Su enclave estratégico en el corazón del Albayzín permite la visita y disfrute del caminante sin tener que soportar las aglomeraciones de otros miradores, más famosos, pero menos íntimos. Los escalones que le sirven de pedestal pueden convertirse en el asiento idóneo para la lectura ... pausada o, simplemente, lograr ese remanso de paz que todos buscamos en los barrios bulliciosos, y que cada vez es más difícil de encontrar. No en vano, para llegar hasta ella hay que pasar por la Puerta del Carmen del Olivo, que fue morada del insigne poeta y dramaturgo granadino Pepe Heredia, autor de obras como 'Charol', para los amantes de buenos poemas; o su internacionalmente conocida 'Camelamos Naquerar'. Esta obra supuso un antes y un después en el mundo de la escenificación flamenca y reivindicativa, en aquellos años del despertar democrático, con la aportación enriquecedora de Mario Maya en el baile, 'El Piki' en el cante, y Paco Cortés, 'Niño de Miguelone', a la guitarra, entre otros artistas de indudable prestigio.
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Con solo esta referencia, el caminante que se dirige a contemplar en pocos metros la Cruz de La Rauda y el paisaje de Granada que desde allí se divisa, va más que imbuido al disfrute de los sentidos; y más si tenemos en cuenta que, a tan solo unos metros, se encuentra la Casa de Enrique Morente, genio imperecedero del flamenco universal.
EMPLAZAMIENTO
Durante la dominación árabe, en esta zona del barrio existían casas cueva, cármenes, huertos, el cementerio musulmán de El Maqbarat al-Rawda, y cinco edificios dedicados al culto –tres mezquitas y dos rábitas-. Es el entorno de la calle San Luis, con orientación al Norte, lugar propicio también para el cementerio musulmán, a extramuros de la ciudad, como era la costumbre.
Con la llegada de los cristianos y su afán evangelizador, prolifera por toda la ciudad la instalación de cruces para santificar el terreno reconquistado al infiel, de ahí que la Cruz de La Rauda ya aparezca en el paisaje desde el siglo XVI. Una de las pocas cruces que posee en su parte posterior es la imagen de una virgen de la que algunos historiadores mantienen que pudiera tratarse de Santa Isabel de Los Abades, titular de una iglesia construida en el lugar hacia 1526, desaparecida más tarde. Durante los tiempos de la república la cruz fue destruida, pero un vecino apodado 'El Chirri' escondió los pedazos en su casa, haciendo con este gesto posible la restauración en su lugar de la cruz en el año 1936.
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La Cruz de La Rauda ha sido cantada en coplas, ha salido en el Nodo, en películas y en infinidad de documentales que hablaban tanto del Albayzín como del Sacromonte, debido a su enclave estratégico, formando frontera imaginaria entre los dos barrios, más históricos y emblemáticos de Granada. Y, como no, en poemas.
GÓMEZ MONTERO
El periodista, poeta y compañero de Ideal Rafael Gómez Montero fue responsable de la creación en 1952 de la Revista oral de poesía hispánica Hontiveros. En 1956 entró a formar parte como subdirector de la emisora La Voz de Granada, creando la revista fonoteca del arte Flamenco, que supondrá el germen de numerosos festivales y creaciones de flamencología. Fue miembro de honor en 1978 de la Institución Gran Duque de Alba, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, como reconocimiento por su labor periodística de promoción del arte flamenco y cronista oficial de Barranco del Poqueira de Las Alpujarras granadinas. El título le fue otorgado en 1985 por la amplia labor periodística desarrollada en pro de esa comarca de Granada, aunque en su obra destacan con luz propia sus múltiples trabajos dedicados al Sacromonte, La Alhambra y muy especialmente, al Albayzín, de donde rescato su 'Belén Albaicinero':
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«En la Torre de la Vela dieron doce campanadas, para que naciera Dios a la vera de La Alhambra. Diciembre se sintió niño, se encaramó a una ventana, desde el jardín del Partal, en la Torre de Las Damas, y se encontró al Albayzín con casas de corcho y nata, sobre los puentes del Darro, – río de papel de plata- con musgo de la Colina, nieve de Sierra Nevada y un cedro chiquirritín, aquel que Fray Juan plantara en el Carmen del Carmelo, multiplicado en las ramas del arrayán alhambreño del Patio de Lindaraja. ¡Ay, belén albaycinero, el mejor belén de España! Un belén de carne y hueso, con repique de sonajas y de panderos gitanos, de zambombas, de guitarras y chirimías morunas para una noche de zambra. San José compra jayuyos en un horno de Alhabaca. En el Aljibe del Trillo La Virgen sacaba agua, para lavar los pañales y tender en la retama del Cerro del Aceituno, al rojo sol de Granada. ¡Ay la plaza del Almez, callejón de Las Tomasas, cuesta de María La Miel y callecilla del Agua! Por todos sus recovecos los churumbeles jugaban, con el Niño al pilla-pilla, y en una de sus andanzas, Cristo aprendió a ver las cruces, ante La Cruz de La Rauda».
De todo lo anterior se deduce que la belleza de Granada es tan grande y tan hermosa que, en cualquier rincón de esta ciudad sin igual en todo el mundo, existen rincones para pasear y disfrutar de su grandeza e historia. El visitante esporádico, ante el imán de La Alhambra, normalmente no tiene tiempo de descubrirlos, al menos en una primera estancia. Me consta que son muchos los parroquianos que aún no conocen muchos rincones como este, merecedores de su atención para el disfrutar de los sentidos y el conocimiento más amplio de nuestra tierra. Esta ciudad bien merece un paseo, además de La Alhambra.
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