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Lucas Figueroa, director de la serie de HBO, y Osel Hita. MARTÍN MÉNDEZ
«Sigo siendo un niño de Granada»
Osel Hita, reencarnación del Lama Yeshe

«Sigo siendo un niño de Granada»

Desde que nació en Bubión, su vida ha sido toda una película. Lucas Figueroa dirige una serie que desvela todos sus secretos y que se puede ver en HBO. Una charla con él da para todo: cervezas, Albaicín, superhéroes, religión y paternidad

Domingo, 27 de noviembre 2022, 00:16

Dos niños interrumpen la llamada telefónica, uno a cada lado de la línea. «Veo que estás como yo», bromea Osel Hita Torres, desde Barcelona. «¿El virus del cole, también? –pregunta Osel– Qué coincidencia. Bueno, las cosas del teletrabajo». El 12 de febrero de 1985, el Lama Yeshe, uno de los grandes ejes del budismo, se reencarnó en un bebé granadino. Aquel zagal creció en la India, educado con mano de hierro por grandes maestros, lejos de su familia. Una experiencia tan dura que, llegado el momento, desapareció del radar e inició una vida peculiar, entre el cine, la música y las drogas. Aquel joven cambiaba habitualmente de nombre y de ciudad, para que no le reconocieran. Incluso llegó a vivir en la calle. Pero en el fondo seguía siendo él, el mismo Osel Hita que nació en Bubión el 12 de febrero de 1985. El mismo que ahora habla por teléfono mientras su hijo, Norbu, se seca los mocos al sol.

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La historia de Osel Hita, el lama granadino, era un misterio hasta hace unas semanas, cuando HBO estrenó 'Osel', serie documental dirigida por Lucas Figueroa en la que él y su familia relatan qué fue exactamente lo que sucedió. «O una parte. Queda mucho por contar», dice Hita. Y todo empezó así, por una reencarnación que muchos vieron como una mera casualidad.

En los colegios granadinos crecimos pensando que usted era un mago que volaba, era todo un misterio fantástico.

–¡No lo sabía! (ríe) Yo era un niño normal. Sigo siendo un niño de Granada.

Tras ver la serie… parece usted una persona normal. ¿Sigue sintiéndose el extraño?

–Me veo normal, pero con muchas cosas en el coco.

¿Qué cosas?

–¡Mucha información! (ríe) Es la manera en que mi cerebro se ha creado. No tuve la oportunidad de ser un niño, de jugar, de disfrutar de la infancia… El cerebro se desarrolla de otra manera cuando estás implicado en actividades con adultos constantemente. Soy un poco raro, pero en realidad soy uno más, como todos. He tenido el mismo viaje del héroe interno que cualquiera…

¿Le van los superhéroes?

–Mira, la de 'Doctor Strange' me da mucha risa porque hay muchas escenas en Nepal con personajes que conozco. Exageran lo que hay, pero tiene su base de realismo, no creas. La películas es una metáfora de la realidad, de quienes somos nosotros.

Si fuera un superhéroe, ¿le tocaría Doctor Strange?

–Probablemente (ríe). Al final somos todos superhéroes, todos tenemos esa potencia. A mí me gusta mucho una serie de dibujos animados que estoy deseando ponerle a mi hijo cuando tenga un par de años más, 'Avatar: The Last Airbender'. Esa serie me flipa, me identifico mucho con el chico protagonista y su estrés, la responsabilidad que le ponen para traer paz al mundo, para unificar…

A usted le pusieron en un camino similar. Una historia que no conocíamos completamente hasta que llegó la serie de HBO. ¿Cómo ha cambiado su vida?

–Para mí no ha habido cambio. Para mí es importante ser auténtico siempre y ninguna fama va a cambiar eso. Sigo viviendo mi vida igual, relacionándome con la gente de la misma manera, con el mismo amor. Es verdad que mucha gente me para y me comenta 'te he visto' y me felicitan y yo, encantado, doy las gracias, pero no se me sube a la cabeza. No me voy a aislar, si alguien me habla por la calle puedo estar una hora con él si hace falta. Eso me pasa mucho en las charlas que doy en centros budistas, que tienen que poner gente que me frene porque si no no acaban nunca (ríe). En fin, que si alguien quiere hablar, me pongo hablar y lo doy todo.

El precio de una cerveza Alhambra

«Siempre me voy más sabio de Granada»

Imagen principal - «Sigo siendo un niño de Granada»
Imagen secundaria 1 - «Sigo siendo un niño de Granada»
Imagen secundaria 2 - «Sigo siendo un niño de Granada»

La escena es real y no sucedió hace mucho. Osel se pide una caña, en su bar favorito de Calle Elvira, el Pata Palo. El camarero se la pone en la barra de un golpe seco, sin quitarle el ojo de encima. Osel, concentrado, sigue por donde estaba: «Te digo que no tiene sentido. ¿Cómo es posible que una cerveza Alhambra me cueste más cara aquí, cuando la fábrica está aquí al lado, que si me la pido al otro lado del mundo? ¡Es que no tiene sentido!».

¿Y qué le dijo?

–¡No recuerdo! (ríe) Me he puesto a debatir mil veces con camareros, pero siempre de buen rollo. La gente piensa que estamos peleando pero es que yo me he criado con el concepto de debatir. Debatir de todo. Debatir es parte de mi genética. En Granada acabo debatiendo con todo el mundo.

¿Se siente granadino?

–Me siento muy granadino, me encanta, siempre que voy hablo con todo el mundo. Es una de las ciudades en las que siempre te dicen la verdad, desde la sinceridad más brutal y sin ningún tipo de prejuicios.

