Edición

Borrar
Margarita se encarga como voluntaria de repartir paquetes de comida envueltas siempre en su sonrisa. Ramón L. Pérez

«Les recomendaría a todas las personas diez minutos en el culo del mundo»

Margarita Fontova, enfermera jubilada, colaboradora en el Congo de Médicos Sin Fronteras y voluntaria del Banco de Alimentos, sabe de primera mano que el trato humano y las sonrisas son tan importantes para los necesitados como el propio reparto de la comida

Sábado, 26 de diciembre 2020

Margarita Fontova sabe lo que es la vida y la muerte. Sabe que en la vida hay momentos duros. Cuatro largas décadas como enfermera en Urgencias dan para algo más que una serie de la tele. Pero sabe que mientras hay vida hay esperanza y que merece la pena trabajar y seguir adelante. Y siempre con una sonrisa. Margarita es la 'Dama de la Sonrisa'. Ante el dolor, la desesperación, la muerte, el hambre o la pandemia, ella ha luchado y combate las fatigas de los demás con una potente sonrisa que le nace de sus centros.

Vio estas sonrisas en las camas de Urgencias, en los poblados del Congo donde colaboró con Médicos Sin Fronteras. Ylas ve ahora a diario mientras trabaja por las mañanas en el Banco de Alimentos de Granada. «Los voluntarios repartimos comida, pero va siempre envuelta en una sonrisa», explica, convencida de que así el mundo es un poquito mejor y menos feo. Nacida en Barcelona hace ya 67 años, está en plena forma gracias a su monitora de pilates, comparte. Lleva cuarenta años en Granada –llegó por amor. «Fue un flechazo»–, y toda su vida laboral ha discurrido entre las Urgencias del Ruiz de Alda, en Trauma y en el Clínico.

Ahora, con la jubilación, cuenta que no para quieta. «Siempre me ha gustado el voluntariado, echar una mano». Su afán le ha llevado de las salas de Urgencias a la profunda selva del Congo. «La experiencia es dura pero interesante. Le recomendaría a todo el mundo que se fuera siquiera diez minutos al culo del mundo para valorar lo mucho que tenemos y lo privilegiados que somos en muchos aspectos. Allí no hay luz, no hay caminos, no hay comida, no hay transporte, Y es difícil ir de un centro a otro y trazar una minima logística».

Es toda esta experiencia la que aporta hoy en el Banco de Alimentos de Granada. Ypor eso también siempre sonríe. «Hay gente que está acostumbrada a no tener prácticamente nada. Cualquier cosa que les das la reciben con los brazos abiertos. Ysonríen. En el Congo, en Urgencias y en el Banco de Alimentos».

Margarita llegó al Banco de Alimentos el pasado mes de mayo. Un mes antes, la pandemia y el confinamiento estaban en su cénit. El Banco de Alimentos necesitaba manos. Buena parte de sus voluntarios son jubilados, el grupo de edad al que el coronavirus está atacando con virulencia –la edad media de los fallecidos se sitúa en los setenta y ocho años– y que están confinados en casas ante el peligro de contagio.

El Banco de Alimentos necesitaba gente para suplirlos. Gente dispuesta a remangarse y a trabajar las horas que hicieran falta. Y realizaron un llamamiento a través de las redes sociales. Ahí fue cuando apareció Margarita. «Conocía el Banco de Alimentos por sus campañas».

«Durante el confinamiento pensé que en muchos sitios hacía falta echar una mano. Les contacté, propuse venirme de voluntaria y empecé en mayo. Me dijeron que hacía falta manos, porque hay gente muy mayor que no podía venir. Yque a la hora de menear sacos de patatas, hay gente más achuchada».

Una vez en el Banco de Alimentos, Margarita se ha apuntado a cualquier tarea.«Aquí, desde el primer día, echas mano en lo que te digan. Que hay que mover cajas de frutas, se mueven. Básicamente son ganas de ayudar, de echar una mano en lo que se pueda. Aquí mi experiencia como enfermera de poco sirve. Lo que importa de una forma u otra es devolver parte de lo que une tiene, ayudando. Y más que ahora hay gente que las está pasando canutas».

Experiencias personales

Margarita acumula muchas experiencias personales en estos ocho mesos como voluntaria en el Banco de Alimentos. También, se sigue sorprendiendo de todas las cosas que pasan. «Es increíble la cantidad de gente que necesita ayuda. Y va aumentando día a día». También habla maravillas de sus compañeros, el resto de los voluntarios del Banco de Alimentos. «Son encantadores. Nos ayudamos todos. Tanto para bajar cajas como para apilarlas. Aquí nadie se sienta. Todos trabajamos. No nos conocemos de nada pero nos llevamos muy bien».

En estos meses también atesora anécdotas de las que te alegran el corazón. «Una asociación debió enterarse de que amo las plantas. Así que cada vez que vienen a por su carga de alimentos se encargan de regalarme una maceta de las que sobran en los mercados que recorren. Me encanta. Es un detallazo».

Además de las sonrisas, el trabajo y las anécdotas, Margarita también colecciona nuevas lecciones que ha ido aprendiendo en el Banco de Alimentos. «Lo importante realmente es la solidaridad. Toda esta labor radica en la solidaridad. Además de que también es una satisfacción personal».

Queda una reflexión final, que viene detrás de la sonrisa de Margarita. Algo para pensar esta noche. «Hay que mejorar. Se necesita más gente. Y que se dé cuenta de todo lo que hace falta. Que hace falta más. Aquí viene un camión cargado de patatas y en 48 horas desaparecen».

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal «Les recomendaría a todas las personas diez minutos en el culo del mundo»