Fue en los primeros años de la década de los setenta, cuando mi redactor jefe en el diario Patria, José Luís Kastiyo, me dijo que fuera a hacerle una entrevista al poeta granadino, Rafael Guillén, con la percha de que se le había concedido un ... premio. Me puse manos a la obra y, como un cliente más del Banco Hispano Americano, hice cola hasta llegar al mostrador de una de las ventanillas donde se atendía al público. Se pagaban letras –con y sin gastos- se abonaban cheques al portador, o los comercios de alrededor cambiaban billetes por monedas, a la vez que hacían el ingreso de lo recaudado el día anterior por las ventas. Al otro lado del cristal, un hombre con gafas descendidas por la nariz y de gesto amable, me dijo: Niño tiene que esperarte un rato hasta que salga a desayunar. Y así lo hice.

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Eran tiempos en los que la poesía no daba para comer -ahora sospecho que tampoco- y el gran Rafael Guillén, de ocho a tres de la tarde y de lunes a sábados, atendía una de las ventanillas del patio de operaciones, del banco ubicado en edificio noble de la Gran Vía. El mismo que dirigió durante años, mi abuelo Rafael Rubio Carmelino. Lo mismo le ocurría a su amigo y compañero de tantos proyectos, Pepe Ladrón de Guevara, que a pocos metros de donde estábamos, ejercía por las mañanas de administrativo, en la oficina que la azucarera tenía en Reyes Católicos. Lo de vivir de las letras, ya lo decía Rafael en tono guasón: ¡Solo se vive de las que yo cobro en el banco y van con gastos! Pasado el rato, un compañero lo sustituyó y encaminamos nuestros pasos al café « La Crema» frente al restaurante Sevilla de mi admirado Juan Luís Álvarez, y sobre el mostrador, le fui haciendo mi primera entrevista. Después vendrían alguna más, y alguna que otra tertulia a la que siempre se unía su inseparable, Paco Izquierdo.

Luis Cerón

Cuando todavía resonaban los disparos de Tejero y los suyos en el Congreso de los Diputados, el cantautor granadinos Luís Cerón, se atrevió a rendirle el primer homenaje musical al poeta hoy admirado, cuando pocos se acordaban de él, enclaustrado en su Carmen albayzinero de la calle, Carros de San Pedro. Luís Cerón Rejón, reunió a un grupo de músicos de gran nivel como, el maestro Luís Megias al piano, y el gran Julio a la batería, entre otros, para poner música a una docena de los mejores poemas de Guillén, y una tarde en el Auditorio Manuel de Falla, con lleno hasta la bandera, tuve el honor de presentar, por orden de Cerón, el primer acto en que se le rendía público homenaje a quién años más tarde sería reconocido con el Premio Nacional de Poesía. Granada suele reaccionar tarde a eso de reconocer el mérito de sus hijos, pero aquel concierto puso de relieve la categoría humana y poética de Rafael, junto con las virtudes artísticas de Luís Cerón, en una sesión inolvidable a la que asistió el todo Granada. En la voz profunda del cantautor, los versos «guillenianos» adquirieron otra dimensión hasta entonces desconocida, pasando de la siempre enriquecedora lectura, al encaje perfecto en un pentagrama musical, ajustado a lo escrito como un traje hecho a medida, hasta entonces no estrenado. La magia esparcida por el auditorio de García de Paredes, fue envolviéndonos a todos en una atmósfera de poesía hecha música, dejando sobre la tarima el sello inconfundible representado en unas letras hermosas, envueltas en una voz y una música creadas para engrandecer la belleza.

Versos al aire

«Pronuncio Amor», y «Anclado en Mi Tristeza de Poeta», dieron paso a una decena más de los versos escogidos para la ocasión, que pronto sedujeron al abarrotado auditorio, que se hizo cómplice perfecto para alcanzar la armonía que se presagiaba sobre el papel. Por fin el poeta emergía a otra dimensión de sus escritos, y en su cara de satisfacción, se reflejaba lo acertado del trabajo de Cerón. Adscrito a la generación de los años cincuenta, Rafael inició su actividad literaria en 1953 como miembro de Versos al Aire Libre, grupo de jóvenes escritores que rompieron el silencio en que se había sumido la poesía granadina de posguerra tras el asesinato de García Lorca. Cuatro años después fundó y dirigió, junto con José G. Ladrón de Guevara, la colección de poesía «Veleta al Sur», con la que se comenzó a revitalizar el panorama literario en Granada y que se mantuvo activa durante cerca de una década, hasta 1966. Como editor también dirigió, ya en 1982 y junto a su compadre, Francisco Izquierdo, la serie de fascículos sobre el Albaicín «Los Papeles del Carro de San Pedro», calle mítica donde ambos vivían y desde allí, sus versos se fueron desparramando por todo el mundo de habla hispana, obteniendo mucho antes ejemplar reconocimiento a su obra, fuera del terruño, como suele ser habitual por estos lares, pero desde aquel concierto, el mundo entero ya sabe quién es Rafael Guillén, el poeta que vive «Para Decir Amor Sencillamente», y el cantautor Luís Cerón, que por una tarde, le puso su voz.

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Hombre nunca dado a las alharacas, cultivó siempre la amistad en un círculo muy reducido, incluso cuando se mudó de los Carros de San Pedro, a Poeta Manuel de Góngora. Apasionado de la charla amigable y la tertulia con retranca, mantenía con sutil ironía los tiempos en que estuvo adscrito a lo que él llamó: ¡La Poesía secreta!

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