Hace unos días, en estas mismas páginas de IDEAL, mi compañero José Antonio Muñoz, en un magnífico trabajo, daba la noticia esperada de que daban comienzo los trabajos de restauración de una imagen centenaria, auténtica joya de la imaginería granadina: el Cristo Crucificado de Diego ... de Siloé, que las monjas clarisas del convento de La Encarnación conservan y veneran, sabedoras de la importancia vital de esta obra. Tan alta responsabilidad recae sobre Julio Alcaraz, del que José Antonio dice: «Es un joven restaurador granadino. Formado primero en la Escuela de Artes y Oficios, luego en la Facultad de Bellas Artes, donde cursó la especialidad en Restauración y Conservación del Patrimonio, y luego en Sevilla realizó el máster oficial universitario de Arte, Museos y Gestión del Patrimonio Histórico de la Universidad Pablo de Olavide, y se convirtió en experto en identificación de falsificaciones de obras de arte en el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico. Alcaraz ha consolidado un bien ganado prestigio de profesional concienzudo y cuidadoso con el material que se trae entre manos».

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Si hay algo de lo que Granada puede presumir es de la riqueza de su imaginería, que abarca los siglos más brillantes de la talla en madera, con variedad de lenguajes estéticos que recorren todas las épocas significativas de la creación artística, confluyendo posteriormente en lo que se ha dado en llamar escuela granadina, y en la que encontramos la firma de los creadores más prestigiosos y reconocido hasta nuestros días.

GRANADA

Aunque nació en Burgos en 1495, Granada sería su consagración como artista completo, que no solo abarca la escultura por influencia de su padre, Gil de Siloé, reconocido escultor gótico, sino que su trabajo arquitectónico alcanza aquí cotas de excelsa brillantez. Diego de Siloé llega a nuestra ciudad en 1528 tras su paso por Nápoles, donde se empapa del arte imperante de la época y sus grandes maestros. En 1547 compró a Beatriz Hernández, la casa número 5 de la desaparecida calle Angosta de la Botica, que heredó a su muerte su esposa, Ana de Bazán. Su llegada supone el asentamiento de las propuestas de carácter clasicista en Andalucía. Se le encargó terminar dos conjuntos arquitectónicos proyectados anteriormente con una finalidad funeraria: la iglesia del Monasterio de San Jerónimo –lugar de enterramiento de los Fernández de Córdoba, incluyendo la tumba del Gran Capitán– y la Catedral de Granada, donde realizó uno de los edificios más destacados del estilo renacentista español. De este templo destaca la organización de su cabecera como un enorme espacio central cubierto con una gran cúpula al modo de los edificios funerarios de la época romana. En el sistema de alzados se pueden observar referencias al arte de Filippo Brunelleschi con unos grandes pilares sobre cuyos frentes se apoyan medias columnas corintias, duplicando además la altura de las naves con un segundo cuerpo de soportes sobre el entablamento del primero. Sobresale también la Puerta del Perdón (hacia 1534) concebida a modo de un gran arco de triunfo. Su rica decoración y las líneas y curvas, enérgicas y fluidas, de su interior fueron una temprana expresión del estilo plateresco en el arte español. Otros de sus proyectos más destacados son la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, espléndida muestra de la arquitectura de transición del gótico al renacimiento construida entre 1542 y 1573, en la que también participó uno de sus discípulos, Juan de Maeda, la Iglesia de San Gabriel de Loja. Sin olvidar otras obras importantes como, la proyección de su arquitectura en España (catedrales de Almería, Málaga, Albacete y Guadix) y en la América española, en las catedrales de Guadalajara, Lima y Cuzco. También se le atribuye el mausoleo del presidente de la Chancillería de Granada, el obispo Rodrigo Mercado de Zuazola, esculpido en mármol blanco, lleno de grutescos y de escenas alegóricas, que se encuentra en la Capilla de la Piedad de la Iglesia de San Miguel Arcángel de Oñate.

JESÚS DEL PERDÓN

La imagen de Nuestro Padre Jesús del Perdón procede de la desaparecida iglesia de San Miguel, sede hoy de la hermandad de la Aurora, donde se alojaba en un retablo de una capilla lateral. Aunque no se conoce documentación que pueda confirmar su autoría, fue atribuida por Gómez Moreno a Diego de Siloé. En su estilo guarda relación con otras dos esculturas de Cristo atado a la Columna realizadas por este artista antes de afincarse en Granada: la del retablo mayor de la capilla del Condestable de la Catedral de Burgos y la que, procedente de la capilla de Santa Tecla de la misma catedral, se encuentra hoy en el Museo Catedralicio. La granadina se caracteriza por la disposición más movida de la figura, apoyando la espalda en la columna, y por el menor tamaño del paño de pureza. Está tallada en un tronco de nogal que abarca gran parte de la columna y de la figura de Cristo, al que se añaden otras piezas encoladas para completar el volumen en la pierna derecha, el brazo izquierdo y parte de la base de la columna. Aunque no está concebida para procesionar, la obra estuvo saliendo en procesión entre 1948 y 1982, fecha en la que, precisamente por su mal estado de conservación, se realizó una réplica para este fin. La llevó a cabo de manera fiel y por puntos, el escultor granadino Antonio Barbero Gor, momento que recoge la foto histórica de Orfer que ilustra ésta crónica. Barbero también es autor, entre otras obras de la copia del Cristo de la Misericordia, trabajos que le valieron para entrar en la nómina de autores contemporáneos de nuestra Semana Santa, donde destaca con luz propia su Jesús Nazareno, una creación sin paliativos, que tenemos la suerte de ver en la tarde noche del Miércoles Santo, y que consagra al autor granadino.

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