Hubo un tiempo –sobre todo durante la transición política– en que la izquierda comunista, para sorpresa de los contrarios, se vio nutrida de algunas individualidades, cuyo árbol genealógico, educación universitaria y acomodo familiar, hacían sospechar todo lo contrario. Por ejemplo, Luisa Isabel Álvarez de Toledo ... y Maura (Estoril, 21 de agosto de 1936-Sanlúcar de Barrameda, 7 de marzo de 2008) fue una aristócrata, escritora e historiadora española, XXI duquesa de Medina Sidonia —el primer ducado hereditario que se concedió en la Corona de Castilla, en 1445— y varias veces grande de España, que ostentó la jefatura de tres importantes casas nobiliarias: la de Medina Sidonia, la de Villafranca del Bierzo y la de los Vélez. Fue habitualmente conocida como el sobrenombre de la 'Duquesa Roja' debido a sus ideales democráticos y su oposición al franquismo, que hicieron de ella una noble aristócrata atípica.

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Por aquí tuvimos la militancia de José Miguel Castillo Higueras y la de Rafael Fernández Píñar y Afán de Rivera. Él conducía una moto de gran cilindrada japonesa y yo otra alemana de casi media tonelada. Coincidimos aquel día parados en un semáforo de la Gran Vía y me dijo: ¿Pero ¿dónde vas con ese hierro? Se refería a mi moto, como muy pesada, en comparación con la suya que era más ligera, corría más y contaba con mayor 'reprís', o menor tiempo de aceleración.

Nos apeamos, tomamos café y la conversación entre dos veteranos moteros fue, como no podía ser de otra manera, de los cilindros al embrague, pasando por la distancia de frenada, ancho de neumáticos, velocidad, par y estabilidad. Él podía tumbarse más en las curvas, yo no tanto, y la salida una vez trazada era más rápida en la suya. Nunca pudo convencerme, sólo consiguió que me cambiara a Triumph, donde acabé mi vida de motero, después de pasar por siete modelos distintos. Aprovechamos –ya que estábamos puestos– para darle un repaso a la ciudad, intercambiar ideas y nos despedimos después de que yo hubiera aceptado ser miembro del jurado del concurso de carnavales en el Palacio de Congresos, junto al poeta Javier Egea ('Quisquete'), el activista vecinal y cultural del Zaidín Isidro Olgoso y algunos amigos más.

VOCACIÓN Y SERVICIO

Rafa Píñar, como le llamábamos los amigos, era un militante comunista de vocación, con un sentido de la amistad y de la solidaridad a prueba de bombas. Con la toga defendía en los tribunales a los que él sabía que no tenían para pagarle la minuta, en una Granada que de la dictadura a la transición se vio convulsionada por constantes y justas reivindicaciones de los obreros, decenas de años marginados y explotados. Llegó al Senado por la comunidad autónoma y fue diputado del Parlamento andaluz.

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Fernández-Píñar había sido durante los años ochenta uno de los principales líderes del Partido de los Trabajadores de España-Unidad Comunista (PTE-UC) de Santiago Carrillo. Durante su gestión como concejal de Cultura, en las listas del PSOE como independiente, reforzó la presencia municipal en el Festival Internacional de Música y Danza. Su último acto como concejal, precisamente, fue la presentación, el 10 de junio de 1995, del pregón de las fiestas del Corpus Christi, a cargo del escritor libanés Amin Maalouf, autor de 'León el Africano'.

Rafael fue también uno de los principales artífices en la reconciliación de Granada con la familia de García Lorca tras décadas de disputas en torno a la figura del poeta. Su generosidad sin límites propició ese acercamiento, pues no hay que olvidar que durante varias décadas la familia de Federico prohibió, entre otras cosas, que sus obras se representaran en Granada.

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DINAMIZADOR CULTURAL

Su pertenencia a Comisiones Obreras no era una militancia vacua, todo lo contrario. Desde los asesinatos de sus compañeros laboralistas en Atocha, él había reforzado su vocación y militancia, siempre con la mesura y el diálogo más exquisitos, lo que le diferenciaba de otros líderes de la izquierda política y sindical de la transición, que incluso presumían de su catetez, incultura y rudo proceder, para así aparentar que eran más de izquierdas, que quien hablaba desde la educación. Sin levantar la voz, y de traje y corbata, Rafael Carlos Fernández-Píñar y Afán de Rivera era esa persona coherente con sus ideas que no renunciaba a sus planteamientos éticos, que siempre defendió al ser humano por encima de todo, demostrando que, para llegar hasta allí, no había que llevar alpargatas rotas, vaqueros deshilachados y camisas sudadas de semanas.

Sin duda era el gentleman de la izquierda política y sindical de Granada, cuyo sector facha e involucionista nunca le perdonó que, habiendo nacido en alta cuna, se hubiera convertido en azote de conservadores recalcitrantes, impermeables a la libertad y democracia.

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Después de conceder los premios del concurso de carnaval, nos fuimos a tomar algo al cercano pub 'El Bajel', en Sos del Rey Católico. Cuando vieron entrar a 'Quisquete' con una chilaba, hablando en árabe con Rafa, casi no nos sirven. Intercedió por nosotros una líder local de Alianza Popular que vivía encima, Elena Vizcaya, concejal también en el Ayuntamiento de la capital. Mujer de mucho carácter y amabilidad, se unió al grupo y entre risas y coplillas carnavaleras salimos de allí cuando el sol nos daba en la cara.

Entornaba sus ojos claros para mirar los tuyos, con un mensaje limpio y directo. El mensaje iba envuelto en un tono de voz bajo y pausado. Con educación victoriana, mi amigo Rafael, nacido en alta cuna, dedicó su vida a luchar por los que más lo necesitaban, bien con el ejercicio del derecho a los trabajadores o por la cultura de esta ciudad, que lo sigue echando de menos. Rafa Píñar, que sepas que voy tras de ti, deseando alcanzarte en la próxima curva, amigo.

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