Jóvenes inmigrantes brindan por su futuro en la fundación Don Bosco de Granada. IDEAL
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Un trampolín para dar el salto entre la nada y la vida

Fouad llegó en patera con 17 años, sin idioma y un futuro negro. Hoy, asegura, ha conseguido alcanzar sus sueños

Laura Gautier

Motril

Domingo, 18 de abril 2021, 23:50

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Ser valiente es dejar a los hermanos, a los padres, el hogar. Es dejar lo seguro, que, cuando es lo único que se conoce, no parece tan malo, aunque pinte el futuro de negro. Fouad fue valiente y llegó a Algeciras en patera, en un ... momento casi igual de peligroso que la travesía: con 17 años y un mes, con poco tiempo de margen antes de cumplir la mayoría de edad y, por tanto, dejar de estar tutelado por la Administración. Con el primer curso de bachillerato acabado, pero sin expectativas, curriculum ni padrino, así que se dio prisa para aprender el máximo posible de español en el instituto, porque, según cuenta, «el idioma es como la llave de una puerta. Si no la tienes, no puedes trabajar ni estudiar», y Fouad quería hacer ambas cosas.

Un día antes de alcanzar la mayoría de edad y tras haber perdido el trabajo a causa de la pandemia, apareció ese padrino: la fundación Don Bosco, con un programa impulsado por La Caixa. De Motril, el joven se desplazó a Granada, donde comenzó una vida adulta distinta a la de los chavales españoles de su edad. Dura, que exige saber cómo conseguir papeles sin trabajo, pero con ganas de salir adelante.

La fundación le ofreció alojamiento en uno de los pisos con los que dan un techo a estos chavales durante algo más de un año, le ayudó a mejorar el curriculum, el idioma y a inscribirse en un curso de formación profesional dual de electricidad –el primero en su lista de preferencias, por cierto– donde combina la formación práctica y teórica. «He conseguido todo lo que tenía pensado, he conseguido alcanzar mis sueños. Con la ayuda que me han dado he mejorado mucho y sacado muy buenas notas. Me ayudaron a renovar los papeles, a todo. Estoy muy contento», cuenta Fouad en un español que parece mentira que haya aprendido en apenas un año y unos meses.

La integración, objetivo último de la fundación Don Bosco, se personifica en este chaval valiente, una de las 1.700 personas que de media atienden al año, cifra que se ha disparado tras el confinamiento pues también ayudan a todos aquellos en riesgo de exclusión: las mujeres que han sufrido violencia de género, familias que no consiguen salir de las penurias por los ERTE y cualquier colectivo vulnerable de Granada puede encontrar en la fundación apoyo en materia de búsqueda de empleo o formación.

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Una tarea titánica en la que están inmersos 28 trabajadores y 15 voluntarios que empujan la labor encomiable de una fundación que lleva ya 22 años trabajando en Granada de forma ininterrumpida.

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