Setenta años después llueve plácidamente sobre las aguas tranquilas del Darro, el río que moja los cimientos de Granada la ciudad que moldea con su susurro y a veces con su bramido, como aquella tarde de septiembre en la que, harto de andar escondido bajo ... la bóveda, reventó en Puerta Real.
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Muchos granadinos recuerdan aquel 12 de septiembre de 1951 como el día del «fin del mundo». Era una tarde de miércoles y llevaba tres cuartos de hora lloviendo con fuerza. La tormenta llenó el caudal del Darro que arrastró maderas, basura y hasta animales muertos que taponaron el cauce a la altura de la curva de Puerta Real. El embovedado entró en carga, inundó Reyes Católicos y, precedido por un fuerte temblor, el suelo estalló dejando un enorme socavón entre los raíles del tranvía.
Más o menos donde hoy está el granado, se produjo la rotura más importante. En este punto el agua levantó el pavimento con una extensión de unos quinientos metros cuadrados con tal violencia, que lanzaron al aire piedras de la obra de sillería del río, de unos 1.500 kilos de peso.
El arquitecto municipal, Miguel Olmedo Collantes, que se encontraba en el edificio Olmedo el día del suceso, lo describió de esta manera: «El pavimento comenzó a agrietarse y a temblar como si fuera un movimiento sísmico. Inmediatamente después se produjo el rompimiento del embovedado. Las aguas saltaron en una ola gigantesca de más de diez metros y volaron por los aires adoquines, maderas, troncos de árboles y las grandes piedras de sillería del antiguo puente que había en ese lugar. Fue algo fantástico.»
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La madre de Piedad Peralta limpiaba en la joyería La Perla, entre Reyes Católicos y la plaza del Carmen, justo al lado, el aire acumulado bajo la bóveda acumuló tal presión que lanzó al cielo la rejilla metálica de ventilación situada a la altura del Corral del Carbón formando una imponente ola que inundó los comercios «mi padre nos trajo para asomarnos y vimos la catástrofe. Mi madre seguía en la joyería, no podían salir de la cantidad de agua que había», cuenta a IDEAL recordando la efeméride.
El hecho de que las calles estuvieran desiertas a causa del diluvio evitó que la catástrofe fuera mayor. Eso sí, a pocos kilómetros, la tragedia se cebó con dos pequeños vecinos de la Lancha del Genil. Un colchón taponó la ventana de su casa que se anegó tan rápido que no hubo tiempo para salvarles la vida.
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Piedad se trasladó con su familia a vivir a ese barrio poco después del suceso «aún se sentía esa tristeza en los vecinos, la tristeza de una familia, de una madre que había perdido a sus hijos», cuenta a IDEAL en el barrio donde ha vivido toda su vida y donde es feliz.
«El Darro se cubrió por razones de salubridad», explica César Girón, presidente de la Asociación Granada Histórica. Desde Plaza Nueva hasta prácticamente Puerta Real, el río era una cloaca donde se vertían las aguas residuales de las tenerías y curtidurías ubicadas en su ribera. Para tapar aquel 'olor a darro' se decidió cubrirlo. Venía de siglos atrás. El primer proyecto de embovedado se inició en 1504. Se tardó nueve años en la construcción de este tramo que medía unos 72 metros desde el puente de los Leñadores hasta la casa del conde de Ureña. Le llamaron la Plaza Nueva del Hatabin, o simplemente, Plaza Nueva.
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Continuó su construcción entre 1854 y 1866. El primer tramo cubierto fue el comprendido entre la Plaza del Carmen y Puerta Real. Más tarde se erigió el trecho entre Plaza Nueva y Sierpe Alta y, finalmente, hasta la plaza del Carmen. El embovedado entre Puerta Real y el Puente de Castañeda se realizó en 1866 y finalmente entre julio del 36 y el 38, el tramo de la Acera del Darro hasta el Humilladero, que se inauguró una vez terminada la guerra.
Este fue el último reventón de la cubierta, pero no fue el primero. El 14 de mayo de 1887 la violencia del agua hizo saltar los bloques de piedra de la bóveda e inundó las barriadas de la Virgen, del Matadero y San Antón. En los años 1884 y 1889 saltaron trozos de la bóveda y el agua salió en forma de surtidores, pero los daños fueron de menor importancia.
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¿Podría volver a ocurrir? Sergio Iglesias, técnico de Protección Civil y Gestión de emergencias señala que «podría ocurrir, pero es menos probable porque hemos mejorado en prevención, hacemos inspecciones periódicas, tenemos más controlados los caudales, tenemos modelos hidráulicos que nos permiten conocer el alcance de la inundación y tomamos medidas para que no ocurra». No obstante, la prevención, continúa el técnico, es fundamental: «Las alertas tempranas nos permiten adelantarnos a la emergencia, conocemos por dónde nos va a atacar el enemigo lo que nos da una ventaja estratégica importantísima».
Corre el Darro por su cauce escondido. Quizás no es más que el reposo de un guerrero que se prepara para la batalla, y algún día dará fe de aquella coplilla que cantaban por aquí
Pensamiento tiene el Darro
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