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Mateo, Valeria y Thiago posan con algunos de los efectivos de Bomberos de Granada. Pepe Marín
Un reencuentro con los «superhéroes» que los salvaron del fuego el Día de Reyes

Bomberos de Granada

Un reencuentro con los «superhéroes» que los salvaron del fuego el Día de Reyes

Bomberos de Granada se reúnen con los niños a los que rescataron el 6 de enero, tres menores que tras aquel traumático día soñaban con conocerlos

Laura Velasco

Granada

Jueves, 20 de marzo 2025, 00:38

Tranquilizar a unos niños en el momento más peligroso de su vida, en el que se encuentran aterrados, es de esas experiencias que nadie debería experimentar. Julio César tuvo que vivirlo hace dos meses, para más inri, en una jornada tan señalada para la infancia como el Día de Reyes. Sus hijos y sobrinos tosían y lloraban por un fuego que cada vez tenían más cerca. Además, su piso se había convertido en una cárcel; las ventanas tenían rejas y no podían escapar. Solo podían esperar. «Me tocó tirarme al suelo con los niños y les dije que era un juego, que estábamos en una película y que íbamos a salir de eso. Un bombero, el superhéroe, iba a venir a rescatarnos», contó en su día a IDEAL Julio César Echevarría, natural de El Salvador. En efecto, no solo uno, sino varios superhéroes sacaron a todos los inquilinos del bloque de pisos de Casería de Montijo. Ahora se han reencontrado con aquellos niños que, desde entonces, deseaban conocer a los que se escondían detrás de los cascos.

La cita se produce en el Parque Norte de Bomberos, donde el grupo de guardia está preparado para salir en cualquier momento. La tarde está tranquila y pueden atender con calma a sus visitantes. La puerta se abre y tres niños caminan con paso firme y la mirada fija en los enormes camiones rojos. Son, por orden de edad, Mateo, de diez años -el que más sufrió aquel día-; Valeria, de siete; y Thiago, de dos. Van acompañados de Julio César. Charlamos con ellos antes del encuentro. «Ya lo he superado, pero a veces me vienen momentos de lo sucedido. Trato de asimilarlo, de tener resiliencia y volver a comenzar», asegura el adulto.

Han pasado un par de meses con «fatigas», pero ahora sí pueden decir en voz alta que han comenzado de nuevo «con un buen rumbo». El sistema eléctrico ya está completamente arreglado, aquel cristal que se quebró en su vivienda ha sido repuesto y el portal ha sido pintado. Los niños hacen vida normal después de pasar un tiempo viviendo en casa de su tío. «Ellos eran nuestra mayor preocupación», admite.

Incendio en Casería de Montijo. IDEAL

La conversación se ve interrumpida por la llegada de los Bomberos de Granada. «¡Me acuerdo de ti, fuiste uno de los que entró!», exclama Julio César. «¡Sí, yo fui uno de ellos! ¿Cómo estáis?», le responde el bombero Mateo. Los menores los observan ensimismados, asombrados. «Aquí están los superhéroes que os prometí que vendrían a por nosotros», les explica el salvadoreño. La pequeña Valeria fue la que dio aviso del fuego cuando, a la hora de la siesta, vio el humo negro subir a través de la ventana. «Eres una campeona», le comenta Mateo. Ella baja la mirada al suelo y sonríe.

Por un momento se olvidan de la presencia del periódico y todos charlan sobre un día que marcó a ambas partes. «Yo ya me había mentalizado de que iba a pasar algo malo, pero cuando vi por la ventana que llegaron ustedes pensé: tengo que esperar, tengo que esperar. Solo había que soportar un poco más, aunque los niños no paraban de llorar», recuerda Julio César.

Después de unos minutos rememorando el día más estresante de sus vidas, dejan a un lado la angustia y dan paso al punto número uno del orden del día, conocer el parque. Sacan chaquetas y cascos y visten a los menores como auténticos bomberos. Después, los suben a un camión y posan para la foto. Hasta el más pequeño, Thiago, aguanta inmóvil en los brazos de Damián, otro de los bomberos que acudió aquel día. Julio César grita simpático detrás de la cámara para captar su atención: «¡Sonrían, chicos!¡Están junto a los que les salvaron la vida». Y los chiquillos, obedientes, sonríen.

En la primera imagen, el reencuentro en el Parque Norte. En las otras, Julio César el día después del incendio en su bloque. Pepe Marín
Imagen principal - En la primera imagen, el reencuentro en el Parque Norte. En las otras, Julio César el día después del incendio en su bloque.
Imagen secundaria 1 - En la primera imagen, el reencuentro en el Parque Norte. En las otras, Julio César el día después del incendio en su bloque.
Imagen secundaria 2 - En la primera imagen, el reencuentro en el Parque Norte. En las otras, Julio César el día después del incendio en su bloque.

Por último, recorren junto a los trabajadores de guardia los interiores del Parque Norte de Bomberos y les explican qué hacen en cada ubicación. La sala donde se reciben los avisos, el cuarto de descanso, la habitación en la que analizan las intervenciones del día anterior. Todos hacen preguntas, pero sobre todo Julio César, que en un momento de la visita se para en seco y afirma rotundo: «Quiero mostrar el agradecimiento de mi familia por su trabajo aquel día, nos sacaron de la emergencia y permitieron que tengamos un futuro». El grupo recibe con cariño las palabras y hace gala de su sencillez: «Para eso estamos».

«Salía una lengua de fuego»

Bomberos de Granada acuden a cientos de avisos cada semana, por lo que es lógico que no se acuerden de todos. Sin embargo, este en concreto les marcó. Mateo, Damián y Juan Emilio, tres de los que actuaron, hablan sobre aquella intervención. «Cuando llegamos había que tener mucho cuidado, salía una lengua de fuego de metro y medio por la puerta. Había muchísimas calorías, el salón se desintegró, no quedó nada», detalla Juan Emilio.

El principal problema, explican, era que la puerta del piso de abajo, donde se produjo el incendio, se había quedado abierta, por lo que el humo salía por el hueco de la escalera «con efecto chimenea» y entraba al resto de domicilios. «Eso es lo que más nos estresa a nosotros, el rescate de personas que están inhalando humo. Si está contenido, uno de nosotros se queda haciendo el control de gases, ponemos un ventilador», indica Mateo. Cuando llegaron, el fuego ya estaba «muy desarrollado».

En este sentido, aprovechan para recordar la importancia de cerrar la puerta de la habitación donde está el foco del incendio. «Luego llegamos nosotros y las abrimos, pero eso puede ser la diferencia entre que se te queme un cuarto o toda la casa», recalca Damián. En este punto, Bomberos de Granada dejan claro que el mayor peligro de un incendio no es la quemadura, es la inhalación de humo. «Los que fallecen normalmente pierden el conocimiento y se asfixian, el riesgo de morir quemado es ínfimo», explica Mateo.

Los niños, en medio de las distracciones propias de su edad, escuchan las serias explicaciones de aquellos a los que ahora veneran. Quién sabe si se ha despertado una chispa en su interior y en el futuro son ellos esos «superhéroes» que salvan a los alertantes de una muerte segura.

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