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El ferial del Zaidín sufrió durante la madrugada de ayer dos tormentas: la meteorológica y otra de puñetazos. Esta última se desató un par de horas antes de que el cielo se derramara sobre Granada y fue una auténtica batalla campal, según informaron a ... IDEAL varios testigos presenciales.
La pelea, en la que se vieron involucradas unas cincuenta personas, empezó a generalizarse alrededor de las cuatro y media de la mañana en la zona de las casetas. Las actuaciones del popular festival rock del barrio acababan de concluir y la costumbre ordena que, cuando eso ocurre, las casetas también deben quedar en silencio. Todavía había bastante gente en el lugar. Y no parecían tener ganas de recogerse, según indicaron los vecinos consultados por este periódico. El alcohol y la frustración por el final de la fiesta fueron, presumiblemente, los desencadenantes de la bronca, aunque en estos casos siempre es difícil determinar con total certeza por qué se iniciaron las hostilidades.
Lo cierto es que, en un principio, hubo una trifulca entre un grupo reducido de personas, pero la violencia se fue contagiando y, al final, los contrincantes superaron el medio centenar. «Era un auténtico caos:puñetazos, patadas, caras ensangrentadas...», relató un testigo todavía espantado por la ferocidad de la riña.
Los únicos dos policías locales destinados a velar por la seguridad de la zona de casetas intentaron separar a los contendientes, pero el efecto fue contraproducente: los camorristas dejaron de atizarse entre ellos y fueron a por los agentes, que sufrieron algunos golpes y empujones, según los vecinos que presenciaron los hechos.
En este sentido, los uniformados se vieron obligados a pedir refuerzos para tratar de calmar una situación que ya era explosiva. Alguno de los gamberros incluso llegó a lanzar piedras contra los patrulleros.
Por fortuna, todavía estaban en el Zaidín los agentes encargados de garantizar la tranquilidad de los conciertos de rock y acudieron de inmediato a la llamada de auxilio de sus compañeros. También contaron con el apoyo de la pareja de policías locales que vigilaban la zona de los columpios. En total, una decena de efectivos que, no sin esfuerzo y soportando el continuo hostigamiento de los vándalos, consiguieron poner paz. El lugar quedó despejado y, al menos, tres personas resultaron heridas, según las informaciones recabadas por este diario.
No hubo detenciones y, al parecer, tampoco denuncias. Los folloneros pusieron pies en polvorosa antes de que los agentes pudieran recomponerse para practicar arrestos. Varios de ellos sufrieron contusiones, pero las lesiones no eran de gravedad.
A las tres de la madrugada, una hora antes de la multitudinaria refriega, se produjo un incidente en una caseta que, en opinión de un testigo, pudo originar el suceso. Un grupo de varios hombres que, al parecer habían consumido alcohol en exceso, comenzó a asediar a unas jóvenes que estaban disfrutando de la noche.
Las mujeres no les siguieron la corriente y expresaron su incomodidad a los individuos en cuestión. En un momento dado, las jóvenes salieron al exterior de la caseta y los sujetos se acercaron a ellas. Las personas consultadas por este periódico no sabían qué sucedió en los minutos siguientes, pero el encuentro terminó de forma abrupta: uno de los hombres propinó un puñetazo en el rostro a una de las chicas.
Los agresores se perdieron después entre el público que llenaba la zona de casetas.
Supuestamente, el grupo que atacó a la joven participó después en la gran pelea que forzó a la pareja de guardias municipales destinados allí a solicitar refuerzos para evitar que los camorristas se ensañaran con ellos.
Luego llegó la otra tormenta.
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