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Se trata de un mirador 'no oficial' con unas vistas privilegiadas. No hay comodidades, no tiene bancos ni farolas. Es apenas un repecho en el que se congregan decenas de personas para contemplar la belleza de la ciudad, desde el barrio declarado Patrimonio de la Humanidad. Pero, a pesar de lo exclusivo del espacio, las personas que lo frecuentan no dedican ningún esfuerzo a cuidarlo. Botellas rotas, pintadas en la muralla nazarí y una enorme acumulación de basura son el escenario que se han construido los asiduos a este rincón, situado en el Barrichuelo, a pocos metros del Hospital Real. Esas reuniones, o microbotellones clandestinos, están generando en este enclave molestias y preocupación para los vecinos de la zona. El mayor incordio son los ruidos y el jaleo que se forman cuando allí se congregan decenas de personas. Es habitual que llamen a la Policía Local para avisar de estas aglomeraciones, aunque la presencia de los agentes sólo los disuade en ese momento, pero luego vuelven a juntarse en los mismos espacios.
Sin embargo, lo que realmente preocupa a quienes conviven con estas congregaciones de jóvenes es el peligro que supone la acumulación de basura en ese solar, un espacio rodeado por un muro, pero cuyo propietario no tienen identificado los vecinos.
Allí se juntan para beber, fumar, o tocar música, encima de un recinto que se ha convertido en un vertedero. Los vecinos alertan de que, entre las colillas y las botellas rotas puede provocarse un incendio en cualquier momento. Además, por supuesto, del foco de insalubridad que supone esa acumulación de basuras.
Desde la Asociación de Vecinos del Bajo Albaicín ya se han interesado por la situación de este solar. Además de los problemas que denuncian los vecinos, se da la circunstancia de que también han aparecido pintadas en la muralla nazarí, que pasa justo al lado de este enclave. Lola Boloix, presidenta de la asociación, apunta a que estos jóvenes -los hay de todas las edades y nacionalidades- muestran cierta inclinación por reunirse en lugares similares a este, subidos a la muralla como ocurre en Puerta Monaita o en el cerro de San Miguel. En estos dos espacios sufren los mismos problemas, aunque ahora confían en que la instalación de la cámara de videovigilancia en Puerta Monaita contribuya a reducir estas reuniones.
El espacio en el que se acumula es un recinto privado en el que no se podía acceder hasta hace tres o cuatro años. Los primeros en abrir hueco en el muro que rodea el solar entraron para poner en marcha un huerto, pero la iniciativa 'ecológica' duró poco y dio paso pronto a los microbotellones o tardes de música y cerveza con inmejorables vistas. Los vecinos reclaman que se limpie y se valle de nuevo para evitar riesgos.
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