Granada

Martes, 17 de agosto 2021, 00:50

La mujer paseaba por el centro de Granada y sus ojos se quedaron anclados en un muestrario de bolsos de marcas de relumbrón que ofrecía en plena calle un joven africano. Con su característico comportamiento huidizo para prevenir la llegada de la policía, el vendedor clandestino vio que estaba ante una posible clienta y dijo un precio de risa: 20 euros por un complemento de una firma que no tiene productos que bajen de los mil.

Era un chollazo. Yla dama se lo llevó. Cuando llegó a casa, su familia alabó la confección y el acabado del bolso. «No está mal para ser falso», le dijeron.

–«¿¡Cómo falso!?», exclamó ella perpleja e indignada.

–«Lo has comprado a un mantero y sus mercancías son falsificaciones. Lo sabe todo el mundo. Por eso te ha costado 20 euros», añadieron sus allegados.

A simple vista, parecía que la afectada había encajado el golpe con deportividad. Pero no era así. Estaba dispuesta a llegar hasta donde fuera para quejarse de lo que le había ocurrido. Y, efectivamente, formuló una reclamación ante el Defensor del Ciudadano de Granada, una institución que dirige Manuel Martín desde hace casi una década. A pesar de que la demanda, como mínimo, era chocante, la oficina de Martín tramitó el requerimiento y escuchó a la damnificada. «No pudimos hacer nada más. Es evidente que cuando se compra algo fuera de los canales comerciales legales, no puedes exigir nada: no hay ticket de compra... nada... Se lo explicamos, pero ella no acababa de quedarse conforme. Pero nosotros cumplimos con nuestra misión de atender las quejas y sugerencias de los ciudadanos. Siempre lo hacemos por raro que nos parezca. Ysi no podemos dar una respuesta porque el asunto no es de nuestra competencia, archivamos al caso y remitimos a la persona a la administración correspondiente», explica Martín.

Camas separadas...

Lo cierto es que la gran mayoría de las cuestiones que llegan al Defensor del Ciudadano están plenamente justificadas y precisan de una orientación urgente o de una solución igualmente apremiante. Pero también es verdad que, de cuando en cuando, han de manejar a alguna especie extraña, historias que se mueven en la frontera entre lo cómico y lo dramático. O que simplemente no hay por dónde cogerlas. Pero Martín las coge. «Lo fundamental es que nadie se quede sin una respuesta», reitera la filosofía de trabajo de la institución municipal.

En el episodio que se narra a continuación también hubo una contestación, pero seguro que no convenció a los 'perjudicados'. En realidad, era prácticamente imposible encontrar una reparación para lo que les pasó. Era una pareja que había pernoctado en un hotel de Granada y habían solicitado que la habitación tuviera camas separadas. Pero cuando fueron a tomar posesión de la 'suite' se encontraron con que solo había un lecho de matrimonio. Protestaron, pero el establecimiento aseguró que no había manera de satisfacer su petición. Total, que se acostaron juntos.

Unas semanas más tarde, la pareja se llegó hasta las dependencias del Defensor para 'denunciar' que la mujer se había quedado embarazada aquella noche del catre único y que el hotel en cuestión debía corresponsabilizarse del 'accidente'. «Archivamos la queja», resume Martín el desenlace.

El cartel del pomo

Sin abandonar el sector de los alojamientos, la oficina recibió en otra ocasión a un matrimonio que había pasado unos días en un hospedaje de mucha alcurnia.

Fue un regalo de sus hijos y el sitio les encantó. Pero tenían una queja: durante su estancia en el 'cinco estrellas', tuvieron que hacerse la cama y limpiar la habitación. Y no entendían que un establecimiento tan lujoso delegase esas tareas en los clientes. «Lo que ocurrió fue que, al levantarse, veían colgado en el pomo de la puerta el letrerito que dice: 'Por favor, arreglen la habitación'. Ylo interpretaron mal», recuerda Martín.

Boli prestado

En otra ocasión, un consumidor se presentó en el despacho del Defensor del Ciudadano para reclamar que había pedido el libro de reclamaciones en un comercio y, como es preceptivo, se lo habían facilitado, pero no le dejaron un bolígrafo para que pudiera rellenar el formulario. Según su testimonio, los responsables de la tienda le comunicaron que ellos no tenían obligación de prestarle el 'boli'. Y se acercó hasta la Defensoría para saber si era cierto o no.

«También tuvimos a un hombre que quería denunciar que, por el tema de la covid, había tenido que pasar muchas horas en una cola al sol para entrar en una sucursal de su banco y que la entidad no había puesto ni ventiladores ni nada en la calle para hacerles más llevadera la espera», rememora Martín otro de esos sucedidos que no sabe muy bien cómo catalogar.

Ya se sabe que la mejor defensa es un ataque.

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