José Daniel tenía tres años y todavía no había dicho una palabra. Tampoco señalaba ni miraba a los ojos y tenía rabietas muy grandes. Sus padres, preocupados, lo llevaron al médico. El niño tenía TEA, es decir, trastorno del espectro autista. Un mar de dudas ... se abrió paso ante esta familia de Jaén asentada en Granada, sobre todo, cuando hubo que escolarizarlo. Un orientador les explicó las opciones, pero hicieron falta diez años y tres centros distintos hasta conseguir plaza en un aula con apoyos específicos para alumnos con autismo o asperger.
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En Infantil y Primaria, su única opción fue una clase 'plurideficiente' –así lo denomina la Junta de Andalucía– con niños con otras discapacidades, como parálisis cerebral o síndrome de Down. Los obstáculos fueron muchos. Secundaria fue «un cambio radical». La delegación de la consejería de Desarrollo Educativo «se puso las pilas, había demanda de muchos niños y abrió una nueva clase en el instituto Alhambra». «Ahí se sintió súper bien, muy integrado», asegura su padre, Daniel García.
En la provincia de Granada hay actualmente 10.013 alumnos con necesidades educativas especiales –8.630 están en centros ordinarios y 1.383, en centros y aulas específicas–. Del total, 249 tienen autismo y están en aulas TEA, como José Daniel. Así lo indican datos facilitados por la Consejería de Desarrollo Educativo a IDEAL. Revelan, además, que el alumnado en estas clases con apoyos específicos para autistas –como personal técnico de integración social (PTIS)– ha crecido un 32,45% en tres años en el territorio.
Desde el curso 2021-2022, la Junta ha implantado 61 nuevas plazas en Granada. Hoy hay 54 aulas TEA (trece más que tres cursos atrás) en 45 centros (+12) de 18 municipios (+4). Hasta 2020, «todo el alumnado con necesidades educativas especiales se incluía en aulas plurideficientes», recuerda la delegación. Por aquel entonces, las TEA estaban solo en centros concertados. A partir de aquel curso, el alumando de espectro autista se ubica en aulas específicas y ya no se contabiliza en las plurideficientes.
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Los retos que José Daniel tuvo que afrontar se difuminan. Para Julio, que tiene diez años, el camino está siendo «más sencillo». En 2020, empezó Primaria directamente en aula TEA en el CEIP Victoria Eugenia. Habla poco, pero «todo lo que quiere decir, lo dice». Como apoyo, usa pictogramas, y cada vez menos. En el centro trabaja lectoescritura. Un logopeda dedica 15 ó 20 minutos a cada alumno, aunque «haría falta uno en exclusiva para el aula TEA», opina su madre, Carmen Salas.
Lo mismo ocurre con el PTIS, lo comparten con niños de Infantil en clase ordinaria ya diagnosticados de autismo. Este profesional les ayuda a atarse los zapatos o comer. Hay niños de hasta catorce años, unos más dependientes que otros. A Julio «le echan un ojo cuando va al baño, por si se despista». No hay asignaturas como tal, tienen actividades y terapias. Una vez cada dos semanas, reciben la visita de un perro adiestrado. La interacción con animales les resulta «menos invasiva» que con personas y mejora su capacidad de socialización. Los jueves toca piscina. Estos niños suelen tener afectada la psicomotricidad y el deporte favorece su coordinación.
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Carmen Salas
Madre de Julio, granadino de diez años con TEA
La atención es «más individualizada» en alumnos con TEA, pero la familia tiene mucho que ver con su progreso. Carmen está convencida de que «solo con lo del colegio, no avanza». «El profesor cambia cada curso. Alguno cree que niños como Julio, que no para quieto, corre o se sube a una estantería, son una molestia. Hay que hacerse el máster. Si no lo hago yo que soy su madre quién lo va a hacer», plantea.
La experiencia vivida hasta el momento es, en general, «buena», según la familia de Julio. Eso sí, «hay aspectos que mejorar porque nunca nada es perfecto y siempre se pueden destinar más recursos». Apuntan a la orientación: «Tienes que dar muchas vueltas. Cuando nuestro hijo mayor era pequeño, no nos dijeron que había aulas TEA. Hay mucha desinformación, te vas enterando sobre la marcha». Los apoyos «también podrían ser más al incluirlos en aula ordinaria».
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Las asociaciones intentan cubrir estas necesidades. Así es como se asesoró hace más de una década Carlos Pérez, gerente de Mírame, que cada año impulsa una 'escuela de familias' para acercar la información sobre aulas TEA y específicas, que engloban otras discapacidades. «Cuando recibes un diagnóstico, con dos o tres años, el niño aún no está escolarizado. Para muchas familias, es una decisión muy difícil. La incertidumbre de si estará bien atendido, de si lo pasará bien, es impresionante», confiesa.
Es «muy importante» hablar con profesionales; también con personas que han pasado por lo mismo. Mírame reúne a familias veteranas y novatas. Hay experiencias «buenas» y «malas». El trastorno del espectro autista es «muy amplio» y un apoyo «de calidad» es «clave». Carlos Pérez lamenta que haya centros con dos aulas, cinco y cinco alumnos, y solo un monitor. «Si los diez niños necesitan ayuda en educación física, no se puede dividir».
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Lo «ideal» sería un PTIS por cada uno o dos niños como máximo. Sin embargo, «en la mayoría de los grupos, el apoyo en el aula no se da y si se da es muy deficitario», subraya la presidenta de Autismo Granada, Pilar Pérez. Según ella, la meta es que estén incluidos, «pero si hay solo un PTIS en una clase de veintiocho alumnos, los padres se van a otro centro con aula TEA o a colegios específicos por el poco conocimiento de las tutoras».
Como solución temporal, esta asociación pone a disposición de las familias profesionales –no voluntarios– que se desplazan a los centros. «Conocen a los niños, hacen terapia conjunta. En casa, en clase y en la asociación, se comportan diferente. Se abordan las tres vertientes», explica la presidenta. A medida que se hacen mayores, los recursos «son más reducidos». La entidad lo afronta con un centro de día y opciones de ocio inclusivo.
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La Junta de Andalucía ha ido transformando el sistema educativo incrementando las aulas TEA y haciendo los colegios e institutos más accesibles para estos granadinos. Las familias afectadas, aunque aplauden los avances, defienden que aún queda «mucho camino por recorrer». Hacen falta más PTIS, más logopedas, durante más tiempo, más horas, y más opciones de formación más allá del instituto. Integración, bienestar y futuro.
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