Dije hace ya muchos años que la política es tan importante que no podemos dejarla en manos de los políticos; pero, al parecer, esto no ha calado en una sociedad que va a votar cada cuatro años y se olvida hasta la siguiente convocatoria electoral. ... La ciudadanía tiene que estar vigilante de manera activa para supervisar lo que hacen los políticos, reconduciendo conductas egocentristas que solo nos llevan a la polarización extrema, en el ejercicio de una política que olvida al ciudadano y sus problemas, procurando solo la supervivencia del elegido, que no sabe gestionar el mandato de las urnas por incapacidad o inconsciencia.
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En los últimos meses asistimos sin mover un dedo a la alarmante polarización de sus señorías, mientras se acumulan los problemas de los ciudadanos, y pasa la legislatura sin legislar y sin presupuestos. Y ya para remate de la desfachatez, observamos como los muertos de una Dana, se arrojan a la cara del contrario, en una ceremonia de la confusión digna del mejor esperpento, donde las responsabilidades van de un bando a otro tardando en solucionar el asunto que se me antoja de los más graves planteados a una nación en los últimos tiempos.
La sociedad no puede seguir por más tiempo permitiendo que el enfrentamiento político entre partidos nos abandone a nuestra suerte ante una catástrofe de tal magnitud, nos hunda en la miseria empobreciéndonos cada vez más, con problemas sin solucionar como la carestía de la vida, la vivienda, la sanidad, la educación o las infraestructuras. Los ciudadanos tenemos que movilizarnos y decir ¡basta ya!
EN OTROS TIEMPOS
Un pueblo que olvida su historia está obligado a repetirla y no son pocas las voces que vienen diciendo que la crispación política actual se parece mucho a la vivida durante los últimos meses de la República, y que nos llevó al descalabro de una Guerra Civil entre hermanos, la más fratricida que se puede vivir y de la que –al parecer– todavía no estamos curados de espanto. Vivimos momentos en los que el que no está conmigo está contra mí, y eso me parece extremadamente peligroso. La vida no es blanco o negro, la vida es un cúmulo de grises al que todos debemos aportar desde la generosidad, buenos matices, varios tonos de la gama, que nos hagan volver a la sensatez y la solidaridad. De no ser así, el caos se está apoderando de una sociedad aburrida de sus políticos que, si los dejamos solos, nos llevarán al desastre antes que tarde.
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De aquellos tiempos de revueltas que acabaron en las trincheras fratricidas traigo aquí el ejemplo de un inocente que pagó con su vida el no apostar por ningún bando. Salvador Vila Hernández estudió simultáneamente Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Salamanca entre 1920 y 1924. Allí tomó contacto con el arabismo y fue alumno de Miguel de Unamuno, entonces decano de la Facultad de Filosofía y Letras, al que le uniría desde entonces una gran amistad y del que siempre se consideraría discípulo. Durante el curso 1928/29 amplió sus estudios en la Universidad de Berlín. Allí conoció a la que luego sería su mujer, Gerda Leimdörfer, hija del redactor-jefe del principal periódico judío de Berlín, el Berliner Zeitung am Mittag, Emil Leimdörfer, profundamente asociado a nivel personal como corresponsal parlamentario y comentarista político con el gabinete económico del Canciller Alemán desde 1923 Gustav Stresemann, Premio Nobel de la Paz 1926, luego ministro alemán de Asuntos Exteriores, muerto el 3 de octubre de 1929.
GRANADA
De vuelta a España comenzó su carrera docente como catedrático de Literatura Española en Baeza, lo mismo que el famoso poeta sevillano Antonio Machado. En octubre de 1930 obtuvo mediante un concurso-oposición la plaza de profesor auxiliar temporal en la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid, puesto que desempeñó hasta 1933, año en el que obtuvo la cátedra de Cultura Árabe e Instituciones Musulmanas de la Universidad de Granada.
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La familia Leimdörfer sufrió la persecución Nazi en los años treinta, a partir de 1933, por lo que en 1935 se trasladaron a Granada, donde ya residía Vila con su mujer, Gerda Leimdörfer, en régimen de alquiler en el Carril de San Cecilio, número 12, a los pies del famoso Hotel Alhambra Palace. En la universidad granadina desarrolló Salvador Vila el resto de su breve carrera académica. En 1934 pasó a ser profesor de la Escuela de Estudios Árabes de Granada, dependiente de la Facultad de Filosofía y Letras, y creada en 1932 y encargado de la sección de Derecho e Instituciones Islámicas. En diciembre de 1935, tras la marcha del anterior director, Emilio García Gómez a la Escuela de Estudios Árabes de Madrid, Salvador Vila fue nombrado director.
En 1936 fue nombrado representante de la Facultad de Filosofía y Letras en la Junta de Gobierno de la Universidad de Granada. El 22 de abril de 1936 fue nombrado rector interino. Sin embargo, las circunstancias de su mandato fueron tormentosas, puesto que, por orden del Ministerio de Instrucción Pública, se anuló la convocatoria de los exámenes de junio, como sanción por las algaradas estudiantiles. Este hecho predispuso a los alumnos universitarios en contra del rector. Al terminar el curso académico de 1935-1936, Salvador Vila se fue de vacaciones con su familia a Salamanca. Allí le sorprendió la sublevación militar del 18 de julio de 1936. El 24 de julio fue cesado en su cargo de rector. Posteriormente fue detenido, trasladado a Granada y fusilado el 22 de octubre de 1936 junto a otras 28 personas y arrojado a una fosa común en el Barranco de Víznar. Su mujer Gerda Leimdörfer, alemana y judía, fue detenida junto con su marido en Salamanca, traída también a Granada y salvada por la intercesión de Manuel de Falla, tras ser obligada a bautizarse.
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Son cosas que pasan cuando los políticos nos arrojan al fango.
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