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En mi condición de periodista, tuve la suerte de conocerlo en su puesto de presidente de la Diputación de Granada. Me recibía en su despacho ... del Palacio de Bibataubín, y me comentaba en aquellos primeros años setenta lo complicado que era llevar a cabo su labor. Sobre todo, teniendo en cuenta la escasez de presupuestos y las graves carencias que la provincia tenía por entonces. Pero no era un político al uso. Su exquisita educación, junto a su trato personal, le hacían diferenciarse –y de qué manera– del resto de cargos públicos de la época.
Nació en Granada el 20 de diciembre de 1924. Era hijo de Miguel Guirao Gea, de Vélez Rubio (Almería), catedrático de Anatomía Humana en la Facultad de Medicina de Granada, y de Isabel Pérez-Serrabona, de conocida familia granadina. Se casó con María Elisa Piñeyro Morales y fue padre de siete hijos. Estudió en la Facultad de Medicina de Granada, finalizando sus estudios en 1949 con matrícula de honor en todas las asignaturas.
Buscando nuevos horizontes científicos, en el curso 1950–1951 acudió al Anatomiske Institutionem, de Uppsala (Suecia), donde trabajó con el profesor Holmdahl, y al Stockholm Subjuset del Karolinska Institut (Fundación Nobel), dirigido por el profesor F. Sjöstrand. También realizó estancias de trabajo en la Facultad de Medicina de París, y en la de Bruselas, con los profesores A. Delmas y Dalcq, respectivamente.
En 1955 obtuvo una beca de estudios de Gobierno de los EE.UU. (National Institute of Education) de la University of Pennsylvania (Visitors Program). En el mismo año ganó la cátedra de Anatomía Humana de Valladolid, y al año siguiente, sustituyó a su padre en la de Granada.
Tuve la suerte de ser alumno suyo y, en mi condición de delegado de clase, me correspondía a mí borrar la pizarra cuando él había terminado la lección. Puedo asegurarles que era un auténtico sufrimiento porque sus dibujos a tiza eran toda una obra de arte. Estoy seguro de que, de haberse dedicado a la pintura, su obra sería muy reconocida, pero estaba llamado a grandes empresas con la medicina y la sociedad.
Como decano comisario puso en marcha la Facultad de Medicina de la Universidad de La Laguna, lo que llevó a cabo entre 1969 y 1971. Por ello recibió el título de Decano Honorario de dicha Facultad en 1971. Acometió, a la vez, la organización del Hospital General y Universitario de Tenerife, siendo su primer Director Médico. A la vez, funda y dirige la Escuela de Enfermería de Tenerife.
A su vuelta a Granada recibió el nombramiento de Vicerrector de la Universidad, cargo que ejerció desde 1972 a 1974, en tiempos tan difíciles como los años 70, siendo rector Juan de Dios López González.
Paralelamente a esta extensa actividad académica, tuvo una corta actividad política. Primero como presidente de la Diputación Provincial de Granada en 1974, enfocando sus esfuerzos hacia la acción social y hospitalaria. Luego, como miembro de las Cortes Españolas entre 1974 y 1976, asistiendo como testigo a los momentos cruciales de la transición española. A la vez, fundó y presidió la Caja Provincial de Ahorros de Granada, en 1975, y fue miembro del Consejo de Administración de la Caja General de Ahorros de Granada.
Su jubilación prematura, obligada, a los 65 años, le permitió incorporarse al grupo de profesores eméritos de la Universidad de Granada. Y, posiblemente, esta última y larga etapa de su vida, que duró veinte años, fue la que le enorgulleció más. A través del Aula Permanente de Formación Abierta de la Universidad de Granada, que puso en marcha, su querida Aula de Mayores, abrió las puertas a partir de 1995 a centenares de personas que en su momento no pudieron estudiar y que, según don Miguel, «aquí experimentan una transformación integral, emocional y social».
Su hijo Miguel, que siguió sus pasos académicos, dijo de él: «Realmente, cuando se jubiló a sus 65 años, estaba impartiendo su docencia en la Facultad de Bellas Artes, porque en la nueva carrera que iniciaba su andadura en la Universidad de Granada, era necesario conocer la figura humana, ¿y quién mejor que él la podía enseñar?». Allí sintió un brote artístico que le subyugaba, –decía más tarde– pero sus discípulos saben que «ya venía de antiguo». Sus dibujos con las tizas de colores en sus clases de anatomía eran magistrales; en algunas ocasiones a dos manos, y con tizas negras, que cuando aplicaba sabiamente sus trazos, el efecto de relieve era tal que el dibujo se salía de la pizarra, aunque los puños de su bata delataran esta cualidad.
Tras su jubilación siguió un par de años más en la citada Facultad, aunque entonces como alumno, porque le interesó conocer en profundidad la técnica de la acuarela, y sobre todo acuarela aguada, muy aguada para que pinte a su amor –matizaba él–, y así, la propia agua «hacía ella», aunque la sufriera su mujer en la limpieza de la casa. Llegó a tener una colección muy extensa que hoy, felizmente, adorna las casas de sus numerosos hijos y las de muchos amigos y familiares. Con sus pinceles pintó muchos temas y, entre otras cosas curiosas, diseñó los logotipos de algunas organizaciones, como A toda vela, Agua de Coco, etcétera.
Él siempre comentaba que pintaba acuarelas casi clónicas. Y si no, ahí están las más de doscientas que, «iguales pero diferentes», regaló a cada uno de sus compañeros de la Sociedad Anatómica Española, en el cincuentenario de su fundación (septiembre de 2000) a la vera de la Alhambra.
Fue un honor conocerlo y recibir sus enseñanzas. Sin duda, se trata de uno de esos granadinos imprescindibles para conocer la historia reciente de Granada.
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