Estado en el que quedó el avión de Aviaco DC-9 'Castillo de Butrón' tras partirse en dos al tomar tierra en el Aeropuerto de Granada. Ramón L. Pérez

Accidentes aéreos

Tres décadas del gran panzazo en el aeropuerto de Granada

98 personas salvaron sus vidas milagrosamente tras partirse en dos un avión al tomar tierra

Lunes, 27 de marzo 2023, 00:12

Fue un panzazo que sacudió Granada como si fuera uno de los terremotos que hicieron temblar Santa Fe y Chauchina hace dos años. Pero se quedó en un susto morrocotudo. Sucedió a finales de marzo de 1992, hace ya algo más de tres décadas.

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Milagrosamente, ... según los testimonios de la época, los 93 pasajeros y 5 tripulantes del avión de la compañía Aviaco, que cubría el vuelo de Madrid a Granada, salvaron sus vidas tras partirse en dos la aeronave cuando intentaba tomar tierra. Sólo una persona resultó herida grave y una veintena con contusiones de diversa consideración.

Víctor Romero, periodista de IDEAL, viajaba en este vuelo. Su relato estremece todavía pese al paso de los años. «Cuando nos anunciaron que nos abrochásemos los cinturones porque íbamos a aterrizar, el avión hizo un violento viraje a la izquierda y Carlos Landa se me echó encima. La sensación que sentimos entonces sólo puede describirse como de acojono«.

«Todos los pasajeros íbamos mirándonos unos a otros y un compañero nos comentó si habíamos montado muchas veces en avión. Tras decirle que sí, coincidimos en que nunca habíamos pasado por algo semejante. Veíamos que el avión bajaba demasiado en picado y que la inclinación para tomar tierra no era la normal».

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«Sentimos un hachazo e instintivamente nos sujetamos como pudimos. Nos quedamos blancos y mirándonos unos a otros»

Víctor Romero

Pasajero del vuelo

«Como soy muy irónico, empecé a bromear: hoy va a haber sustito, le habrán dado el carnet en la tómbola, ponerse el carnet en la boca, y cosas por el estilo, pero desde luego sin pensar nunca lo que nos pasó después. De repente sentimos un hachazo e instintivamente nos sujetamos como pudimos. Nos quedamos blancos y mirándonos unos a otros. La luz se encendía y se apagaba. Parece ser que el avión ya estaba partido, pero yo no me di cuenta . Lo que vino a continuación fue inenarrable».

«Sólo escuchaba gritos de histerismo»; prosigue. «Cundió el pánico. La gente chocaba unos con otros en busca de la salida. Yo permanecí quieto y con el cinturón abrochado, más por la impresión que por serenidad. Fue una experiencia que no se la deseo a nadie».

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«Cuando reaccioné, me quité el cinturón y dije desesperado: Vámonos, esto puede explotar. Pensé en las salidas de emergencia, pero seguí la inercia de los demás pasajeros y me fui hacia la parte trasera del avión. Carlos me dijo entonces que cogiera el ordenador portátil e instintivamente me retrasé para recuperarlo –maldito trabajo–; Carlos me sobrepasó y entonces escuché a la azafata rubia decirme que fuera por delante».

Mucho gas

«Había una nebulosa en el ambiente. Tragué mucho gas, quizá queroseno, pero sólo intentaba salir. Delante no había más que seis o siete personas y salí por una especie de lona escurridiza e inflable, similar a la que utilizan los niños en la playa o la piscina. Me di un zurriagazo contra el suelo, pero sólo tengo un rasguño en la pierna izquierda».

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«Una vez fuera del avión aún no era consciente que estaba partido. Pensaba que se podía incendiar. La gente iba andando, algunos cojeando, pero nadie presentaba un aspecto dantesco, gracias a Dios. Estaban como pasmados, alucinados, algunos quietos y mirando al cielo. Yo les dije entonces que corrieran, porque el avión podía estallar».

«Al alejarme fue cuando me acordé de mis compañeros. Nos abrazamos, no sólo nosotros, sino con el resto de pasajeros que estaban allí. Fue entonces cuando me di cuenta que el avión estaba partido en dos».

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