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«Los estudiantes de la Universidad de Granada no volverán a las aulas en lo que resta de curso». El mensaje fue como si de buenas a primeras cambiaran el temario de un examen. O la asignatura entera. Lo cambiaba todo. Sergio Díaz (Toledo, 1997), como tantísimos otros estudiantes de fuera, se quedó en Granada por pura responsabilidad. «Volver era un riesgo, no parecía sensato ni para nosotros ni para nuestras familias». Pero si las facultades no van a abrir las puertas hasta septiembre, el debe y el haber se descompensan sin sentido: el alquiler del piso, las facturas mensuales, la comida...«De repente, volver era la mejor idea».
Periodismo y compromiso
Sergio habló con la Guardia Civil para saber si podía viajar. «Me dijeron que sí, siempre que demostrara con un documento que allí está mi vivienda». Un regreso que tendría que hacer en transporte público ya que el viaje de particulares no está permitido. Sin perder ni un segundo, tras conocer el anuncio de la UGR, entró en la web de ALSA y compró un billete para Madrid a las 13.00 horas. «Normalmente hay directos a Toledo, pero los han cancelado. Así que tengo que ir a Estación Sur, coger el metro hasta Plaza Elíptica, pillar otro bus a Toledo y, desde allí, un taxi a mi pueblo, Argés».
El viernes, a las 13.00 horas, no salió ningún autobús a Madrid. Se trata de una de las líneas suspendidas por la compañía. Pero Sergio había comprado un billete que decía lo contrario. Uno de los responsables de la estación hizo un par de llamadas y, efectivamente, confirmó lo que ya sabía, que no había autobús. Y que había sido un fallo informático. «Alguien habrá hecho una cancelación y te habrá dejado comprarlo», le explicaron. «Pero no te preocupes, podrás viajar en el de las 16.00 horas sin problema», añadieron.
El viernes, a las 16.00 horas, no salió ningún autobús a Madrid. «Los han cancelado todos. Me dicen que el lunes, tal vez. Así que lo intentaré mañana en tren», lamentó Sergio, de regreso al piso al que ya le ha perdido la fianza. «La casera nos advirtió que si nos íbamos, no nos la devolvía». Hoy dormirá como pueda, sobre el colchón, con dos maletas enormes y varias mochilas repletas.
Por la desangelada estación de autobuses de Granada también pasaron Yolanda Muñoz y Ainhoa Tormos, de Huétor Tájar y Baza, que habían llegado a la misma conclusión:«No tenía sentido seguir aquí. Aunque –apunta Yolanda, estudiante de Educación Infantil–, nosotras hemos tenido suerte porque la casera nos ha perdonado la fianza. La mayoría de nuestros amigos las han perdido».
José Manuel Tocado estaba deseando terminar el aislamiento en Granada para salir a hacer fotografías. «La cara que pondrá la gente será impresionante». Pero José Manuel no puede permitirse estar aquí cuando ya sabe que no volverá a clase. «Pagar el piso sin necesidad es un privilegio que no podemos permitirnos», subraya. El lunes volverá en tren a Valsequillo, Córdoba, a continuar con este aislamiento que, algún día, será materia de examen.
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Lucas Irigoyen y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Rebeca Alcántara | Granada y Pilar García-Trevijano | Granada
Javier Morales | Granada, Cristina Ramos | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
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