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El Banco de Alimentos, que llegó a atender a 50.000 personas, se ocupa ahora de 41.000, cuando en 2019 eran solamente 39.500 ... y con tendencia a la baja
granada. La resaca de la pandemia ha generado en Granada más colas del hambre, más personas que viven en la calle, más trastornos mentales, más familias en riesgo de exclusión, más trabajo para las entidades benéficas que se ocupan de los desheredados de la tierra. Es el caso del Banco de Alimentos, el comedor social de San Juan de Dios, Cáritas o de Calor y Café. Las cuatro entidades juntas trazan una radiografía desoladora del momento.
Los datos del Banco de Alimentos son la primera prueba. Indalecio García Sánchez, presidente de la institución, explica para hacerse a la idea que en diciembre de 2019, justo antes de la pandemia, se servían alimentos para 39.500 en toda la provincia de Granada. «Pero lo importante es que, en ese momento, la tendencia a la baja».
Luisa María Maeso
Cáritas
El coronavirus lo cambió de todo. «En la pandemia hemos llegado a atender a 50.000 personas. Fue una explosión, era difícil contarlas». El problema es que la actual pospandemia no ha devuelto la actividad a números anteriores. «Ahora, en primavera de 2022, nos hemos estabilizado en torno a 41.000 personas». Es decir, que hay un pico de 1.500 personas que necesitan ayuda social para sobrevivir.
Indalecio García Sánchez reflexiona sobre la situación. «Ocurre lo que pasa en todas las crisis, que dejan una huella que no se puede borrar, por lo que hay muchas personas que no logran salir de esas crisis y se suman a las que ya existían». Por eso, dicen con voz clara que la crisis de la pandemia es cierto que está remitiendo, pero la crisis social que abre no está eliminada. «Está viva con este lastre de pobreza que viene dejando».
Banco de Alimentos Antes de la pandemia atendían a 39.500 personas. En pandemia, 50.000. Ahora, 41.000
Comedor social San Juan de Dios Entre marzo de 2020 y finales de septiembre de 2021 se sirvieron 63.664 menús
Cáritas En abril de 2020 atendieron a 1.957 personas. En abril de 2021 a 1.039 y ahora, a unas ochocientas
Calor y Café De marzo de 2020 hasta agosto de 2021 atendieron a tres mil familias
El comedor social de San Juan de Dios es otra pieza de esta radiografía. Inés Riera, responsable del área de Solidaridad de la Orden de San Juan de Dios cuenta que en el año 2019 se atendía a un centenar de personas. Todo se precipitó con la pandemia. Los datos son terribles. Entre marzo de 2020 y finales de septiembre de 2021 se atendió a 5.562 personas y se sirvieron 63.664 menús para usuarios y familiares. «Era comida para llevar, pero el incremento fue de un 40%».
«Con la pandemia nos reorganizamos. Empezamos con los menús para llevar, envasados. Era el mismo menú, primero, segundo , yogur o fruta y botellín de agua, pero el comedor hubo que cerrarlo». Respecto al perfil, cambió mucho. «En principio solo atendíamos a mayores de edad, pero al cerrar los comedores de los colegios, venía el cabeza de familia con su Libro de Familia y se llevan más menús. Luego nos disminuyeron las personas asiduas porque habilitaron el pabellón, y ahí estaban con pensión completa. Y no venían al comedor. Los que se quedaron en la calle siguieron viniendo pero en menos número».
Como novedad, aparecieron las familias con menores y mucha gente de cuevas, los hipis, que tampoco son usuarios nuestros pero que se quedaron sin nada. Nos llegan otros perfiles».
Ya en octubre de 2021 se reabrió el comedor social, se abandonó el táper. Ahora, en mayo de 2022, se sirven 120 menús al día, lo que supone un 20% más. El balance es que los niños han vuelto al cole, los hipis a sus cuevas, y han recuperado el perfil prepandemia. Se trata de un varón de unos 45 años, con alguna adicción y trastornos.
«También se han incorporado los que se han quedado sin nada. Y se añaden los que estaban en economía sumergida que han agotado ya de verdad todos los recursos familiares». Son los trabajadores informales, los chapucillas, los que trabajan en el tercer sector, es decir limpieza, cuidadores. «Esos han caído prácticamente todos». Una vez más, al igual que en el Banco de Alimentos, la resaca de la pandemia ha engrosado las colas del hambre.
Cáritas ofrece un tercer punto de vista. Lo comparte su directora de Granada, Luisa María Maeso. En abril de 2020 atendieron a 1.957 personas. En abril de 2021 a 1.039 y ahora en 2022 a unas ochocientas, en un dato pendiente de confirmar.
«En abril de 2020, el primer mes entero de confinamiento de España, se atendieron sobre todo llamadas. La gente estaba muy desorientada, perdida. Eran llamadas de información y una emergencia de alimentación. Fue una atención para tranquilizar a la gente y ponerla en contacto con la administración competente, sobre todo, por alimentos».
Llegó septiembre de 2020. «Pensamos que iba a venir una avalancha de demanda social, pero nos equivocamos todos. Llegaba lo normal, gota a gota». Peor fue en enero de 2021, «porque la gente se dio cuenta que el dinero de alquileres y suministros se seguía debiendo, que la pandemia solo fue una moratoria». En febrero, marzo, abril y mayo 2021 la gente comenzó a preocuparse. Había deudas domésticas muy altas de suministros y vivienda, renta e hipoteca. «Tenemos muchísimos caos de familias que se han ido a vivir a una habitación. Hay hacinamiento y condiciones muy precarias, límites. Ha vuelto el subarriendo».
«Aquí se empieza a trabajar y a descubrir la gente que pasa penurias. No se activa la economía, pasan de ERTE a desempleo. Hubo gente que se comió con los ERTE la ayuda del paro y se encontraron sin dinero. Empezaron a reclamar la ayuda social y familiar a lo largo del 2021». Como se ve, el esquema se vuelve a repetir. «Ahora, en 2022, estamos descubriendo que la situación es peor. Nos preocupa porque hay familias en situación lamentable. Demasiada vulnerabilidad, porque no les entra ya ningún recurso económico. Entran cero euros. Porque no se ha reactivado la economía. Viven de las ayudas de todo el mundo».
La conclusión en Cáritas es que la crisis de la pandemia está haciendo más daño que la de la Gran Recesión de 2008, «teniendo en cuenta que de la otra no nos habíamos recuperado. Los que estaban en el límite hoy están ya en exclusión moderada. Los moderados han pasado a sumarse a exclusión severa».
La cuarta visión es la de Ana Sánchez Montoro, de Calor y Café. Lleva el mandil puesto y trata de organizar el barullo de personas que esperan en el local de la asociación. Sus números de asistencia son similares al del resto de entidades benéficas. De marzo de 2020 hasta el mes de agosto de 2021 atendieron a un total de tres mil familias, que se dice pronto. «Les proporcionábamos comida para llevar», explica.
Ahora, están en cifras similares a prepandemia. «Atendemos a unas 120 familias. Todos los viernes repartimos alimentos y cubrimos todas sus necesidades». Además, de lunes a sábado hay servicio de desayuno y meriendan para casi otro centenar de personas.
–¿Ha habido cambios en los perfiles?
–Sí. Mientras las familias que atendemos se encuentran ya en una situación más estable porque los centros asistenciales vuelven a estar operativos, hay cada vez más gente en la calle. Sobre todo, notamos que hay muchas personas con trastornos mentales. En este aspecto, la situación se ha complicado todavía más.
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