Señores de la política y la palabra
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Granada en el alma ·
Hubo un tiempo en este país, en el que los políticos de muy distinto signo, se comportaban con educación, dando un ejemplo a la ciudadanía del que hoy, desgraciadamente carecemosTito Ortiz
Jueves, 22 de agosto 2019, 01:37
Tengo la edad suficiente para recordar las crónicas parlamentarias de Luís Carandell, excelso periodista de las Cortes hispanas, que tuvo la fortuna de relatar acontecimientos importantes, como la venida de la democracia, y hacerlo con referencias históricas de, intervenciones extraordinarias a cargo de políticos de ... todo signo en siglos anteriores. Los que vivimos la dictadura y posterior transición política, también hemos podido disfrutar de la corrección en el trato de sus señorías, pese a representar partidos muy distantes en la ideología política. Ese clima de constante crispación y enfrentamiento verbal del que ahora presumen nuestros políticos, que desgraciadamente han trasladado a la ciudadanía, no es más que el fiel reflejo de sus carencias. Cada vez con más frecuencia, arriban a la militancia política, personas con menor formación educativa y profesional, que buscan una salida a un futuro incierto y para el que no se preparan. Carecen por lo general de experiencia laboral, y encuentran en la política el caldo de cultivo necesario para, camuflarse inmersos en la mediocridad existente. Su incapacidad para dialogar los hace llegar a los extremos de, admitir a los rivales políticos como enemigos en el campo de batalla, lo que ya de por si los incapacitaría para, el ejercicio político en cualquier país medianamente culto. Ahora es imposible encontrar dedicados a la política, personas vocacionales como en los setenta lo fueron, reputados catedráticos doctores honoris causa, como algunos padres de la Constitución, o profesionales de nivel internacional con despacho como, los Garrigues Walker. Ahora hay mucho muerto de hambre, sin oficio ni beneficio, que se aferra a la política porque no tiene donde caerse muerto. Lo de vocación de servicio a la sociedad, es un camelo de tomo y lomo, no hay más que verlos y oírlos.
Tertulianos de postín
En la década de los ochenta del siglo pasado, mi admirado Luís Carandell, fundó en la «Taberna del Alabardero», de Madrid, una tertulia. Participaban en ella antiguos compañeros del semanario Cuadernos para el Diálogo, como los periodistas Miguel Ángel Aguilar, Pedro Altares, Andrés Berlanga, Félix Santos, Fernando Castelló y Víctor Márquez Reviriego. Los escritores Ángel Fernández Santos, Ángel García Pintado, José Antonio Gabriel y Galán y Vicente Verdú, el político y empresario Javier Gómez Navarro, el cineasta Manuel Gutiérrez Aragón, el publicista Manuel Eléxpuru del Valle, y el anfitrión Luis de Lezama. Dicha tertulia fue más conocida popularmente como, «La Tertulia del Tonto Contemporáneo», por la concesión anual de un galardón, cuyo distintivo consistía en una tiza, a la persona que más tonterías hubiera dicho o hecho durante el ejercicio anterior. Fui invitado a una de aquellas inolvidable sesiones, y fue una experiencia tan gratificante como irrepetible. ¡Qué nivel de conversación, dios mío! Cuanta inteligencia y cultura juntas. Solo por vivir aquella noche, mereció la pena nacer. Se puede estar en las antípodas ideológicas de la persona que tienes en frente, pero hablarle sin escupir piedras es algo que ya está al alcance de muy pocos y esa degradación social, se la debemos –principalmente- a nuestros políticos actuales.
Los extremos educados
En las elecciones generales de junio de 1977, las primeras tras la dictadura, Fuerza Nueva se presentó en coalición junto a la Confederación Nacional de Combatientes, los Círculos Doctrinales José Antonio y la Agrupación de Juventudes Tradicionalistas bajo el nombre de Alianza Nacional 18 de Julio, sin obtener representación parlamentaria. En 1979, una vez aprobada la Constitución y convocadas de nuevo elecciones generales, Blas Piñar fue elegido diputado al Congreso por Madrid en la primera legislatura ordinaria de la Democracia dentro de la coalición Unión Nacional. Como parlamentario, votó «no» a todos los estatutos de autonomía, tanto a la totalidad, como —cuando fue posible— artículo por artículo. Yo cubrí para el periódico Patria su visita a Granada, en aquella campaña, y tengo que reconocer que me encontré a un señor notario, educado y correcto con los periodistas. Aquella misma mañana, quiso el azar que coincidiera también en nuestra ciudad el máximo representante del Partido Comunista, Santiago Carrillo, a cuya rueda de prensa también asistí. Con Carrillo me fumé un «Gitanes» y pude charlar un rato. En él me encontré a otra persona educada y correcta como pocas. Eran años en el que los insultos entre adversarios políticos, no habían nacido, por muy alejados que estuvieran en el tablero político. Desgraciadamente, los tiempos han cambiado… Para mal.
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