José Antonio, gerente del Hotel La Higuera pepe marín

La familia de La Higuera: «Hemos tenido mucha suerte»

El hotel-restaurante junto a la ladera desprendida seguirá cerrado hasta que noaseguren el talud

Lunes, 30 de enero 2023

Junto al hotel-restaurante La Higuera hay una señal en un arcén de la carretera que avisa del peligro de desprendimientos, pero José Antonio, que regenta este negocio desde siempre, dice que solo ha sido testigo de uno, el que tuvo lugar el domingo, que ... provocó mucho miedo y un caos circulatorio en el principal acceso a Sierra Nevada. «Mi negocio es el primero que se abrió. Llegué aquí con un año y tengo 61.

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«Lo que ha pasado es inexplicable, en todo este tiempo no se había caído de la ladera ni un chino», comenta frente a la que también es su casa, mientras ve cómo la excavadora hace equilibrismos en la misma montaña en la que se subía de chico. «Lo sé bien, porque jugaba ahí justo. No entiendo nada de lo que ha pasado», cuenta a la vez que pasea a su perrita, que se llama Manchita. Ha subido a ver cómo van los trabajos de la ladera y también a echarle un ojo de paso a su negocio.

Sus hijas y su mujer le acompañan. Una de ellas no deja de entrar en directo en televisión;otra aprovecha un despiste de la Guardia Civil para coger algo de ropa y los cargadores de unos aparatos que usan para dormir. Efectos personales que tuvieron que dejar allí en el momento en el que medio monte se les vino casi encima.

El accidente de un camión

José Antonio explica que del derrumbe se enteró tras el «ruido» y el temblor que sintió, «fue como un terremoto», dice este hombre, que reconoce que lo primero que pensó es en que todo se debía al accidente de un camión. Se lo imaginaba derrapando por la carretera y llevándose todo por delante. Pero luego salió y se quedó perplejo. Vio las grandes rocas en mitad de la calzada, los coches destrozados y a gente herida. Se le quedó grabada la imagen de una niña pequeña y de su abuelo, ambos lesionados. Y ya toda su preocupación pasó a ser la gente. Que todo el mundo estuviera bien.

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En plena temporada de la Sierra, el bar lo tenía a reventar. Y todo el mundo salió despavorido. Los momentos de confusión los sobrellevó como pudo hasta que la Guardia Civil tomó el control. Desalojaron el hotel y lo cerraron a cal y canto. Y así sigue. Este hombre y su mujer están durmiendo en Granada en casa de una de sus hijas. Allí seguirán hasta que se acabe el peligro. Beatriz, la anfitriona, cuenta que anoche durmieron «regular».

Pepe Marín

Demasiadas preocupaciones repentinas. «Mis padres son muy trabajadores y están desconcertados», señala esta chica, que espera que durante el día de hoy puedan entrar en la vivienda familiar y también en el hotel-restaurante. Cuando lo hagan tendrán que limpiar, pues la Guardia Civil les obligó por seguridad salir de allí sin mirar atrás. Beatriz sabe lo que se van a encontrar: cafés a medio poner, ollas frías llenas de alimentos sin cocinar, sillas y mesas desordenadas por un comedor que parecerá sacado de una película de catástrofes. Pero será tan real como la vida misma.

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De momento a esta familia no le han dicho cuándo podrán volver y, aunque están en temporada alta, les importa poco las posibles pérdidas. Creen que el problema se solucionará pronto porque saben lo importante que es la estación para la economía de la zona. «Nosotros siempre hemos trabajado bien, así que volveremos como siempre. De todas formas, tenemos todo febrero reservado, por lo que no es lo mismo perder unos días de trabajo que todo un mes. Esperemos que la cosa no se alargue», cuenta. Su padre tampoco exterioriza mucha preocupación. Dice que lo importante es que a nadie le ha pasado nada después de un suceso peligrosísimo que de haber sucedido dos metros más cerca... quién sabe lo que podría haber ocurrido. «Hemos tenido mucha suerte», reconoce Beatriz, que comparte con su padre el optimismo. Debe ser algo familiar; una especie de gen.

En mitad de la conversación con IDEAL, al padre le suena el móvil. Es un proveedor del restaurante. «¿Cuánto te echo hoy?», le preguntan. Y él responde que han tenido un «problemilla» y que, quizás, para el viernes. Al otro lado de la línea parecen sorprendidos. Es cuando las preguntas cambian de dirección: «¿Es que no has visto la tele? Anda, póntela», le pide José Antonio justo antes de colgar el teléfono.

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