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«Al día siguiente de dar negativo en la prueba del coronavirus, ya estaba trabajando. Cuando me contagié, me sentí fatal por dejar a mis compañeros solos en un momento tan complicado». El pasado 18 de marzo, Carmen, médico de familia de un centro de ... salud del Área Metropolitana, empezó a presentar tos, malestar y fiebre, así que se quedó en casa. «Sabía que me iba a contagiar porque no contábamos con las medidas de protección necesarias. De hecho, me he infectado justo por eso. Así que cuando me hicieron la prueba y di positivo, me lo esperaba. Pero sentí mucha rabia e impotencia porque había puesto en peligro a mi familia, que se acabó contagiando, porque no nos hubieran dado los materiales necesarios», explica. Su nombre real no es Carmen, pero prefiere no identificarse ante la posibilidad de que haya represalias ahora que, después de tres semanas «muy malas», ha vuelto al trabajo.
Fase 1
Carmen asegura que, apenas cinco días antes de que empezara a notar los primeros síntomas, recibieron una orden de la administración en la que indicaban que no se debía usar mascarillas «salvo cuando hubiera sospecha de coronavirus». Y esas sospechas, según afirma, se centraban en las personas que provenían de países como China o Irán. «Ni siquiera incluían a los de Madrid, que ya tenían contagios», explica.
Desde que la pandemia llegó a Granada, 902 profesionales sanitarios se han contagiado por el virus. Según indican los registros de la Consejería de Salud, el ritmo de nuevos infectados a la semana se ha reducido en la provincia, pues mientras que entre el 6 de mayo y el 12 del mismo mes se registraron 107 nuevos positivos entre sanitarios, entre el 12 de mayo y ayer la cifra de nuevos contagios fue de 45.
Granada es la segunda provincia andaluza con más contagios entre profesionales -le supera Málaga con 989-, pero es la que más sanitarios curados acumula de toda la comunidad autónoma. De los 902 trabajadores de hospitales y centros de salud que se han infectado, el 94,5% –852 en total– ya se ha curado.
«Estoy segura de que hay muchos más contagios. Algunos de mis compañeros tenían síntomas, pero les denegaron hacerse las pruebas. A mí me las hicieron, pero porque fui como una paciente más, y ahí fue cuando di positivo», relata Inés, médico de urgencias. Al igual que en el caso de Carmen, este no es su nombre real, pues prefiere mantener su anonimato.
Debido a su trabajo, durante semanas Carmen estuvo en contacto directo con el coronavirus: «Cuando me lo diagnosticaron, lo primero que sentí, más que temor, fue indignación, porque no somos héroes, somos profesionales, y qué menos que nos protejan». Y añade:«Si a los bomberos no se les manda a apagar fuegos en traje de baño, ¿por qué a nosotros nos envían a la lucha sin protegernos?».
El 12 de marzo, empezó la batalla personal de Pepa, enfermera de un hospital de Granada, contra el coronavirus. Actualmente ya ha dado negativo en la PCR, pero aún sigue de baja y en tratamiento por las secuelas que el virus le ha dejado. «Sigo con problemas respiratorios y taquicardia», afirma. Lo primero que notó fue tos seca y mucho cansancio, pero creyó que se debía al trabajo. Sin embargo, ese 12 de marzo, el «pequeño mal cuerpo» que sentía se transformó en fiebre muy alta, temblores y problemas respiratorios. Finalmente, el virus le provocó una neumonía y tuvo que ser hospitalizada. Ahora, ya está en casa recuperándose: «Me quedo con la felicidad que sentí al volver a ver a mi familia y lo arropada que me he sentido. Este virus te hace darte cuenta de lo que importa».
Los contagios entre profesionales también han afectado a las residencias de ancianos, donde en estos meses se han infectado 300 sociosanitarios. De todos ellos, el 92%, es decir, 276, ya se han recuperado y han vuelto a su puesto. Es lo que le ocurrió a María José, trabajadora de uno de los centros de mayores de la capital, que ha estado dos semanas en cuarentena. «Yo no tenía síntomas ni nada. Hicieron las pruebas a todos los trabajadores y ahí me salió que lo tenía, y en ese momento sientes mucho miedo, pero he tenido la suerte de no tener síntomas». Para Amanda, otra sociosanitaria contagiada, lo peor fue no poder ir a trabajar:«Cuando me dijeron que era positiva, me hinché a llorar. Pero no por mí, porque no he tenido apenas síntomas, sino por mis compañeros, porque me sentía inútil sin poder ayudarles», indica. Por eso, en cuanto las pruebas mostraron que ya se había curado, volvió a su puesto: «Para mí, lo importante era recuperarme para poder ayudar a los mayores y a nuestros compañeros».
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