Maryna es la mamá de Polina. Ambas son dos refugiadas ucranianas en Granada por la invasión rusa. Sus peripecias son las mismas que sufre cualquier ... refugiado que huye de la guerra, del hambre, del miedo. En Granada, son felices. Hasta esta semana. Cruz Roja les ha informado que tienen que abandonar la ciudad y se tienen que trasladar a una localidad de Jaén donde se les ha buscado acomodo y otro colegio para la pequeña.
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Tras sufrir la invasión militar de Ucrania, ahora ha comenzado la segunda guerra de Polina y su madre para permanecer en Granada y seguir felizmente escolarizada en el colegio. Para ello, cuentan con un informe del colegio de Granada en el que se detalla la evolución de la pequeña y concluye: «Aconsejamos que se valore la posibilidad de que permanezca escolarizada en nuestro centro».
Cruz Roja, por su parte, ha declarado a este periódico que la organización «cumple escrupulosamente el protocolo de acompañamiento para los refugiados que dicta el Ministerio del Interior». Y que en este caso y en todos, «se mantienen firmes los principios que guían la actuación de Cruz Roja». Nadie lo pone en duda. Quizás haya que leer sin embargo el informe del colegio sobre Polina. O pasarse por el patio del colegio y ver sus lágrimas porque sabe que este jueves fue su último día de clase en Granada.
El informe de escolarización de Polina del colegio Sagrada Familia Pureza de María, firmado por su tutor y por la orientadora del centro, es muy detallado y describe la llegada de Polina y su evolución. «Polina es una alumna que se unió al colegio a finales del primer trimestre, matriculándose en tercero de Educación Primaria del curso 2022/23. Llegó muy tímida con un gran miedo al cambio de clase, al nuevo ambiente educativo y al centro escolar. Era difícil separarla de su madre entre llantos a primera hora de la mañana, y seguía igual hasta la llegada del fin de las clases. No se relacionaba con sus compañeros ni con sus profesores, y tendía a retrotraerse en su asiento para no captar la atención de nadie». «No quería hablar y mediante una aplicación de traducción pudimos, con mucho esfuerzo, hacernos una idea general de su situación».
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«Tenía un miedo tremendo a hablar en español, prosigue el escrito, a pesar de que nos dimos cuenta que comprendía la lengua bastante bien. La escritura la dominaba poco ya que mezclaba grafías por la similitud con algunos caracteres del alfabeto cirílico, y que además suenan de forma distinta. Las operaciones matemáticas las hacía de una forma diferente a la que se enseña en España, y algunas de ellas ni las conocía. Su nivel de inglés era más pobre que el del resto de la clase, por lo que las asignaturas bilingües se le complicaron. En materia artística vimos desde el principio que le encantaba dibujar, pero usaba pocos colores, abusando del negro».
La situación también se extendía al recreo. «Se negaba a jugar con sus compañeros de clase. Se quedaba apartada en una esquina y huía si se le acercaba alguien. Los primeros días no quería comerse la merienda y la dejaba en su bolsa. Si alguien la rozaba, se asustaba. Evitaba el contacto visual con todo el mundo y no paraba de morderse las uñas y taparse la cara».
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En el centro escolar rápidamente se pusieron manos a la obra. Cambiaron la distribución de la clase en grupos de cuatro alumnos. El de Polina se ubicó en primera fila, junto a la mesa del profesor. En poco tiempo, comenzó a hacer amistades. Especialmente con María, con quien comparte aficiones. El colegio favoreció esa amistad. Polina y María se convirtieron en amigas inseparables. Empezó, asimismo, a jugar en el recreo. Pronto dejó de sentirse el centro de atención y empezó a decir palabras en español como «por favor», «gracias» o «amigas». Sus amigas empezaron también a responderle con palabras en ucraniano, lo que reforzó sus lazos, detalla el informe de escolarización.
Polina ganó confianza. «A día de hoy, tras dos meses de esfuerzo, ya es capaz de leer poemas en español delante de toda la clase, resolver operaciones matemáticas en la pizarra e incluso representar un papel de teatro en inglés disfrazada de camarera», describe su tutor y la orientadora.
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También comparten que, a nivel social, disfruta con los trabajos en grupo, se relaciona con sus compañeros, es cariñosa, le gusta dar abrazos y bromea con los amigos con los que queda por las tardes para jugar. Además, le encanta regalar dibujos personalizados llenos de color y mensajes bonitos. Especialmente, casas bonitas, diferentes espacios del colegio y gatos.
La conclusión del informe revela que se puede apreciar un cambio enorme en Polina, contrastando el miedo y la inseguridad del principio con los clarísimos vínculos afectivos y sociales que tiene ahora. «El camino ha sido duro y complejo, pero vemos imperativo que se mantenga en este entorno que le da seguridad y tranquilidad. Polina se siente feliz y adaptada 'en su colegio' y no queremos correr el riesgo de que pueda perder los avances que se han conseguido tanto a nivel académico como social y emocional».
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Los avances de Polina son maravillosos. «Ha logrado muchos vínculos afectivos en su clase y ahora se siente segura de sí misma. Lo más bonito es cómo su clase aplaude cada paso en adelante que da y cómo saben respetar el tiempo que necesita para dar una respuesta compleja. Aconsejamos que se valore la posibilidad de que permanezca escolarizada en nuestro centro».
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