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Yayo Carbonell, durante uno de los rallys africanos en los que ha participado como preparación para el Dakar. Actiongraphers
El sueño dakariano de Yayo Carbonell

El sueño dakariano de Yayo Carbonell

Motor ·

El almuñequero será el único piloto andaluz en la salida del mítico raid el próximo 3 de enero y competirá en una categoría sin asistencia externa

Manuel Pedreira

Granada

Lunes, 14 de diciembre 2020, 00:38

«Muy bonita la moto, pero mañana vas a la tienda donde la has comprado y la vendes». Un padre es una cosa muy seria y así de serio respondió Pepe cuando se topó por un camino de Almuñécar con su hijo pequeño a lomos de una moto de campo.

Al nene le volvía loco abrir gas por los carriles que circundan el pueblo pero sabía que en casa esa afición no hacía ninguna gracia. Como lo sabía muy bien, unos años antes había comprado en secreto su primera moto a medias con un colega, que se encargaba de esconderla en su casa. Una Honda CR80, una moto de niño, porque los dos eran niños de apenas 14 o 15 años.

De aquello han pasado veinticinco años mal contados, recuerda ahora con nostalgia Yayo Carbonell. Dentro de un mes, Yayo estará abriendo gas por las dunas de Arabia Saudí como único participante andaluz del rally Dakar, la mítica prueba que alcanza su edición número 43.

El rally y Yayo gatearon juntos. El piloto nació apenas cuatro meses antes de que un grupo de locos del motor, guiados por Thierry Sabine, saliera de la parisina plaza del Trocadero para recorrer 10.000 kilómetros por un terreno desconocido en dirección al Lago Rosa de Dakar. La primera edición se estrenó a finales de diciembre de 1978 y lo ocurrido desde entonces, ya es historia.

«Lo que siempre me atrajo de este rally fue esa lucha autónoma del piloto y su moto contra el desierto, sin más ayuda que lo que uno sepa de mecánica»

El raid más exigente del mundo ha cambiado mucho desde sus primeras ediciones, que tenían bastante de aventura y supervivencia y en las que no era infrecuente ver en los telediarios que algún participante llevaba dos días perdido en el desierto.

Ya es casi imposible que ocurra eso gracias a los avanzados dispositivos de seguridad con que cuenta cada participante, aunque no es necesario recordar la factura en vidas que se ha cobrado la prueba para dar por sentado que sigue siendo una carrera extrema.

Ahora los pilotos cuentan con mecánicos que les dejan la moto (o el coche, o el camión, o el quad) como nuevos después de cada etapa, y los más profesionales disponen de fisioterapeutas, departamentos de comunicación y hasta mullidas camas en los camiones-vivienda de los equipos oficiales. Aquello de llegar a la meta casi de noche, poner a punto la moto uno mismo y mal dormir pocas horas en un saco tirado en el suelo ya ha pasado a la historia.

Categoría extrema

O no del todo. Porque existe una categoría que solo admite a una treintena de pilotos dispuestos a resucitar cada año la esencia más pura del Dakar. «Lo que siempre me atrajo de este rally fue esa lucha autónoma del piloto y su moto contra el desierto, sin más ayuda que lo que uno haya aprendido de mecánica después de toda una vida encima de la moto», apunta Yayo. Ya pueden imaginarse en qué categoría competirá el almuñequero.

Yayo Carbonell, durante un entrenamiento.

Original by Motul es la denominación oficial que recibe esa modadalidad, el más difícil todavía. Cada uno de esos pilotos entrega al inicio de la prueba una caja de 80 litros de capacidad con las piezas y herramientas que preve que necesita para terminar el rally. Dispone solo de un juego de ruedas extra y no puede recibir ayuda externa salvo de pilotos de esa misma categoría. Los propios participantes se encargan de reparar cualquier avería y del mantenimiento de la moto al final de cada jornada. A Yayo Carbonell no le asusta ese desafío. Es más, disfruta con una llave inglesa en la mano y es de los que hace milagros con un palillo de dientes y una brida.

El piloto almuñequero, que trabaja en una empresa familiar dedicada a la venta de materiales de construcción, empezó a competir en pruebas de enduro y en 2006 conquistó el campeonato de Andalucía. Ese mismo año descubrió el desierto marroquí y se enamoró para siempre de las dunas.

Podios en rallys africanos

Desde entonces, todos los años se escapa una semana a explorar nuevas rutas y en esas 'excursiones' ha ido moldeando un sueño que está a punto de hacerse realidad. Ha competido en rallys africanos, cosechando podios como en el Mil Dunas de 2018 o el Panafrica de 2009, y lleva un año preparando de forma específica el Dakar.

En todo este tiempo, ha compartido su pasión motera con otros deportes de fondo, como maratones o triatlones de larga distancia ('finisher' en los ironman de Lanzarote y de Niza) pero siempre mirando de reojo cada enero a la carrera que se hizo leyenda en África, que pasó por Sudamérica y que desde el año pasado tiene a Arabia Saudí como escenario. Su objetivo es terminar la prueba, un logro mayúsculo para un debutante y en una categoría como la suya, que redobla, la exigencia.

El almuñequero ha hecho sus cuentas y ha ajustado el presupuesto al máximo, aunque el 'low cost' del Dakar sale por encima de 40.000 euros

Y otra exigencia, la económica, también es muy alta. Constituye el freno para muchos locos de las motos de campo, que hoy se cambiarían a ojos cerrados por Yayo. El almuñequero ha hecho sus cuentas y ha ajustado el presupuesto al máximo, aunque el 'low cost' del Dakar sale por encima de 40.000 euros. «Afortunadamente, he encontrado patrocinadores que vienen muy bien para cubrir parte del coste, que es mucho», apunta.

El Ayuntamiento de Almuñécar y un puñado de empresas (Sola Ricca, Carbonell SL, TCM Grupo Puma, Veterinaria Mediterránea, Big Bang discoteca Almuñecar, Covey, Universidad San Isidoro, Instituto Leonardo y Forjados Triunfo) han creído en este piloto, uno de los 18 españoles que tomarán la salida el próximo 3 de enero en Jeddah.

Menos gracia le hace el asunto a Merche, su mujer, que cada día esperará noticias de Yayo junto a Julia y Pepe, los peques de la familia. Al otro Pepe, el abuelo, el padre, ya se le ha pasado el enfado de hace un cuarto de siglo. Está deseando que empiece el espectáculo. Y no le obligará a devolver ninguna moto.

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