«Le debemos mucho a los camioneros, había que estar ahí»
Héroes 2020 | Sonia Lara Fernández ·
Cuando toda la hostelería cerraba por la pandemia, el Zegrí, a medio camino entre las provincias de Granada y Jaén, obtuvo permiso para habilitar un espacio exterior donde ofrecía café caliente y bocadillos a los profesionales del volante
En España hay miles de bares de carretera. Todos tuvieron que cerrar sus puertas durante el estado de alarma, como lo hizo el resto de la hostelería.Pero hubo uno aquí, en la A-44, a dos kilómetros escasos del límite con la provincia de Jaén, que salió en todos los periódicos y en todos los telediarios por ofrecer comida gratis y ducha limpia a los camioneros, los otros héroes anónimos de la pandemia. Se llama El Zegrí y está regentado por Sonia Lara Fernández y su esposo Ángel Maestre Castro desde hace nueve años. «Nosotros le debemos mucho a los profesionales del volante y nuestra obligación era estar ahí para ofrecerles café, sopa, bocadillos calientes y un lugar limpio donde asearse», comenta Sonia, quien no olvida todos los momentos intensos vividos durante estos tres meses en que ella y todo el personal del Zegrí lo dieron todo a cambio de nada.
Algo más que un ejercicio de solidad por parte de los dueños de un establecimiento que venían arrastrando una mala racha desde dos años antes. En septiembre de 2018 se desbordó el arroyo Moro, que pasa justo por la parte de atrás del Zegrí, y los bajos del inmueble, habilitados como salas para la celebración de eventos, quedaron completamente anegados e inservibles. Todo quedó destrozado. Y justo un año después, cuando aún no se habían recuperado, otra crecida del arroyo Moro volvió a inundar el Zegrí. Siniestro total. ¿Quién le iba a decir a Ángel y Sonia que seis meses después habría una pandemia mundial que les obligaba, nuevamente, a echar la persiana? Pues sí, ocurrió. Pero lejos de arredrarse, consideraron que en ese momento tenían que estar ahí, dando el callo, y tras recibir el visto bueno de las autoridades, habilitaron unos mostradores en el porche del Zegrí donde los conductores pudieran reponer fuerzas. Un verdadero exitazo. El aparcamiento no tardó en llenarse de camiones, que se informaban unos a otros a través de la emisora, y posteriormente a través de todos los medios de comunicación que se hicieron eco de la noticia.
«No sólo paraban los transportistas de largo recorrido, sino también los que hacían la ruta entre Granada y Jaén, las ambulancias, las patrullas de la Guardia Civil... todas las actividades esenciales y los que garantizaban el abastecimiento de los supermercados para que a la gente no le faltara para comer», comenta Sonia. «Ahí estábamos nosotros, las veinticuatro horas del día, los veinticuatro días de la semana, durante tres meses», recuerda. Un gasto enorme para una empresa de la que vivían más de veinte familias y que finalmente solo pudo mantener durante tantos meses su acción altruista gracias a la ayuda desinteresada de los proveedores del Zegrí y otras firmas que se sumaron a la causa. ¿Por qué? Porque había que arrimar el hombro, como hizo el Zegrí. Fue a mediados de abril cuando Emilio, un taxista de Campotéjar, pasó por allí, vio que estaban desbordados y movió el tema a través de las redes social para recolectar de todo (aceite, vasos de plástico, artículos de limpieza...). Un gesto que trascendió a la prensa y que provocó una cadena de ayuda que permitió al Zegrí garantizar la prestación de este servicio gratuito hasta que comenzó el proceso de desescalada.
«Los clientes –explica Sonia Lara– insistían en pagarnos lo que consumían, y finalmente optamos por poner un bote que, junto a las donaciones, nos permitía comprar todos los días y que no faltara de nada porque había día que atendíamos a doscientas personas». Como tampoco faltaban Sonia –su marido Ángel estaba convaleciente tras sufrir un accidente cuando el Zegrí se inundó– y los empleados repartidos por turnos. Unos en la cocina, preparando el avituallamiento, y otros desinfectando los lavabos con agua y lejía. «Todo lo hacíamos con equipos de protección individual, mascarillas y rollos de papel para repasar las duchas y los inodoros, ya que no se podían utilizar trapos ni bayetas», dice Sonia. «Aunque muchas veces eran los propios chóferes quienes llevaban sus productos y lo dejaban todo el perfectas condiciones, aunque nosotros siempre entrábamos a repasar».
Las muestras de afecto y consideración hacia el Zegrí no han cesado desde entonces, pero desgraciadamente las restricciones en los desplazamientos y los cierres perimetrales han sido muy perjudiciales para un restaurante que está en la frontera entre Granada y Jaén y que subsiste, en consecuencia, de los que van de acá para allá por la autovía A-44. Según los cálculos de Sonia Lara, el ochenta por ciento de la facturación procede de los que van en tránsito y se detienen para desayunar, almorzar o cenar. Si el año pasado por estas fechas, ofrecían en torno a noventa menús diarios, ahora apenas llegan a veinte. Casi un ochenta por ciento menos en términos relativos. También ha caído en picado el número de bodas y comuniones.
«Ahí vamos, tirando», asegura Sonia con resignación. «Hemos pasado de veintidós trabajadores a siete, pero nuestra intención es volver a contratar cuando la situación se recupere», añade. A hora el gran reto es subsistir. Aunque, preguntada si lo volverían a hacer, Sonia no titubea: «Sí, lo volveríamos a hacer».
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