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Ruby es británica, del mismísimo Londres, pero últimamente ha cambiado el Támesis por el Genil. «Vine para mejorar mi español», dice, orgullosa de haber respondido en español. Ruby está cómodamente sentada en un banco, junto al Puente Verde, a las nueve de la mañana, con los pies descalzos y los pantalones remangados. Entre sus manos sujeta un ejemplar de 'La señora Dalloway', de Virginia Woolf, que curiosamente está en inglés. «Ahora toca relax –se excusa–, que además aquí se está fresco». Es cierto, por la orilla del río corre una brisa muy agradable, como si alguien se hubiera dejado la ventana abierta al otro lado, al final del Paseo de la Fuente de la Bicha.
Conforme Ruby pasa la página, Antonio y Javier, padre e hijo, entran en el paseo montados en sus bicis. «Nos gusta aprovechar las mañanas para dar un paseo por aquí, es un gustazo», dice Antonio. Javi, de 7 años, se coloca el casco bien y añade: «¿qué íbamos a hacer mejor, dormir?». Los dos pedalean para adentrarse por el camino hasta perderse por un horizonte en el que ya hay decenas de familias como ellos yendo y viniendo. Pedro, jubilado, aparece con su maillot verde y gira por uno de los puentes hasta aparcar su bici en el Bar El Río. «Un café con leche y media de paté», pide. Unos minutos después llegan Agustín e Ignacio, con el mismo maillot. Los tres comparten mesa y charlan de los que no están. «Manolo, ya sabes, como todos los demás –dice Ignacio–. A ver si mejora». Terminado el desayuno, se montan en la bici y, ahora sí, continúan la ruta.
Las tres bicicletas con maillots verdes adelantan a José María y a Milú, un fox terrier que es, efectivamente, idéntico que el de Tintín. «Los que tenemos perros en Granada venimos aquí tarde o temprano. Y más ahora, en verano, que hace tanto calor. ¿Te has fijado? –José María abre los brazos y mira a ambos lados– Aquí hace menos calor, más fresquito, ¿verdad? En las sombras que se forman más adelante, vaya, es que es para sentarse a echar el día, como en la playa. Alguna vez me he quedado una hora ahí, con Milú, viendo la gente pasar».
Milú, concentrado en seguir el rastro de un precioso pastor alemán, no se percata del hermoso puesto de Pepe y Conchi, y eso que huele a huerta y a tierra desde lejos. «Todos los domingos venimos aquí con lo que cultivamos –explica Conchi–. Tenemos cebollas, pimientos, tomates...». Pepe, al ver a una mujer que se acerca, empieza a meter tomates en una bolsa de plástico. «Yo soy de aquí, de Granada, pero ahora trabajo en Málaga –cuenta la mujer, que se llama Marian–. Y siempre que vengo me llevo dos kilos de tomates de Pepe y Conchi porque estos tomates es que saben a tomate de verdad. ¡Te haces una ensalada y eres la persona más feliz del mundo!», ríe. Pepe y Conchi tiene su huerto junto al mismo río, unos metros más adelante, justo enfrente de un ensanche donde, justo ahora, se están metiendo en el agua varios pies y unas cuantas patas.
Elena y su hijo, Juan, lanzan piedrecitas a Sultán, un golden retriever que disfruta del agua. «El agua es lo que más le gusta en el mundo», apunta Elena. En cuestión de cinco minutos pasan por allí otros seis o siete perros que, a fuerza de costumbre, se zambullen y salen a toda velocidad. Todos menos Blas, un labrador negro que podría estar buscando su palo todo el día. «A veces creo que sin este rato de agua le daría un chungo», dice Amanda, mientras le da una chuche.
Desde la vereda, José Luis observa los perros con una sonrisa, sin frenar el paso. «Vengo a andar siempre que puedo, para lavar la cabeza», comenta. Cuando José Luis alcanza la cuesta de subida de la Fuente de la Bicha, se da la vuelta y retoma sus pasos. Allí arriba, la fuente que da nombre al paseo está sola y en silencio, ajena al bullicio que corre unos metros más abajo. Correr como Cintia, que no pierde un día sin entrenar, o Gustavo, que sale siempre que puede. Ambos van de vuelta hacia Granada por el paseo, notando por momentos cómo la temperatura sube metro a metro, como si se estuvieran metiendo de lleno en una ola de calor. Algo que es, quizás, bastante literal.
Cuando Gustavo alcanza la meta, Puente Verde, hay dos tipos apoyados en la pared, bebiendo a morro de una botella de agua. «Estoy deseando jubilarme para comprarme la bici», dice uno. «¿Vas a salir con la bici cuando te jubiles?», le pregunta el amigo. «Claro, para ir más rápido al bar», ríen ambos. Ruby y la señora Dalloway siguen en el banco, con menos sombra.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
Amanda Martínez | Granada, Amanda Martínez | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
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