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Acabábamos de grabar una semana más el programa 'Poesía 70' y, como en algunas ocasiones, Juan de Loxa y yo encaminamos nuestros pasos hasta Bodegas Navarro en la calle de Elvira, a las espaldas de Radio Popular de Granada, antes de que él subiera por ... la Cuesta de San Gregorio hasta su casa palacio junto a la de Enrique Morente y yo hiciera lo propio hasta San Matías, junto a Capitanía General de la IX Región Militar. Allí, el bueno de don Francisco, tras la barra de Railite, nos servía una copita de fino amontillado de su centenario tonel para abrir las ganas de comer y, de tapa, nos daba una tacita de caldo de caracoles que resucitaba a los muertos. Íbamos por el segundo sorbo cuando Loxa me preguntó que hacía aquella tarde. Yo le contesté que visitaría una exposición de Hipólito Llanes, en el Centro Artístico, y después iría a Patria para escribir la crítica. Me dijo que si quería ir con él a un sitio secreto, le dije que sí, y entonces me citó en la plaza de Santa Ana a eso de las cuatro de la tarde, y que me llevara la grabadora para hacer unas entrevistas que luego utilizaríamos en el programa de 'Poesía 70'. Le dije que sí y añadió: «¡Ojo que, no le puedes decir a nadie donde vamos!». A lo que yo respondí: «Es imposible que yo le diga a nadie donde vamos Juan, si no me lo has dicho». Sonrió y nos despedimos hasta la tarde.
PEPINIQUI
En aquellos años de soltería, yo, lo de guisarme para mí lo llevaba mal, así que me fui hasta la calle de La Colcha, a Casa Carmelo, donde me comía los mejores pimientos rellenos que he probado en mi vida, en el pequeño comedor exornado a modo de cueva granaína al final de la barra. El habitáculo era pequeño, apenas tres mesas con su típico mantel de hule a cuadros, y como siempre, en una de ellas saludaba a 'Pepiniqui' Rosales, aquel falangista que se jugó los bigotes por sacar a Federico de las garras del comandante Valdés y que casi le cuesta el paredón a manos de los suyos. José Rosales Camacho era de poco hablar, pero durante la comida lo hacíamos siempre sobre cultura. Nunca hablamos de política y, menos aún, de Federico. Parco y certero en el lenguaje, nunca le vi reír, aunque lo observaba más distendido, cuando durante la tarde noche se pasaba por el Pub Prieto's en la calle Alhamar para asistir a las exposiciones o conferencias que allí organizaba mi amigo Juan Antonio. Quedamos emplazados para el día siguiente porque el mago Miguel Aparicio colgaba una exposición con el atractivo título de 'Butes, Búhos y Calamandurrios' y el asunto prometía diversión.
FUENTE VAQUEROS
Como quien somos, cumplimos, que decía don Juan Tenorio y, a eso de las cuatro de la tarde, yo estaba en la plaza de Santa Ana con mi grabadora rumbo a lo desconocido. Apareció un autocar pequeño –eso de los microbuses es un invento posterior– y a él por indicación de Loxa fueron accediendo una docena de criaturas que yo desconocía. Cerramos las puertas y se puso en marcha, todos fumábamos como carreteros y echábamos las colillas en unos ceniceros pegados a los respaldos de los asientos. Cuando salíamos de Granada por la vieja carretera de Málaga, Juan de Loxa me dijo al oído: «Nuestros acompañantes son poetas venidos de toda Andalucía». Nos dirigimos a Fuente Vaqueros a visitar la casa de Federico y la iglesia donde fue bautizado. Nada más llegar al pueblo, ya vimos que un Land Rover de la Guardia Civil nos seguía 'discretamente'. Lo primero fue entrar en la iglesia, donde nos fotografiamos junto a la pila bautismal donde recibió el sacramento Federico García Lorca. Después tuvimos acceso al libro donde consta su inscripción, lo tuvimos en nuestras manos, y cuando nos íbamos, Juan nos entregó en mano una copia del acta bautismal, imprimida exactamente como consta en el registro eclesiástico y que durante años ha estado enmarcada en la cabecera de mi cama. Cuando nos dirigíamos a la casa natal, fuimos invitados amablemente por la Benemérita a abandonar el pueblo. Era el año 1975, y los rumores acerca del estado de salud de Franco eran cada vez más pesimistas.
1976
Al año siguiente celebramos el primer Cinco a las Cinco con una comisión de ilustres que consiguió un permiso de Gobernación para alabar al poeta durante media hora solamente. Mis contactos en el grupo de valientes que llevaron a cabo el acto eran Juan de Loxa, Pepe Ladrón de Guevara y mí vecino del Realejo, Juan Antonio Rivas, que por entonces se mostraba ilusionado con traer a la Universidad de Granada una escuela de idiomas. Celebramos el acto escrupulosamente, rodeados de inspectores de la Brigada Político Social de Franco que no paraban de hacernos fotos. Miembros de la brigadilla de la Guardia Civil de paisano, componentes de somatén, e ilustres adscritos a La Guardia de Franco que no paraban de rechinar los dientes cuando escuchaban las palabras 'amnistía o libertad', mientras que la Guardia Civil de uniforme mantenía rodeado el pueblo.
Afortunadamente, después de ese primer Cinco a las Cinco se han ido sucediendo ediciones de prestigio y honra para el poeta asesinado, en las que no han faltado invitados de prestigio, como lo demuestra Juan Ortiz en la foto. Pilar López, hermana de La Argentinita, junto a Imperio Argentina y Juan de Loxa, podrían representar a todo un elenco artístico e intelectual, que vienen pasando tal día como mañana por la cuna de Federico. ¡Federico Vive!
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