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EL enclave de la taberna EL 22 es único, y ha visto pasar la vida del barrio todo este tiempo. Ramón L. Pérez

Un siglo de El 22, el bar de la puerta del Albaicín

La tradicional taberna de la Cuesta de San Gregorio celebra sus primeros cien años con dos nuevos propietarios de este negocio, bisnietos del dueño del edificio

Lunes, 17 de octubre 2022, 00:13

Fernando de los Ríos lleva el compás sobre la barra del 22. Entra Federico García Lorca y se saludan. La taberna, recién inaugurada, es un punto de reunión de los aficionados al flamenco, que tertuliean y sienten los palos entre chatos de vinos de la Costa, la especialidad de este lugar, ubicado en la Cuesta de San Gregorio, la puerta del Albaicín, por donde los vecinos y vecinas del barrio empinado y blanco suben y bajan por sus calles.

Es 1922 y el Concurso de Cante Jondo ha sido un éxito, un antes y un después. Granada en su mejor papel de cuna y madre. Las tabernas rebosan arte y el 22 de Antonio 'el Costeño', dueño y cantaor aficionado, es una de las más aclamadas y, por qué no, divertidas de Granada.

El 22 se abrió en 1922, pero no exactamente en su lugar actual, sino un poquito más abajo, justo al pasar las escaleras, en la llamada Casa del Gato, en los bajos. Posteriormente Antonio 'el Costeño' la traspasó a un tal Miguel 'el Malagueño', que también era cantaor. Se hizo la mudanza y ya desde entonces El 22 se encuentra en su lugar actual.

Los documentos recogidos por los familiares confirman esta secuencia. Hacia 1920, y enseñan una vieja fotografía deslucida, había en el lugar un pequeño edificio de una sola planta, quizá una romanilla para pesaje de ultramarinos. Ya en la década de los años treinta, o quizás en los años cuarenta, atesoran dudas, se levanta el actual edificio.

Miguel 'el Malagueño' se hace fuerte en la taberna El 22 con sus vinos de la Costa y afianza una buena clientela. En aquellos años el Albaicín era un barrio vivo con alegría, familias enteras con niños y comercios por todas las esquinas. Llega la década de los años cuarenta y este malagueño ya albaicinero continúa con la misma misión. El negocio, de hecho, va viento en popa y con la llegada de los años sesenta decide ampliar el local. El bar llegaba tan solo hasta la actual esquina de la barra. Resulta que pared con pared existía una barbería, se llegó a un trato y El 22 creció un puñado de metros cuadrados más, algo que la clientela agradeció, ya que la superficie del local es realmente mínima.

Desde el LejanoOriente

A mitad de los años sesenta la taberna cambia de propiedad, pero el nombre y la esencia del lugar se mantiene. Es el turno de Salvador, que ve cómo desde el Lejano Oriente aparece un pintor de fama mundial al que llamaban 'el Japonesito', Yasumasa Toshima, que popularizó el bar con sus fotografías. Corrían los años setenta y ni Trip Advisor ni Instagram hizo falta para que El 22 diera su primera vuelta al mundo. Salvador se jubiló y en torno a los años noventa lo regentó su hija, Macarena. Se convirtió entonces en uno de los epicentros de la movida cultureta granaína.

El penúltimo capítulo comenzó a finales del siglo XX, cuando en 1999, fue arrendado por una pareja, Rafa y Gabi, que estuvieron 20 años hasta 2019, justo antes de la pandemia.

Yes ahora cuando aparecen los hermanos Antonio y Alex, para celebrar el primer centenario de El 22. Resulta que el edificio era de Antonio Rivas, su bisabuelo. Ahora, la propiedad es de la abuela Isabel. La taberna El 22 nunca había sido llevada por la familia propietaria del edificio.

Han tenido que pasar, piruetas del destino, cien años, todo un siglo, para que el negocio recaiga en un Rivas. Bueno, mejor dicho, en dos Rivas:Antonio y Alex Barbero Rivas.

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