Si el fotógrafo de la plaza de Bibarrambla, con su caballo de cartón y cámara de madera con manguilla, viera ahora los modernos teléfonos móviles con hasta tres y cuatro cámaras, que te permiten hacer fotos de alta precisión, se quedaría asombrado. Pero qué decir ... de aquel que inventó la fotografía, con un cajón hermético, plata y mercurio, jugándose la salud para hacer la primera foto.

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Todo parece indicar que el asunto comenzó así: el daguerrotipo fue el primer procedimiento fotográfico anunciado y difundido oficialmente en el año 1839. Fue desarrollado y perfeccionado por Louis Daguerre a partir de las experiencias previas inéditas de Niépce (antes de 1826), y dado a conocer en París, en la Academia de Ciencias de Francia. Tanto el aparato utilizado para obtener imágenes por daguerrotipia como cada fotografía obtenida se conocen con el nombre de daguerrotipo, o daguerreotipo. Este se distingue de otros procedimientos porque la imagen se forma sobre una superficie de plata pulida como un espejo. Para economizar, normalmente las placas eran de cobre plateado, pues solo era necesario disponer de una cara plateada. La imagen revelada estaba formada por partículas microscópicas de aleación de mercurio y plata, ya que el revelado con vapores de mercurio produce amalgamas en la cara plateada de la placa. Previamente esa misma placa era expuesta a vapores de yodo para que fuera fotosensible. Total, que aparte de difícil, el asunto es que te jugabas la salud si te dedicabas a hacer fotos.

TORRES MOLINA

Todo parece indicar que, con la llegada del siglo XX, el invento fue perfeccionado, haciéndolo menos peligroso y con mejores resultados en lo concerniente a la imagen. Granada no fue ajena a esta nueva actividad, sino que, por el contrario, contó con un pionero a nivel internacional, cuyo trabajo hoy día es reconocido y admirado.

Cuenta Javier Piñar Samos que Manuel Torres Molina nació en Granada el 29 de septiembre de 1883 y obtuvo su formación inicial en el taller de su tío José Torres García, fotógrafo retratista activo durante el último tercio del siglo XIX, que mantuvo estudio en la calle Mesones 79. Es probable que completara en este establecimiento parte de su aprendizaje técnico y en él hubiera podido continuar una actividad profesional ya consolidada en el concreto campo del retrato, pero sus inquietudes artísticas le llevaron por otros derroteros más ambiciosos, vinculándose tempranamente a un nutrido grupo de jóvenes artistas e intelectuales que protagonizaron el renacimiento cultural granadino de los primeros años del siglo XX, una de cuyas manifestaciones menos conocidas fue la práctica amateur de la fotografía, que comienza a codearse con otras artes, como lo demuestra que, durante el Corpus de 1905 tuvo lugar la primera Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas que dio entrada a la fotografía de manera formal, equiparándola con el resto de las disciplinas artísticas e incluyéndola como una sección específica. Sería la primera de una serie de muestras organizadas por la Academia Provincial de Bellas Artes de Granada durante los años iniciales del siglo y constituye el único foro de difusión fotográfica local hasta la reapertura del Centro Artístico.

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Entre los premiados, destacaron algunos nombres que iban a tener relevancia futura en el reducido círculo de los amateurs y profesionales locales; tal es el caso del joven Manuel Torres Molina, que obtuvo la primera medalla de la exposición. Este reconocimiento pudo contribuir a que se independizara profesionalmente e instalase estudio propio en la Acera del Casino 27. En 1908, cuando el Centro Artístico y Literario de Granada volvió a abrir sus puertas, Manuel Torres Molina fue uno de sus primeros socios. En su seno se continuaría e institucionalizaría una importante labor de fomento de la afición fotográfica que discurrió paralela a la consagración de Torres Molina como fotógrafo profesional. Esta profesionalización no produjo, sin embargo, un distanciamiento respecto al grupo de aficionados, antes al contrario, el fotógrafo colaboró en adelante con diversas iniciativas del centro, proporcionando imágenes para catálogos (Exposición de Arte Histórico de 1912) y participando en casi todos los certámenes fotográficos organizados hasta la década de 1920.

SU OBRA LLEGA A LA PRENSA

En noviembre de 1913 abrió un nuevo establecimiento –Photo Estudio– en la Acera del Casino 7, simultaneando la actividad del retrato con la cobertura gráfica de acontecimientos para la prensa local y nacional; el diario El Defensor de Granada –donde Torres Molina publicó en noviembre de ese mismo año una de las primeras fotografías insertas en sus páginas– se refería al nuevo estudio y a su propietario en los siguientes términos: «es verdaderamente una instalación modelo en su género: elegante, dotada con los mejores aparatos fotográficos, dirigida por un amateur del arte, que al mismo tiempo es un consumado profesor, pues al conocimiento de la técnica une la circunstancia de la constante práctica que, desde hace algunos años, viene teniendo con sus photo-informaciones a las revistas de Madrid».

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Aunque el retrato constituyera el fundamento económico de su actividad profesional, los mayores logros y reconocimientos los obtendría, sin embargo, en el ejercicio como reportero gráfico e ilustrador fotográfico de numerosas revistas y diarios: Granada, Ilíberis, Unión Ilustrada (Málaga), La Esfera, Mundo Gráfico, Blanco y Negro y ABC (desde 1913), entre otros. Del mismo modo, publicó en revistas especializadas de fotografía, como Criterium, Arte Fotográfico y el Anuario Español de 1924. Cuando la imagen fotográfica comenzó a poblar las publicaciones periódicas locales, las empresas editoriales contaron con él como profesional más capacitado para afrontar esta tarea. Desde 1926 colaboró establemente con el Noticiero Granadino –primer diario local que hizo uso sistemático de la fotografía– y, a raíz de la fundación del diario Ideal en 1932, se convertiría también en su principal colaborador gráfico, con ayudantes como (Francisco Fornieles, Juan Granados), así como su propio hijo Juan Torres Díaz. También le debemos el Cine Madrigal.

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