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Aunque algunos historiadores se han encargado de echar tierra sobre el asunto, lo cierto es que Granada también tuvo una importante comunidad judía, asentada en un barrio como el Realejo pero que abarcaba desde la Almanzora a Torres Bermejas, pasando por el Carmen de los ... Mártires, hasta Bibataubín. Una judería granatensis que supo convivir con árabes y cristianos hasta que los Reyes Católicos, una vez conquistada Granada, decidieron expulsarlos, sin tener en cuenta su gran colaboración económica y social a la Reconquista.
Si habláramos del Carmen de los Mártires, diríamos que se encuentra en la falda sur de la colina del cerro del Mauror (Hizn Mauror), que sustenta en su cúspide las Torres Bermejas, dentro del recinto de la Alhambra, en los terrenos conocidos hasta el siglo XIV por los árabes como Campo de Ahabul y por los cristianos como el Campo o Corral de los Cautivos.
Con sus más de siete hectáreas es el más grande de los cármenes de la ciudad, en el que se incluyen un magnífico palacete, jardines románticos y huertos nazaríes sobre la capital granadina, con extraordinarias vistas panorámicas de Sierra Nevada, de la Vega y de la ciudad. Otrora fue conocido como el Corral de los Cautivos, ya que los presos cristianos permanecían aquí en unas mazmorras árabes. Durante la toma de Granada en 1492, se dice que Boabdil partió desde este lugar para entregar la ciudad a Isabel la Católica, quien mandó edificar la primera iglesia de la ciudad, una ermita en la parte alta de la colina en honor a los mártires cristianos. Jerónimo Münzer visitó esta zona en 1494 describiéndolo como «zona de maniobras militares y justas medievales, sembrada de silos y mazmorras». Posteriormente, en 1573 la iglesia se convirtió en convento de los carmelitas descalzos, del que fue prior San Juan de la Cruz entre 1582 y 1588, quien escribió la mayoría de sus libros en el convento, plantó árboles y ayudó a la construcción del acueducto. Por esta época el lugar fue dotado con varias capillas, claustro y numerosas dependencias.
ALFONSO GIL BRACERO
Viene esto a cuento porque por estos parajes y las alpujarras – lugar donde muchos judíos se escondieron tras su expulsión– discurre la obra literaria de Alfonso Gil Bracero, quien tirando de historia y de fantasía creativa, ha puesto en el mercado su ópera prima, 'Los Avanzados de Ahabul', en la que nos invita a recorrer nuestros rincones más reconocibles, exigiéndonos una apertura de mente total, para conjugar lo que hasta ahora no era permeable al entendimiento. Lugares y personajes reales, que pueden transformarse en seres fantásticos con multitud de cualidades sobrenaturales.
Proviene el autor del mundo del cine y la TV, tal vez por eso en su detallada descripción de estancias, paisajes y, secuencias narrativas, en algún momento leyendo su libro he tenido la sensación de que, si cerraba los ojos y alguien me lo leía, estaba asistiendo a la proyección de una película audio descrita, en la que el invidente no se pierde un solo detalle.
Creo para mí que 'Los Avanzados de Ahabul' posee una clara vocación de transcripción cinematográfica, en cuyo guion se conjugan perfectamente la realidad con la fantasía, los superpoderes y los paisajes más reconocibles para nosotros, haciendo de esta obra una pieza originalísima en la que la historia nos permite adentrarnos en una Granada fantástica, posible al menos en nuestra mente.
CRISÁLIDA
Los de mi generación saben bien lo que es criar gusanos de seda en una caja de zapatos con agujeros, alimentándolos con hojas frescas de morera, y cómo seguíamos con atención aquel proceso del gusano que se convierte en capullo y posteriormente da vida a una mariposa.
Ese proceso lo utiliza Gil Bracero para hablarnos de la fecunda y rica industria de la seda que hace siglos tuvo Granada y cómo ese proceso de larva a insecto alado puede adquirir poderes sobrenaturales, hasta el punto de que un ser humano, pueda transmutar en el tiempo y en el espacio. Una cajita de madera de castaño alberga las orugas esenciales, que emanan mágicas fuerzas, que llevarán a la protagonista a conocer la Comunidad de la Torre de los Siete Suelos, un grupo secreto aliado del mundo de la seda y del meteoro del que es cabeza visible Salvador, guarda del Carmen de los Mártires.
A partir de ahí, nos adentramos en una historia fantástica, con escenarios muy reconocibles para los granadinos, a la que debemos llegar abiertos de mente para no ser sorprendidos por los acontecimientos. Dejándonos fluir por la escritura, con la libertad que el autor se ha dispensado a sí mismo, para configurar un mundo paralelo sin salir del nuestro y hacerlos coexistir con la historia, la magia, el suspense, la aventura y el amor. El Gran Buitre o un gato negro de cola blanca pueden ser seres fantásticos, que incluso, puedan comunicarse con nosotros sin articular palabra. Y entre otros espacios conoceremos la Almáciga Real, la Campana de los Dioses, el Jardín de las Piedras que lloran, la Piedra de los Secretos Milenarios, o el Tribunal de las Cinco Deidades.
Este es un libro que nos invita a abrir los sentidos para darle otra oportunidad distinta a la Granada Histórica, artística y cultural que conocemos, permitiendo que realidad y ficción confeccionen un nuevo paisaje al que ya conocíamos, enriqueciéndolo, implementándolo, rompiendo las cadenas de lo preestablecido y correcto, para darnos la oportunidad de ver los mismos paisajes desde otra perspectiva, con otros colores y muchas más posibilidades.
No le pongamos puertas al campo, cuando este es tan bonito y sugerente.
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