El sevillano que se enamoró de Granada
Andrés López | Organizador de la Feria del Libro de Granada ·
Compagina la actividad en la feria, durante la cual los días duran «28 horas», con su labor como guitarrista de Niños MutantesSecciones
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Andrés López | Organizador de la Feria del Libro de Granada ·
Compagina la actividad en la feria, durante la cual los días duran «28 horas», con su labor como guitarrista de Niños MutantesEduardo Tébar
Granada
Sábado, 18 de mayo 2019, 03:26
Recorre estos días Andrés López el largo de la Carrera de la Virgen igual que el granadino Rafa Paz cruzaba, extenuado, la banda del Sánchez-Pizjuán. Por su barba le reconocerán. El guitarrista de Niños Mutantes gestiona cada detalle de la Feria del Libro con Nani Castañeda, el batería de la banda y director del evento. «Somos una persona con dos cabezas», reconoce. Es la quinta edición en la que trabajan mano a mano, como en el local de ensayo, en una cita literaria por la que pasan más de un centenar de autores. Asegura que, para ellos, los días tienen 28 horas hasta que termina la feria.
Dolores de cabeza como satisfacciones. Todo por igual. Cree que la FLG ha crecido, que ha creado sinergias con científicos y músicos. «La gente camina y se da de bruces con la feria. Me sorprende cómo los ciudadanos responden y hasta dónde se puede llegar», dice. Andrés Mutante, como le llaman en el gremio, guarda en el cajón momentos que, afirma, justifican el esfuerzo titánico que supone sostener la feria. Como aquella cena con Ignacio Martínez de Pisón, Víctor Fernández y Luis García Montero. La velada se alargó, Andrés rió como nunca y congenió con tres autores que al principio le intimidaban. Este año le ocurrió algo similar con Manuel Rivas, Ernesto Pérez Zúñiga y Víctor Amela.
«La satisfacción se resume en contemplar a una multitud de jóvenes que quieren escuchar a Joan Margarit con el premio Reina Sofía de Poesía recién ganado bajo el brazo. O mirar esa marea humana en la Carrera de la Virgen volcada en la cultura», señala. Esta feria ha dejado estampas como la de Santiago Auserón adquiriendo lotes enteros de Cuadernos del Vigía, con Max Aub como debilidad y gancho, antes de emocionar a los compradores de libros en el teatro Isabel la Católica.
Andrés mantiene la teoría de que los músicos son buenos lectores. Las horas muertas en carretera se sofocan con libros. Admira lo que sabe Iván Ferreiro de literatura de ciencia ficción y sigue el vertiginoso ritmo de lecturas de Ricky Lavado. Y espera, como todos, que algún día llegue un libro de José Ignacio Lapido, «aunque la poesía respira por los poros de sus letras».
Andrés López tiene doble 'nacionalidad'. En Sevilla está su vida familiar y en Granada la que ha elegido. Se enamoró de esta ciudad con trece años por culpa de las canciones de 091. A los dieciséis peregrinaba al Ruido Rosa con la esperanza de toparse con sus ídolos. Reside aquí desde hace casi dos décadas y tiene un hijo granadino. Considera que en una encarnación anterior debió ser moro: «La sierra, el Albaicín… Adoro Granada. Fue un flechazo».
Andrés reniega del tópico de que los sevillanos no caen bien en esta parte de Andalucía. Y piensa que el problema del granadino no es la autocomplacencia, sino que se lo cree: «Granada tiene un potencial superlativo. El drama es que todos se dan cuenta menos los granadinos. Granada es una bomba atómica cultural. También es admirable esa falta de ambición del granadino, encantado con lo que tiene y sin querer cambiar nada».
A punto de cumplir 44 años, este hombre de ciencias puras se dedicó durante una década a la producción audiovisual. Trabajó en La Sexta, TVE o Canal Sur. Antes, hizo cuatro cursos de Ingeniería Técnica Industrial: «Los cuatro años más grises de mi existencia». Al final, optó por «malvivir felizmente de la música». A Andrés López le intimidan poco los bandazos. Sigue la máxima de que trabajar en lo que a uno le gusta es como no trabajar nunca.
Como supondrán, Niños Mutantes y él no se cayeron bien de primeras. El contacto lo propició José Luis Osuna, representante del grupo granadino y, a la vez, de la banda en la que tocaba Andrés en Sevilla, Malahora, con quienes publicó un disco en un subsello de Astro. Luego, la 'malafollá' dio paso al entendimiento. «Dentro de un 'malafollá' se suele esconder una excelente persona», opina. Los Mutantes le hicieron una encerrona en un bar y aceptó convertirse en el Ronnie Wood de la formación. El resto es historia.
De su experiencia en Niños Mutantes se queda con 'Las noches de insomnio', el álbum que contiene 'Errante' y que catapultó al grupo en un momento confuso. «El ambiente de la grabación en Órgiva, en la Alpujarra, fue estupendo, bajo la batuta de José Antonio Sánchez», explica. Ahora, insiste, se siente afortunado.
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