Hubo un tiempo –yo lo he vivido- en el que la simpatía de Granada por el pueblo catalán era evidente. Estos afectos nos venían dados, fundamentalmente, porque en los años sesenta fueron muchos nuestros paisanos que tuvieron que emigrar huyendo de la miseria y el ... pueblo catalán los acogió, les dio trabajo y la oportunidad de prosperar cuando aquí se les negaba. Eran tiempos de maleta de cartón, hatillo con hogaza y libra de tocino, billete de tercera en tren con bancos de madera, viaje de dos días y a buscarse la vida fuera de casa lejos de la familia. Aquellos granadinos pioneros de la emigración a Cataluña aceptaron los peores trabajos para los que no hacía falta cualificación y con gran esfuerzo y sacrificio lograron, unos reunir a la familia tiempo después en esa tierra de acogida; otros, ahorrar para regresar y vivir con mayor desahogo fruto de lo ahorrado.

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Cataluña se nutrió de una mano de obra en los años del desarrollismo imprescindible para contemplar ahora su nivel. Frente a la histórica predisposición a la industria textil, se invirtió en nuevos sectores como la metalurgia, la industria papelera, la química, cerámica, el sector energético y el de la construcción. Para que nos hagamos una idea, la población de la comarca del Baix Llobregat de 1930 a 1970 se multiplicó por dieciocho. De 1940 a 1975 los emigrantes del Barcelonés, el Vallés Occidental y el Baix Llobregat representaban el 52,9% de la población total de Cataluña, de ahí que, el crecimiento económico esté ligado íntimamente al demográfico. El PIB catalán, de 1960 a 1970, creció a un ritmo de un 7,9% anual. En quince años dobló su renta gracias a una alta producción de bienes manufacturados y una mayor capacidad adquisitiva de la población.

PERMEABILIDAD SOCIAL

Cataluña se benefició de nuestra emigración, mientras que nuestros paisanos dejaron de pasar penurias, comprobando que la prosperidad era posible, aunque fuera lejos del terruño, así que el agradecimiento y reconocimiento eran mutuos. De hecho, sin prisa, pero sin pausa, les fuimos dando a conocer nuestras costumbres, rituales, folklore, pudiendo asegurar que la adaptación entre culturas ha sido aceptable, durante mucho tiempo

Aquí siempre hemos dicho desde entonces que la novena provincia andaluza estaba en Cataluña, debido a ese millón de paisanos que desde hace varias generaciones ya se han convertido de nacimiento y convicción, en unos catalanes más. No hay que olvidar que –incluso– dentro de los más radicales defensores de la independencia catalana actual hay varios descendientes de aquellos andaluces pioneros de la emigración a Cataluña en los años sesenta del siglo pasado. Hijos de andaluces nacidos en aquella tierra y que se identifican, no con las raíces de sus padres, sino con las de la que los ha visto nacer, y que los ha conseguido para su causa independentista. Un hecho real y no visto con buenos ojos por aquí abajo, en líneas generales, debido a la radicalidad de los planteamientos, fuera del orden constitucional vigente.

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CULÉS SIN HABLAR CATALÁN

Hubo un tiempo en que la simpatía aquí por el Barcelona Club de Fútbol era tan evidente que muchísimos aficionados al Granada lo eran también del equipo catalán, proliferando por decenas las peñas dedicadas al equipo culé en toda la provincia. Durante el franquismo, esta afición al equipo barcelonés tan lejos de Cataluña sirvió también para distanciarse del régimen, ya que se identificaba, en líneas generales, a los aficionados del Real Madrid como adeptos a la dictadura, mientras que a los barcelonistas se le tildaba de antifranquistas. Todo esto recogido con las lógicas excepciones.

Lo cierto es que, desde hace unos años, cuando resurgió el movimiento independentista catalán ya son muchos los aficionados al equipo culé de estas tierras que reniegan de tal afición y se han llegado a cerrar muchas de las peñas dedicadas al barcelonismo en nuestra región.

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No obstante, los andaluces y granadinos, cada vez con más fuerza, testimonian en tierra extraña, cada vez con mayor entusiasmo, el apego a nuestras raíces, celebrando con inusitada contundencia el día de Andalucía en Cataluña, la Feria de Abril y la Romería de El Rocío, entre otras muchas tradiciones, en total convivencia pacífica con quienes los acogieron en su momento y les dieron pan y trabajo.

LA FUENTE DE CANALETAS

A principios de los años ochenta del siglo pasado, la armonía entre nuestros pueblos era tal, que al pan tumaca nosotros le añadimos un buen jamón de la Alpujarra, sin cobrar derechos de autor. El alcalde de Barcelona, Narcís Serra, que después sería vicepresidente del Gobierno y ministro de Defensa, enamorado de nuestra ciudad, y de su Festival Internacional de Música y Danza, dado que él contaba con formación musical, que con frecuencia le hacía ponerse al piano y no desentonar en absoluto, quiso tener un detalle con Granada, viniendo a regalarnos una copia de uno de los símbolos históricos de Barcelona en su Rambla: La Fuente de Canaletas, que junto a nuestro alcalde, Antonio Jara, tuvo a bien inaugurar en las inmediaciones de la antigua Hípica. Todo ello constituyó un día de fiesta para las dos provincias que desde entonces se vieron hermanadas por un monumento que, en el caso de Granada, tiene un gran significado también, pues somos conocidos por la ciudad del agua y la monumentalidad de sus fuentes históricas que aún se conservan.

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En la foto de Juan Ortiz los dos alcaldes sonrientes, acceden al corte imaginario de una cinta que unía para siempre dos provincias tan diferentes y tan agradecidas entre sí. El agua que todo lo cura, pudiera hacer posible un acercamiento entre hermanos que, pudieran en estos momentos estar distanciados. Yo tiendo mi mano el primero.

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