DIEGO CALLEJÓN
GRANADA
Miércoles, 12 de diciembre 2018, 01:22
Los verdaderos héroes no llevan capa ni vuelan, van vestidos como el resto y viajan en metro. La prueba viviente de esta máxima es María López Sánchez (Huétor Santillán, 2000), una joven estudiante de Enfermería que ha salvado la vida de un niño que se estaba atragantando con un caramelo gracias a la maniobra de Heimlich. Los hechos tuvieron lugar el pasado 23 de noviembre en un vagón del Metropolitano de Granada, aunque no fue hasta el día de ayer cuando trascendieron, debido al orgulloso relato que el Instituto Aynadamar hizo de la hazaña de una de sus alumnas.
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Fue en septiembre de este año cuando María comenzó a estudiar en el citado instituto el primer curso del grado medio en Cuidados Auxiliares y Enfermería. Poco después, el 16 de octubre, la joven de Huétor Santillán acudió, como parte de su formación, a una 'Cardiomaratón' consistente en varias Jornadas Masivas de Reanimación Cardiopulmonar. Fue allí donde María aprendió la maniobra que le ha convertido en una heroína, aunque, según reconoce ella misma, «nunca pensó que fuera a tener que utilizarla», y mucho menos «un mes más tarde de haber recibido aquella clase».
Aún nerviosa cuando rememora el suceso, María nos cuenta que «corrían las cinco de la tarde» del viernes 23 de noviembre cuando ella «iba montada en el metro en dirección a Armilla». Entonces, cuando el vehículo se aproximaba a la parada del Parque Tecnológico de la Salud, la estudiante de Enfermería escuchó cómo una mujer de su mismo vagón gritaba «¡se ahoga, mi hijo se ahoga!», mientras golpeaba al niño en la cara. Fue entonces cuando la joven, «no se lo pensó dos veces» y, dejando su mochila y su abrigo tirados en el suelo del metro, fue directa hacia la madre y su hijo para ayudarles.
María López (Estudiante del grado de Cuidados Auxiliares y Enfermería en el Instituto Aynadamar)
Tras preguntar si el niño había ingerido algo que obstruyera sus vías respiratorias, la madre del menor de nueve años le contó que se estaba comiendo un caramelo. «El niño estaba rojo y con las manos en el cuello», explica María, quien se acordó entonces de la maniobra de Heimlich aprendida hacía un mes, con motivo del Día Europeo de la Actuación ante la Parada Cardíaca. «Pensé que podía salvarlo con los movimientos que me habían enseñado. No recuerdo muy bien los detalles porque fue muy rápido. El mundo se me puso en blanco y solamente pensaba en que el niño echara el caramelo», narra la joven.
El paso inicial que tomó María como parte de los primeros auxilios fue «golpearle varias veces con fuerza en la espalda para tratar de que expulsara el caramelo», pero no resultó posible. Entonces, la estudiante pasó a la segunda fase, se sentó en los asientos del vagón, colocó al niño sobre sus muslos y empezó a hacer fuerza en varias contracciones sobre la boca del estómago del menor con la maniobra de Heimlich. «No recuerdo cuántas contracciones hice porque tengo el momento borroso. La idea era que la fuerza de la maniobra ayudara a sus pulmones a expulsar el caramelo. Yo confié en lo que aprendí aquel día y salió todo bien. Se ve que me enseñaron lo correcto», sentencia la granadina. Como fruto de la maniobra, el niño vomitó y expulsó el caramelo que obstruía sus vías respiratorias. Unos segundos después, cuando recuperó el aliento, miró a María y le dijo: «gracias por ayudarme».
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Aunque en el momento «no le dio demasiada importancia» a su acto de heroicidad, María confiesa que horas más tarde, al acordarse de lo ocurrido, sintió «una gran satisfacción» por haber salvado una vida. «Cuando terminé, recogí mis cosas y seguí mi camino.No hablé apenas con la madre, pero el agradecimiento del niño significó mucho para mí», explica la joven.
«Creo que esto debe servir para demostrar que los jóvenes no nos dedicamos solamente a beber y fumar, que también podemos hacer cosas útiles», reflexiona María. Esta heroína, que ha decidido estudiar Enfermería porque «desde pequeña siempre le gustó cuidar de los demás, sobre todo de las personas mayores», asegura estar «muy orgullosa» de su instituto y de sus profesores. Por último, María cuenta que «le encantaría trabajar de enfermera» en el futuro para «ayudar a los demás». De momento, con sólo dieciocho años, ha empezado su carrera salvando una vida. Una proeza.
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