Un cartel con un pato, la mascota de Aquaola, da la bienvenida aún, a la entrada del antiguo parque acuático. Lo dibujó Carlos, uno de los hijos del propietario que es licenciado en Bellas Artes. En el suelo permanecen las flechas que recuerdan el tropel ... de los circuitos de los dos últimos veranos de la covid en los que el parque de Cenes permaneció abierto.
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Mercedes Navarrete
La falta de uso, pero sobre todo el vandalismo, han hecho estragos en las instalaciones. El pasado mes de julio, a raíz de publicación en redes sociales de vídeos grabados por alguien que entró en el recinto privado de forma ilegal, se produjo un 'efecto llamada', según explica su propietario. Destrozaron los baños, han arrancado las puertas de vestuarios y los grafitis marcan las piscinas y los toboganes. «Han destrozado hasta las instalaciones de depuración. Han hecho daño por hacer daño, porque los cables eran de aluminio y no les han servido para nada», reniega Emiliano Rodríguez observando los destrozos.
Aun con la huella del vandalismo, el recorrido por Aquaola rememora el escenario de los días felices de diversión en familia. «La atracción más singular era la piscina de olas, tenía 1.700 metros cúbicos de agua y la olas funcionaban con unas cámaras que metían aire a presión, ese equipo sigue intacto. La gente se colgaba de las cuerdas en la zona más profunda y se dejaba arrastrar», recuerda el propietario.
Una familia de perdices atraviesa la piscina en la que desembocaban las pistas blandas. «Lo que hacía más especial Aquaola es que todas estaban integradas en la montaña, había que descubrirlas».
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Allí estaba el río, con tramos con balsas y rápidos por los que los bañistas se deslizaban en roscos y desembocaban en un lago. También los kamikazes, toboganes rápidos para los más atrevidos y la estrella, el tubo negro, que se atravesaba a oscuras al adentrarse por un agujero donde sonaba música de terror. «Los niños salían morados de tantas horas en el agua, no veían fin a la diversión ¡y cuántos menús infantiles de macarrones se habrán comido aquí!», conversan el fotógrafo de IDEAL y el propietario entre risas.
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