«He dormido en las cuevas, tocando con los senegaleses mientras veíamos las luces del Albaicín»

Parece que está usted definiendo la malafollá.

–¡Pues he encontrado mucha malafollá! (ríe) No, es broma. A mí esa sinceridad me da ganas de querer ser más granadino. Y esas ganas de vivir, el amor que tienen, la humanidad… Granada me ha dado la vuelta en muchos conceptos. Siempre me voy más sabio de Granada. Granada es un lugar sagrado para reconectar con el gen. Es autenticidad.

¿Cuál es su Granada favorita?

–El Paseo de los Tristes, el Albaicín y el Sacromonte, me lo conozco todo súper bien; es donde estoy siempre. He dormido muchas veces en las cuevas, tocando música con los senegaleses mientras veíamos las luces del Albaicín. Y siempre que voy al Huerto de Carlos suelo tocar percusión. Hay muy buena gente, es una maravilla. Un paraíso.

¿Usó algún nombre falso para moverse por Granada?

–Nunca me he cambiado de nombre aquí. A Granada voy sin esconderme, desde el principio.

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En la serie dice que en Bubión le odiaban los otros niños.

–Exageré un poco (ríe). Me tenían un poco de manía porque era… un poco tirano (ríe otra vez). Creían que actuaba como si fuera superior, pero era por la educación que me habían dado en el templo. Tenía esa tendencia.

¿Qué significa Bubión y la Alpujarra para usted?

–Amo mucho Bubión. Pasé mucho tiempo allí. Pero no es solo Bubión, es la Alpujarra. A pueblos como Atalbéitar les tengo muchísimo cariño. Atalbéitar es un pueblo con mucho feng shui, con gente internacional. Imagina como será que tiene su propia escuela Montessori. La Alpujarra es increíble y fascinante y cada vez que puedo visito O Sel Ling (centro budista, en Soportújar), para saludar a la gente.

¿Sus hermanos y su familia siguen por aquí?

–En Granada no queda ninguno, están entre Ibiza, Madrid y Barcelona.

La iniciativa

«He cambiado la religión por la ecología»

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Desde Granada, una niña mueve el dibujo que acaba de hacer de un lado a otro mientras vuelca todos los rotuladores por el suelo. En Barcelona, Norbu tira del pantalón de su padre con insistencia. «Tienes que tener paciencia, Norbu, que es la madre de la ciencia», dice Osel. El niño se retuerce y pide que jueguen con él, que ya está bien de entrevista y que le había dicho que tardaría cinco minutos y ya van muchos más. «Te tienes que aburrir, Norbu, que no pasa nada. Aprende a aburrirte».

¿Reencarnarse es algo parecido a ser padre?

–Lo de la reencarnación es un concepto muy importante. La teoría es difícil de entender (ríe), pero yo creo en esto. Verás. En la filosofía budista está el concepto de continuo mental, en el que la luz clara de nuestro ser, mi nombre significa eso, por cierto, Osel significa 'luz clara'. Bueno, decía que todos somos luz clara en un continuo mental que no tiene ni principio ni final. De ahí nace el concepto del amor incondicional de la madre: hemos sido madres e hijos de todos los seres. Todos somos reencarnados. Luego están los tulku, que son maestros, seres que pueden elegir dónde nacer, como el Lama Yeshe. Pero el Dalai Lama ha empezado a decir en público que tulku es una idea obsoleta, de una época feudal: todo lo que tenía el maestro lo heredan los cuidadores del niño en que reencarna. Está cerrando las puertas a que se busquen reencarnaciones y creo que mi generación será de las últimas.

¿Usa redes sociales?

–Sí, tengo Facebook e Instagram. Y cuenta privadas. Hace tiempo usé Twitter, pero ya no.

«Nos convencemos de que somos buenos pero no hacemos nada, solo usamos máscaras o barremos la suciedad debajo de la alfombra»

Le pregunto porque el Lama Yeshe decía que había que ir donde está la gente para poder transformar el mundo. ¿Dónde cree que habría que ir hoy?

–Yo he cambiado la religión por la ecología. Todas las religiones trabajan ahí: hinduismo, musulmana, cristiana, budista… Todos debemos trabajar juntos para mejorar la siguiente generación. Hemos tomada prestada la Tierra y todavía no hemos aprendido a respetarla. Los humanos, por alguna razón, no queremos adaptarnos a la naturaleza, queremos que se adapte a nosotros. No sé por qué, pero esa es la religión, la nueva espiritualidad que intento trabajar. Nos convencemos de que somos buenos pero no hacemos nada, solo usamos máscaras o barremos la suciedad debajo de la alfombra. No, basta ya. Para mí la ecología es la nueva religión y por eso fundé una comunidad global.

La comunidad, Global Tree Initiative, planta árboles por todo el mundo. Veo en su web que en Granada ya hay unos trescientos árboles a su cuenta.

–Pero me gustaría que hubiera más. Hubo un incendio en la Alpujarra, habría que replantar toda esa zona, me encantaría hacerlo. Con la ayuda del gobierno y de voluntarios. Mi amigo Juanito, de Atalbéitar, dice que faltan pastores de árboles.

¿Pastores de árboles?

–Me encanta el concepto: una persona que se dedica a guiar a voluntarios. Una persona que guía, que enseña cómo se deben plantar los árboles para que duren.

¿De qué va la vida?

–De compartir, ¿si no para qué? Si vas a ser feliz solo, ¿de qué sirve serlo?

La serie 'Osel' termina con un 'continuará'.

–Sí, efectivamente. La serie no cubre ni un diez por ciento de la historia. Le tengo mucho cariño a Lucas Figueroa, el director, lo está haciendo genial. La segunda temporada digamos que será de viajes… Sí. Los viajes.

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